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Julio-Diciembre 2010 - Universidad Tecnológica de Panamá

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nerar abundantes preguntas. Indagué y divaguémucho sobre todo lo que pasaba, pero al final, fueeso lo único que hice, pues para la pregunta <strong>de</strong>¿qué esta pasando? Nunca tuve respuesta.Durante todo el tiempo que duró mi estanciamuchas veces estuve tentada a preguntarlea Marla si es que me estaba volviendo loca o sirealmente algo pasaba con ella aquellos días lluviosos<strong>de</strong> abril. Muchas veces quise entrar en esamisteriosa habitación en la que la chica se encerrabapor tanto tiempo.El último hecho que puedo documentar es elmás extraño y es el que terminó con mi estanciaen casa <strong>de</strong> Elena y Marla. Sucedió el 29 <strong>de</strong> abril,aún faltaban dos semanas para que regresara a laciudad <strong>de</strong> don<strong>de</strong> había venido, <strong>de</strong> don<strong>de</strong> nunca<strong>de</strong>bí haber salido.Era una noche muy lluviosa, el ruido <strong>de</strong> las gotas<strong>de</strong> agua que azotaban el techo interrumpíanmi, por lo general, apacible y profundo sueño. Aeso <strong>de</strong> las once el ruido <strong>de</strong> la tormenta se volviómás intenso <strong>de</strong> lo que me gustaba, y, por contradictorioque parezca, fue en ese momento cuandooí aquel extraño ruido proce<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> la habitacióncontinua a la mía… la habitación <strong>de</strong> Marla.La intriga intensificó el insomnio que tenía. Aunasí no sé qué impulso loco me llevó a meterme enel closet y balancearme en una silla para acabarmirando por el único, pequeño, agujero que habíaentre ambas estancias.Lo que vi no puedo explicarlo, no sé si fue real,y si fue algo que jamás <strong>de</strong>bí haber visto en unprincipio. Marla yacía boca abajo <strong>de</strong>snuda en lacama y amordazada con un trapo en la boca. Sumadre le acariciaba la cabeza mientras murmurabaalgo que no pu<strong>de</strong> escuchar. La pobre chicase estremecía en la cama empapada <strong>de</strong> sudorpresa <strong>de</strong> incontrolables espasmos. El suelo estabacubierto <strong>de</strong> un polvo brillante, <strong>de</strong> color azul,parecía escarcha, pero se veía mucho más fino,como la arena <strong>de</strong> alguna isla virgen en medio <strong>de</strong>lPacifico. Sobre la espalda <strong>de</strong> Marla, a la altura <strong>de</strong>los pulmones había un par <strong>de</strong> lo que parecían seralas (como las <strong>de</strong> las luciérnagas) que se movíanincontrolablemente hacia todas las direcciones,<strong>de</strong> ellas salían disparadas gran<strong>de</strong>s cantida<strong>de</strong>s<strong>de</strong>l polvo que cubría el piso. La niña luchaba pormantenerse calmada, su cuerpo se veía más frágil<strong>de</strong> lo que nunca antes había visto y la blancura <strong>de</strong>su piel era la misma que la <strong>de</strong> una hoja <strong>de</strong> papel,excepto por sus pies y manos, estos eran azules.Aparté bruscamente los ojos <strong>de</strong>l agujero, mesentía mareada, casi sin aire, me empezaba a costarmucho el respirar y me di cuenta <strong>de</strong> que ja<strong>de</strong>abaincesantemente. Me senté en la cama conlos pies sobre ella y los brazos apretando fuertelas rodillas. En cuanto cesó la lluvia Elena entró enmi cuarto.–Tienes que irte mañana – dijo muy seria. En sumirada distinguí reproche y miedo.–Está bien – no me quedaba fuerza o cordurasuficiente para fingir que no había visto nada.El 30 <strong>de</strong> abril <strong>de</strong> 2005 terminó mi estanciaen Las Tablas. Ese día Elena preparó un rico<strong>de</strong>sayuno, que Marla y yo <strong>de</strong>voramos en silencio.Ambas me acompañaron a la estación, Elena nodijo nada. Antes <strong>de</strong> montarme en el autobús <strong>de</strong>Panamá Marla me abrazó y me dio las gracias porhaber pasado tiempo con ella y su madre. Hice mimayor esfuerzo por sonreír y le di las gracias a ambaspor la amabilidad que tuvieron conmigo.Los sucesos vividos aquel mes en Las Tablasnunca se irán <strong>de</strong> mi memoria. Pasado algún tiempoel miedo dio paso a la duda y al misterio, sinembargo no volví a Las Tablas, no le conté a nadielo que vi en casa <strong>de</strong> Marla y nunca lo haré. Jamásinvestigué nada sobre los síntomas que observéen ella ni busqué respuestas que explicaran la escenaque presencié. El misterio <strong>de</strong> Marla y la lluviaen abril quedaran por siempre en las sombras, almenos para mí.Hay cosas que están ocultas, y <strong>de</strong>ben permanecerocultas. A veces, es mejor no saber, no buscar,no mirar. En ciertas ocasiones la ignorancia esuna bendición.Sh a n ta l l Mu r i l lo. Panamá, agosto <strong>de</strong> 1990. Se graduó <strong>de</strong>Bachiller en Ciencias y Letras <strong>de</strong>l Instituto Episcopal SanCristóbal en el 2008. Actualmente está en segundo año<strong>de</strong> la carrera <strong>de</strong> Derecho y Ciencias Políticas en la <strong>Universidad</strong>Santa María la Antigua. Egresada <strong>de</strong>l Diplomado<strong>de</strong> Creación Literaria <strong>2010</strong> <strong>de</strong> la UTP.117

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