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Julio-Diciembre 2010 - Universidad Tecnológica de Panamá

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convaleciente, en sus locuras y miedos absurdos.Cuando la segunda semana llegó <strong>de</strong>cidí <strong>de</strong>jarlosolo e irme a la calle como siempre. Él aceptó, másseguro cada vez <strong>de</strong> sí mismo. Así que nos encontrábamostodos los días para ir al bar en la nochey hablar un rato. Creo que <strong>Julio</strong> me consi<strong>de</strong>rabasu amigo también y a pesar <strong>de</strong> que su presenciasiempre reflejaba sombra y el dolor <strong>de</strong> su aspectofísico, parecía que iba en buen camino.Existen algunos seres en el mundo que pormás que logren <strong>de</strong>jar pasar los rayos <strong>de</strong> luz a susalmas, no pue<strong>de</strong>n llenarse con ellos. Necesitan losdías <strong>de</strong> lluvia y la oscuridad para sentirse en balance,son esos seres que han visto <strong>de</strong>masiado <strong>de</strong>la irrealidad que mueve el mundo, porque ningúncamino es correcto y ninguno los lleva a ningúnlugar, es ese momento inoportuno cuando <strong>de</strong>scubrenla vanidad absurda que cubre las venas quelaten, los pulmones que respiran, los brazos queabrazan y los corazones que aman. Y así, en eseestado <strong>de</strong>scompuesto por el final <strong>de</strong>l invierno, meencontré con <strong>Julio</strong> una noche en la calle antes <strong>de</strong>ir al bar. Me dijo que ese día no iríamos, que caminaríamos.Recorrimos calles <strong>de</strong>siertas, con el fríoen las manos y calentando serpientes en el pecho,<strong>de</strong>masiado cerca <strong>de</strong>l corazón, hasta que llegamosa un puente peatonal y nos <strong>de</strong>tuvimos en el medioa mirar el paisaje, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> allí la ciudad tenía unaspecto diferente, los sombríos atar<strong>de</strong>ceres parecíanadornados con nubes <strong>de</strong> oro mordidas por elsol, algo que nunca había visto antes. Las gotas <strong>de</strong>lluvia caían <strong>de</strong> los techos congeladas en el tiempoy los charcos <strong>de</strong> la carretera que reflejabanlas luces <strong>de</strong> la calle temblaban al ver el cielo serconquistado por la noche. Aún los rincones másoscuros, don<strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> se había ido más rápido,<strong>de</strong>jaban <strong>de</strong> ser los nidos <strong>de</strong> ratas <strong>de</strong> siempre, paravolverse solo <strong>de</strong>pósitos absurdos e irreconocibles<strong>de</strong> hojas muertas por el invierno, todas las <strong>de</strong>máshojas volaban, siguiendo su rumbo por las calleshasta terminar ahí, en el olvido, sin pulso, pálidas.El único ruido que se escuchaba eran los autos alpasar sin ir a ningún lugar, el camino que se extien<strong>de</strong>entre los grises edificios y el vapor <strong>de</strong> lasalcantarillas, se prolongaba hasta el horizonte ylos llevaba al infinito, el vértigo es el único sentidocuando se mira hacia abajo y se ronda mentalmentela distancia.<strong>Julio</strong> me pidió que buscara algo <strong>de</strong> tomar enel bar, bajé las escaleras rápido, apuré el paso alentrar a un callejón oscuro. Miré hacia atrás en lapenumbra por miedo y vi la imagen completa,como un círculo <strong>de</strong> puntos que <strong>de</strong> pronto se cierra.Corrí <strong>de</strong> regreso al puente y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la entrada<strong>de</strong>l callejón vi a <strong>Julio</strong> lanzarse, con sus brazosextendidos, cortando el viento. Parecía un ángelcaído que por fin lograba su cometido, llegando aese lugar don<strong>de</strong> el <strong>de</strong>stino siempre lo había llevado,ese lugar por el cual yo lo había encontrado ydado la mano. Pu<strong>de</strong> ver una sonrisa en su rostro,justo antes que su cara golpeara la carretera y lalluvia coagulada se volviera rubí, mientras el asfaltose tragaba su aliento y le mostraba la salida <strong>de</strong>finitiva<strong>de</strong> su laberinto. Al final no había luz en losacosos <strong>de</strong> sus resoluciones ni vuelta atrás. Aquellatar<strong>de</strong> fue la última <strong>de</strong>l invierno <strong>de</strong> 1996...Carlos Gómez nace en La Chorrera el 7 <strong>de</strong> <strong>Julio</strong> <strong>de</strong>1989. Es estudiante <strong>de</strong> Psicología <strong>de</strong> la <strong>Universidad</strong> Interamericana<strong>de</strong> Panamá y trabaja en el <strong>de</strong>partamento<strong>de</strong> Servicio al Cliente <strong>de</strong> la Compañía International CallCenter Services. Egresado <strong>de</strong>l Diplomado en Creación Literaria<strong>2010</strong> <strong>de</strong> la <strong>Universidad</strong> Tecnológica <strong>de</strong> Panamá.123

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