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Julio-Diciembre 2010 - Universidad Tecnológica de Panamá

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vez imaginaba caminar por planetas lejanos, veíaformas que nunca se han visto en la tierra ni sepue<strong>de</strong>n imaginar <strong>de</strong>spiertos, colores diferentes,volaba sin límites <strong>de</strong> espacio. Tal vez luchaba conCaronte, lo sobornaba para que lo llevara <strong>de</strong> todasformas al otro lado <strong>de</strong>l río, pero el viejo gruñón nolo <strong>de</strong>jaría pasar aún, no mientras las máquinas hicieransu trabajo, no mientras el respirador siguierainsuflando el aire vano, ni aunque las otras manosle tendieran ayuda, lo empujaran y jalaran aahogarse en ese lago eterno. Afuera <strong>de</strong>l hospital,el invierno se hacía fuerte, los días pasaban másfríos y yo prefería estar ahí viendo esa escena <strong>de</strong>muerte, leyéndole un libro antes que vagar por lascalles en las que vivía. Salía sólo a conseguir algo<strong>de</strong> dinero y a reencontrarme con el vicio <strong>de</strong>l bar.Todas las tar<strong>de</strong>s antes <strong>de</strong> irme le susurraba al oídoque luchara, que se recuperara pronto, porque teníamostanto por saber. Él, mi amigo que acababa<strong>de</strong> conocer, se había vuelto un refugio para mí, alguienquien en le silencio comprendía las penasque me agobiaban, que tenía la fuerza para hacerlo que yo nunca pu<strong>de</strong> hacer, halar el gatillo.Conforme pasaban las semanas se veía mejor,el bulto que yacía en la cama parecía retomarcolor, retomar sus rasgos <strong>de</strong> vida en la cara y yome convencí <strong>de</strong> que podía escuchar, a lo lejos,las voces que llamaban angustiadas, pidiendouna segunda oportunidad, su nombre y al mismotiempo podía sentir la oscuridad envolver lo másinterno <strong>de</strong> su corazón... y se <strong>de</strong>jaba llevar mientrasel veneno entraba, haciendo presas a sus brazos,mezclándose poco a poco con su saliva... ¿Fueese sabor en su boca lo que lo convenció <strong>de</strong> suspropósitos? Poco a poco se fue envolviendo en latelaraña que él mismo había tejido, y empezó aper<strong>de</strong>r el rumbo, hasta que <strong>de</strong>cidió no tratar másy resignarse al mandato tirano <strong>de</strong>l <strong>de</strong>stino.Los días terminaron abruptamente, sus ojos seabrieron y vieron la <strong>de</strong>ca<strong>de</strong>ncia, la ruina y la ironíaen la que todo se había hundido, pero sus ojossiempre estuvieron abiertos, sus ojos siempre vieronque había algo más allá <strong>de</strong> lo que parecía... elagua que nos llamaba. Yo no estuve ahí para verlo,pero el doctor me contó la serenidad con la que<strong>Julio</strong> se había levantado una mañana, tomó unosmedicamentos y luego <strong>de</strong> varias pruebas volvió alcuarto. Fui a verlo al mediodía y lo encontré sentadoleyendo el libro que yo solía leerle, 4 páginas<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> don<strong>de</strong> lo había <strong>de</strong>jado el día anterior,le costaba cambiarlas por el mal estado en queestaban sus brazos, conversamos horas ese día ytodos los días que iba a visitarlo. Sé que <strong>Julio</strong> erafeliz al verme, y aunque hablábamos <strong>de</strong> todo unpoco, nunca le pregunté qué motivos lo habíanempujado a querer suicidarse con el veneno <strong>de</strong>ratas, aunque él era mi amigo, yo sentía que <strong>de</strong>bíarespetar sus <strong>de</strong>cisiones.Día con día su rostro conseguía más luz, suspensamientos más luci<strong>de</strong>z y aunque al principiole costaba un poco articular sus oraciones en unpar <strong>de</strong> semanas era tan elocuente como la primeranoche. Me alegraba verlo así, rejuvenecido. Losdoctores le realizaban pruebas casi siempre paramedir su progreso y la asistencia psicológica parecíadarle un nuevo aire a su futuro, siempre que sedirigían a mí me contaban que estaba muy optimistay con ganas <strong>de</strong> salir a rehacer su vida. Todaslas noches <strong>Julio</strong> me contaba los planes que teníay sus <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> ser un gran escritor. Ansiaba el día<strong>de</strong> salir <strong>de</strong> ese hospital. Si yo hubiera tenido unacasa le hubiera ofrecido un lugar don<strong>de</strong> ir, pero yotambién vivía en la calle o en el bar, <strong>de</strong>pendiendo<strong>de</strong> don<strong>de</strong> me encontrara el sueño.El invierno terminaba cuando la enfermera trajola aprobación <strong>de</strong> dar <strong>de</strong> alta al paciente <strong>Julio</strong>Venegas <strong>de</strong> 24 años. Cuando terminamos <strong>de</strong> recogertodo <strong>de</strong> su habitación lo esperé afuera <strong>de</strong> lasala para que se vistiera. Caminamos por el bulevara paso lento porque sus piernas no se habíanrestablecido con la terapia <strong>de</strong>l todo aún, lo <strong>de</strong>jéen su casa con sus ratones y sus goteras. El lugarno había cambiado, el polvo no había entrado y lalluvia nunca lograba inundarlo. La casera le habíadado dos meses gratis por la impresión <strong>de</strong> haberloencontrado tirado con espuma en la boca en elpiso la vez anterior. Me quedé a dormir allí variasnoches para cuidarlo, y siempre se <strong>de</strong>spertaba alas tres <strong>de</strong> la mañana asustado y sudando, la movilidad<strong>de</strong> sus manos volvía lentamente y le costabatomar un vaso <strong>de</strong> agua, que siempre me tocabadarle. <strong>Julio</strong> era mi mejor amigo, así en su estado122

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