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Julio-Diciembre 2010 - Universidad Tecnológica de Panamá

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on a la mente unos recuerdos <strong>de</strong> infancia; sepreguntaba a sí mismo: “será que...no, no pue<strong>de</strong>ser...” y cambió su línea <strong>de</strong> pensamiento.Amaneció muy temprano como era naturalpor la época; Jaime tenía todo listo. Desayunóunos huevos <strong>de</strong> patio, las yemas increíbles. Enla ciudad eran pálidas y comentaban las madresque les echaban hormonas. Estos huevossí eran <strong>de</strong> los buenos. Se los comió apresuradamentey partió muy ensombrerado, segúndijo, a ver las gallinas. Llevaba una cubeta enla cual metió todo. Cerca <strong>de</strong>l corral cogió unaescoba y se dirigió hacia la orilla <strong>de</strong>l río. Ahíla colocó estratégicamente vistiéndola con elatuendo que llevaba. Colocó la pelota al pie <strong>de</strong>la escoba. A lo lejos se confundía con el paisaje,el montaje que había improvisado simulabaun niño jugando. Esto mantendría a su madretranquila.Corrió hacia la poza en busca <strong>de</strong> la tortuga;su sorpresa fue gran<strong>de</strong> cuando <strong>de</strong>bido a latransparencia <strong>de</strong>l agua podía divisar no una,sino ¡cinco!, ¡seis!, ¡siete!, muchísimas gran<strong>de</strong>s.Algunas estaban sumergidas, otras asoleándosesobre las rocas; Jaime comenzó atranspirar <strong>de</strong> la emoción: ésta sumada a la corridaque había dado para llegar a la poza, lehacía palpitar el corazón a mil por hora.Decidió quitarse la suda<strong>de</strong>ra <strong>de</strong>jándola <strong>de</strong>scuidadamentesobre una piedra al pie <strong>de</strong>l río.De pronto, una tortuga se acercó y comenzóa comérsela. Otras también se aproximaron yentre todas la <strong>de</strong>voraban rápidamente. Jaimecomenzó a preocuparse; pensaba que quizáno había sido una buena i<strong>de</strong>a el <strong>de</strong>jar el camuflajepara <strong>de</strong>spistar a su madre. Se sintió enpeligro. ¿Qué pasaría si él se acercaba un pocomás y por <strong>de</strong>scuido caía al río vestido? ¿Se locomerían también a él? Se asustó tanto que sefue corriendo sin voltear hacia atrás. Recogiósu equipo <strong>de</strong> <strong>de</strong>spiste volviendo a casa muyagitado. Su abuelo alcanzó a verlo <strong>de</strong> lejos concuriosidad.Pasaron varios días sin que Jaime regresaraa la piscina. Aquella famosa tar<strong>de</strong> había caídocon una fiebre muy alta que lo mantuvo fuera<strong>de</strong> acción por una semana. En cuanto se repuso<strong>de</strong>cidió regresar. Esta vez no quiso <strong>de</strong>spistar a sufamilia y se lanzó a la aventura abiertamente. Sucuriosidad era más gran<strong>de</strong> que el miedo en estaocasión. Para su sorpresa al llegar a la poza no habíaninguna tortuga. Estaba <strong>de</strong>silusionado, peropensó que al día siguiente las volvería a ver. Nosucedió así.Jaime seguía visitando la región <strong>de</strong>l río Mayorsin volver a ver las tortugas. Luego convertido enhombre y padre <strong>de</strong> familia llevaba a su hijo Tomása visitar a su madre, quien <strong>de</strong>cidió retirarse avivir en la casa que heredó <strong>de</strong> los abuelos.Observaba a su hijo a la distancia colocar unaescoba estratégicamente con un sombrero... Podríaser lo que estaba pensando o era sólo producto<strong>de</strong> su imaginación. Dejó que se perdieraentre los árboles, siguiéndolo con cautela. Cuandose acercó a la orilla <strong>de</strong>l río no podía creer loque veía. Tantos años esperando este momento.El sueño <strong>de</strong> su vida se convirtió en realidad. Ahíestaba su pequeño ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> las tortugas. Lasacariciaba y les conversaba. No había sido unailusión infantil. ¡Sí, eran reales! Se acercó sigilosamenteal niño, éste no les tenía miedo y habíalogrado transmitir su serenidad a los quelonios.La suda<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> Tomás yacía al pie <strong>de</strong> un árbol intacta.Des<strong>de</strong> ese inolvidable verano no hemos <strong>de</strong>jado<strong>de</strong> ir al río Mayor, a ver las tortugas <strong>de</strong> nuestrainfancia. Jaime se preguntaba si su abuelo las habíaconocido; quería pensar que sí.So n i a Eh l e r s S. Prestán. Panameña nacida en México D.F.,en 1949. Libros: Presencia <strong>de</strong> Pedro Prestán (1999); Concepciónpara cuentos (2005); Concepción para cuentos II (2008). En <strong>2010</strong>publicará Las tortugas y otros relatos para niños.19

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