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Julio-Diciembre 2010 - Universidad Tecnológica de Panamá

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uses diablos rojos. Las personas que no teníanla fortuna <strong>de</strong> sentarse en una larga banca <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra,permanecían <strong>de</strong> pie en el pasillo, colgados<strong>de</strong>l pasamano como murciélagos, agarrándose<strong>de</strong> don<strong>de</strong> pudieran y haciendo toda clase <strong>de</strong> malabares,para no caerse.Era muy usual que los borrachos a causa <strong>de</strong> lavelocidad y la inercia <strong>de</strong>l tren, cuando tomaba lascurvas, perdieran el equilibrio y quedaran encima<strong>de</strong> los otros pasajeros que estaban sentados, loque originaba verda<strong>de</strong>ras trifulcas entre indígenasy toscos labriegos.El cuarto vagón se <strong>de</strong>stinaba para la carga <strong>de</strong>mercancía, en algunas ocasiones se le agregabaun vagón para transportar animales y en ocasionesllevaban autos para la ciudad <strong>de</strong> David. Eseera el caballo <strong>de</strong> hierro chiricano que cubría laruta <strong>de</strong> Puerto Armuelles, La Concepción hastaDavid en la mañana y en la tar<strong>de</strong>; ambos trenescasi siempre se encontraban en La Concepción oen Aserrío <strong>de</strong> Gariché.Mientras caminaba con lentitud, Elena trataba<strong>de</strong> hacer la ruta mentalmente, comenzó a conversaren voz baja — ¿cuántos pasajeros fuerontransportados por estos trenes, con <strong>de</strong>stino a lasferias <strong>de</strong> Bugaba y <strong>de</strong> David? Continuó susurrandoen voz baja. — ¿cuántas miles <strong>de</strong> toneladas<strong>de</strong> cargas se transportaron? Sin que ella se dieracuenta, el fotógrafo empezó a filmarle con su teléfono,al enterarse se dirigió a él.—Oye Joaquín, ¿quién te mandó a filmarmesin mi permiso? — le dijo sonreída.—Sigue hablando pero en voz alta, no hablesentre dientes, <strong>de</strong> lo poco que escuché me gustala historia que recuerdas, <strong>de</strong> verdad me interesaese cuento.—Escucha lo que te voy a <strong>de</strong>cir, cuando el trenllegaba a este lugar, mientras los pasajeros <strong>de</strong>scendían,otros lo abordaban, en ese momento se activaba,lo que hoy se conoce como el comercio informal,que fue el sustento <strong>de</strong> cientos <strong>de</strong> familias.Se sentía orgullosa <strong>de</strong> su relato. Como si fuerauna guía turística, empezó a narrar como si lo estuvierahaciendo para la televisión, y se transportójunto con su fotógrafo por la lente <strong>de</strong> su celularhacia el pasado.—Joaquín, imagínate que al llegar el tren, las<strong>de</strong>cenas <strong>de</strong> ven<strong>de</strong>dores corrían con sus platones<strong>de</strong> aluminio, ofreciendo toda clase <strong>de</strong> <strong>de</strong>liciosas yolorosas comidas, otros voceaban los billetes <strong>de</strong>la lotería; era un espectáculo observar a ese gentíogritando a la vez.—Naranjas, pixbaes, bollos,tamales, empanadas, carimañolas, albóndigas,chicharrones, hojaldres, almojábanos, bienmesabe,panecitos, helados, lleve su periódico La Estrella,La Razón y Ecos <strong>de</strong>l Valle—. Cada estación seconvertía en un restaurante ambulante a amboslados <strong>de</strong>l tren, muchas familias generaban así susingresos en toda la ruta, pero todo se acabó; acabaroncon una obra visionaria <strong>de</strong>l ex presi<strong>de</strong>nteBelisario Porras.—Cuánto lo lamento, discúlpame Elena que teinterrumpa, pero te traigo a la realidad.No le contestó, pero su silencio era obvio, trataba<strong>de</strong> disimular su nostalgia <strong>de</strong> lo que conocióen su niñez, se dirigió hacía una esquina don<strong>de</strong>estaba una ven<strong>de</strong>dora <strong>de</strong> billetes, como si fuera laúnica sobreviviente <strong>de</strong> ese grupo <strong>de</strong> comerciantes.Se i<strong>de</strong>ntifica y presenta a su compañero y lehace una relación acerca <strong>de</strong> su encuesta, mientrasconversa con la señora, observa el edificio,ahora lo utilizan oficinas públicas, a un extremoreconoció un viejo vagón totalmente <strong>de</strong>startalado,el paso <strong>de</strong> los años se ensañó en su estructura;le pi<strong>de</strong> su apoyo a la billetera, para que le hable <strong>de</strong>las personas que están en el área, pero su miradaescrutadora <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> analizar las columnas y eltecho, se <strong>de</strong>tiene en un hombre alto, <strong>de</strong>lgado, conabundante barba blanca y su rostro rojo, tostadopor el sol, procura cubrir sus canas con una viejagorra negra <strong>de</strong> bor<strong>de</strong>s dorados y la imagen <strong>de</strong> untren. Sus largos cabellos largos y la gorra negrahacen un buen contraste, que llaman la atención.— Mire señorita Elena, yo no le puedo <strong>de</strong>cirmucho <strong>de</strong> esos tres señores que están <strong>de</strong>trás <strong>de</strong>la columna, no les conozco. En cuanto a ese señor<strong>de</strong> la gorra negra, sí puedo hablarle porque es mitío político, él era el esposo <strong>de</strong> una tía que murió,conversa con dificultad porque sufrió un <strong>de</strong>rrame,camina con el apoyo <strong>de</strong> una muleta y vive en esacasita; <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la tienda <strong>de</strong>l chino, don<strong>de</strong> exis-132

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