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Julio-Diciembre 2010 - Universidad Tecnológica de Panamá

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gritaba:—¡Sácalo!... ¡sácalo!... ¡Saca lo que tengas <strong>de</strong>ntro!...¡Sácalo!El hombre más inspirado que nunca se <strong>de</strong>jaballevar, se olvidaba <strong>de</strong> la melodía <strong>de</strong> la canción <strong>de</strong>fondo, marcando su propio ritmo, y solo lanzabagritos <strong>de</strong> llantos y penas, súplicas, todo sin pronunciarpalabra legible, era un balbuceo <strong>de</strong> horroresy penas.—¡Sácalo!... ¡sácalo!... ¡déjalo que se vaya por laventana! …¡sácalo!….Y el hombre seguía gritando y gritando, hastaque la voz se le apagó, y las lágrimas se le secaron.23 minutos marcó el reloj digital <strong>de</strong>l karaoke <strong>de</strong>s<strong>de</strong>que él encendiera el micrófono, 23 minutos <strong>de</strong>sufrimiento para mi mamá.—¿Cómo te sientes?—Cada día más curado. Y eso que no creo entus métodos…—No creas, solo no perjures <strong>de</strong> ellos y ellos haránsu trabajo.—¿Mañana entonces a la misma hora?—Claro… y dile a Eloísa que cuando logre pararse<strong>de</strong> la cama pase por aquí, ¿ok?—Claro que sí.Y con esto lo condujo a la puerta y lo <strong>de</strong>spachó.Cuando regresó a mí, yo aun no había pensado enuna mentira que inventarle.—Bueno, ¿qué me ibas a <strong>de</strong>cir?—Eeeeh… pues….—¿Sabes por qué te <strong>de</strong>jé ver lo que viste?—¿Por qué?—Porque no quiero que un niño inocente se<strong>de</strong>je llevar por las apariencias, como todos aquíen el edificio, ¿ok? … Sé bien a que viniste… puedover ciertas cosas que piensas….Me sentí violentado. ¿Podía leer mi mente? Mimás preciada y personal parte.—…. y sé cuando la gente miente….. no soycualquier tipo <strong>de</strong> …En eso volvieron a tocar la puerta.—Espérame aquí.De nuevo abrió la puerta, y esta vez entró unaseñora canosa, con un bastón, y cuerpo encorvado.Intercambiaron algunas palabras y Gracielaesta vez le prendió unas velas, la sentó en el sofá,ya sin la sábana, y le tomó las dos manos, con laspalmas hacia arriba.—Cierra los ojos, Carmen.Y empezó a recitar una jerigonza a la vez quecolocaba un ungüento en la lengua <strong>de</strong> la señora.Más palabras ilegibles y la vieja tragando, y máspalabras ilegibles. Transcurrido un rato, el karaokesirvió <strong>de</strong> terapia una vez más, aunque por suertelos gritos no sonaban tan <strong>de</strong>sesperados como laotra vez.—¡Sácalo, Carmen! ¡Sácaloooooo! ¡Sácalo!Cuando Carmen se hubo ido y ella se sentó ami lado, ya yo sabía que <strong>de</strong>cirle:—Ok. Tú sabes a lo que vine, pero ahora cambiéla razón.—vAhhh ¿si?… sorprén<strong>de</strong>me.—¿Me <strong>de</strong>jarías oírte cantar?Sonrió. No había manera <strong>de</strong> sorpren<strong>de</strong>rla. Dealguna forma sí sabía que podía <strong>de</strong>cir la gente. Yal parecer yo no sería su primera batalla.—Cantaré para ti - me dijo tiernamente.Con esto cerró las ventanas, aumentó el inciensoque se quemaba en la habitación, y agregó:—Y te daré tu regalo <strong>de</strong> todas maneras.Se fue al cuarto, y esta vez ni yo pu<strong>de</strong> ver sufondillo melódico andar. Tanta divinidad había<strong>de</strong>splazado la belleza maternal <strong>de</strong> sus curvas.Unos segundos <strong>de</strong>spués regresaba con unas velasaromáticas, hechas por ella, y las empezaba acolocar por toda la habitación. A mí me sentó enuno <strong>de</strong> los tantos cojines que habían en el suelo,el que más alejado estaba <strong>de</strong> la ventana, y me colocóvelas al re<strong>de</strong>dor, unas cuatro o cinco, aun sinpren<strong>de</strong>r. Cerró la puerta <strong>de</strong> la cocina, y la <strong>de</strong>l cuarto,<strong>de</strong>jando la sala sumergida en un calor oloroso,cual sauna en flores, que relajaban los sentidos ala vez que prometían hacerme sudar. Encendióentonces todas las velas aromáticas y me dijo:—Respira, nene, respira profundo. Ciérramelos ojos y respira profundo.Y cual alumno pródigo así hice yo. Y a los pocosminutos la voz más bella, más sonora, más alegrey melancólica, más suave y cálida, más pasionalque he escuchado en mi vida, llegó a mis oídos enun canto perfecto. Mis poros empezaron a sudarolores dulces, y el aire aromatizado, colándose enmis pulmones, se me salía por la nariz y las orejas,y los ojos. Empecé a toser, y el aire se me hizo escaso.Por suerte llevaba mi apartico <strong>de</strong>l asma, asíque aguante un poco e intenté seguir respirandolos aromas mezclados. Para mi sorpresa, la falta <strong>de</strong>aire se fue disipando rítmicamente, en la mismamedida que empezaba yo a respirar más fuertemente.138

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