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Julio-Diciembre 2010 - Universidad Tecnológica de Panamá

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comendada, sobre todo si se tenía en cuentaque se encontraban en tiempos <strong>de</strong> guerra endon<strong>de</strong> los procedimientos burocráticos que<strong>de</strong> por sí son lentos, ahora ni se movían, anquilosadosy relegados por las obligaciones<strong>de</strong> las tareas más urgentes. Un pariente <strong>de</strong>saparecidoen combate era un caso <strong>de</strong> entremiles que tenía que manejar un gobierno y,aunque él se consi<strong>de</strong>raba bueno en su profesión,sus pesquisas no habían dado resultadopositivo, por esa razón consi<strong>de</strong>ró una bendicióndivina el haberse encontrado cara a caracon aquel joven soldado que yacía en unacama <strong>de</strong> hospital y cuyo increíble parecidocon el <strong>de</strong> la foto lo llevó a pensar que habíadado con el hombre correcto.Buscó con ahínco todo lo referente al chico,pero encontró muy poco. Sin embargo,esa exigua información le indicaba que nose trataba <strong>de</strong> Ernest, sino <strong>de</strong> un soldado que<strong>de</strong>bido a un traumatismo <strong>de</strong> guerra sufría <strong>de</strong>amnesia y, <strong>de</strong>safortunadamente, los padres,sus únicos parientes, habían muerto en unacci<strong>de</strong>nte antes <strong>de</strong> recibir la noticia sobre supara<strong>de</strong>ro. Amparado en sus tretas <strong>de</strong> <strong>de</strong>tectivefalsificó los documentos necesarios que loautorizaban para sacarlo <strong>de</strong>l hospital y llevaral joven enfermo don<strong>de</strong> un familiar cercano,inexistente por supuesto. Fabricaría el casoperfecto <strong>de</strong> suplantación <strong>de</strong> personalidad–se rego<strong>de</strong>aba el <strong>de</strong>tective.Aunque el dinero que le daría doña Florenceera el motivo <strong>de</strong> su timo, él se envanecíapara sus a<strong>de</strong>ntros por haber encontrado el“match” i<strong>de</strong>al: <strong>de</strong> un lado tenía a un hombreenfermo <strong>de</strong> amnesia crónica y sin familia, y<strong>de</strong>l otro, a una anciana <strong>de</strong>seosa <strong>de</strong> tener ensus brazos al nieto amado. Y si, a<strong>de</strong>más, se tomabaen cuenta el increíble parecido con el<strong>de</strong> la foto, el asunto parecía una conciliaciónpactada en el mismísimo cielo.Ernest, por su parte, sentado a su lado,miraba las manos regor<strong>de</strong>tas <strong>de</strong> su salvador,el hombre que había llegado hasta la clínicapara ofrecerle un nombre y un futuro porque<strong>de</strong> su pasado no recordaba nada. El señorStevens le habló sobre la terrible enfermedad<strong>de</strong> su madre Emilie y el próximo encuentrocon su abuela, y él se sentía esperanzado porprimera vez en dieciocho meses <strong>de</strong>s<strong>de</strong> quesufrió aquel fatal traumatismo.El perrito <strong>de</strong> la señora Florence fue el primeroen anunciarle la cercanía <strong>de</strong>l automóvil.Ella puso sobre un banco sus tijeras podadoras,los guantes, el sombrero y el <strong>de</strong>lantal <strong>de</strong>jardinera y salió <strong>de</strong>l inverna<strong>de</strong>ro con un cestorepleto <strong>de</strong> coloridos tulipanes, los cuales colocaríaella misma en la habitación <strong>de</strong> su queridonieto.Ernest podía distinguir <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el auto a ladama que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lejos les saludaba con unpañuelo; estaba realmente extasiado con losextensos jardines y la magnífica y señorialmansión a la que se aproximaban. La tar<strong>de</strong>,que había estado nublada, se aclaró: las nubesse separaban para <strong>de</strong>jar pasar los rayos<strong>de</strong>l sol; parecía como si éste hubiese <strong>de</strong>cididoasomarse con el único afán <strong>de</strong> no per<strong>de</strong>rseel esperado encuentro, porque una vez terminadoslos saludos y los abrazos, y cuandoellos se a<strong>de</strong>ntraron en el caserón, se volvió aocultar, satisfecho.El <strong>de</strong>tective habló por breves momentoscon la señora Fogarty y ella le entregó un sobrecon el segundo tercio <strong>de</strong>l pago, pidiéndoleque por favor esperara diez días por el resto.“Cosas <strong>de</strong> viejas” ―pensó Stevens para susa<strong>de</strong>ntros cuando subió al coche y se dirigió ala ciudad.Entre la supuesta abuela y el joven, que sinsaberlo estaba usurpando la posición <strong>de</strong> nieto,había nacido una relación muy especial y cariñosa.Ella estaba radiante y rejuvenecida porsus recién adquiridas obligaciones <strong>de</strong> abuela yél, un hombre bueno, le correspondía.El <strong>de</strong>stino que parece ser veleidoso y anto-92

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