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Julio-Diciembre 2010 - Universidad Tecnológica de Panamá

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No me disgusta que me observen, sino lamanía loca que tienen <strong>de</strong> hacerlo en silencio, cuidadosas,calladas, enigmáticas. Esa manía que tienen<strong>de</strong> soltar, a veces, risitas y murmullos.Cada vez que salgo o entro a mi habitación,su puerta, que tiene oxidadas las bisagras, chillaescandalosamente y las <strong>de</strong>lata.Dos veces las he visto. Sus vestidos son <strong>de</strong>bordado fino, con encajes ligeros y botones nacarados.Más esto fue por breves instantes, al <strong>de</strong>scubrirque me observaban por la puerta entreabiertay cruzar nuestras miradas.Sus pies son pesados. Demasiado hinchadospara sostenerlas. Los arrastran al caminar. Sientoel golpe <strong>de</strong> un bastón contra el suelo, cada dospasos. La otra, al parecer más orgullosa se mueveapoyándose <strong>de</strong> los muebles. La ma<strong>de</strong>ra gastada,ce<strong>de</strong> y cruje con cada paso. Esto me permite ubicarlasen la habitación cuando quiero saber dón<strong>de</strong>están.Son puntuales en todo.Se acuestan y levantan temprano, como sihubiesen quedado ancladas en el tiempo.Nuestros cuartos están al final <strong>de</strong>l pasillo. Noscomunica una puerta que trataron <strong>de</strong> disimularcon la estufa, en la cocina. No hay modo <strong>de</strong> abrirla.Ya lo he intentado. Tiene una cerradura antiguapara la que ya no hacen llaves.A veces, sintiéndome inspirado, he <strong>de</strong>jadomensajes bajo la puerta. Uso escritura criptográficaen caso <strong>de</strong> que no sepan leer. Pero nunca loshan tomado. Cuando <strong>de</strong>spiertan, advierto susrisas picarescas (casi inaudibles) y las ablucionesque hacen en una palangana. Su vida es metódica,llegando a los extremos <strong>de</strong> Kant.Se visten con dificultad y sólo se ayudan mutuamenteal ponerse los zapatos. A las 8: 15 a.m.arrastran dos sillas <strong>de</strong>l comedor hacia la cocina. Ycomo dos gran<strong>de</strong>s elefantes, ceremoniosos, en medio<strong>de</strong> cumplidos, se sientan cada una por su lado.Este es el momento crucial <strong>de</strong> la mañana. Yme atrevo a <strong>de</strong>cir que para ellas es eterno.Entonces, quedan en medio <strong>de</strong> un silenciosepulcral, absoluto. Y es cuando me estudian.Como lo sé (porque el conocimiento infun<strong>de</strong> temor)temo moverme, respirar, comer.Esperan que haga ruidos para entretenersecon ellos. Juegan a adivinar mis movimientos. Yen medio <strong>de</strong> dos opciones contradictorias, con misilencio les dificulto la contienda y se la hago interesante.Hace poco <strong>de</strong>cidí quejarme con Miss Delia.Fui a su <strong>de</strong>spacho, le hablé sobre las vecinas y <strong>de</strong>cómo me estaban <strong>de</strong>struyendo.Disgustada, me gritó con su acento antillanopreguntando si inventaba excusas para no pagarlela renta.Me advirtió que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> 1930 nadie vivía allí.Era una habitación sellada. El último dueño <strong>de</strong>la pensión no la usó, y ella tampoco la usaría. Sele conocía como el cuarto <strong>de</strong> las vecinas por unabroma <strong>de</strong> mal gusto que se perpetuó.Me sugirió que la acompañara al cuarto paraverificar su historia. Asentí por no parecer <strong>de</strong>scortés.Y subimos juntos. El Tenedor <strong>de</strong> Libros <strong>de</strong>l 3-Cla vio cuando sacaba un manojo <strong>de</strong> llaves <strong>de</strong> subolso y preguntó con malicia:– ¿Otra vez las vecinas?Ella le hizo gestos para que callara y volvieraa sus ocupaciones.Tuve que ayudarla a abrir la puerta porqueestaba trancada.Entrar fue algo parecido a materializar pesadillas.Era un cuarto <strong>de</strong>scolorido, lleno <strong>de</strong> polvo ytelaraña. Los muebles (todos <strong>de</strong> caoba sólida) estabancubiertos con mantas <strong>de</strong> algodón para protegerlos.Estaba profanando su santuario, pero teníaun sentimiento <strong>de</strong> profunda satisfacción <strong>de</strong>ntro<strong>de</strong> mí.Era como lo había imaginado.El aire era espeso y difícil <strong>de</strong> respirar, habíabolitas <strong>de</strong> alcanfor regadas en todas partes. Cucarachasmuertas en las esquinas. Polvo y máspolvo.Fui a la cocina. Miss Delia se quedó en lapuerta. No quiso entrar. Vi la puerta comunicante.Y las dos sillas colocadas con precisión matemáticaen ángulos <strong>de</strong> quince grados frente a ésta.Sobre un tocador había un plumero, una cajita<strong>de</strong> música y unas fotos <strong>de</strong>steñidas. Eran ellas.14

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