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Julio-Diciembre 2010 - Universidad Tecnológica de Panamá

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mi media naranja no gusta <strong>de</strong> ellas y yo prefieroevitar cualquier altercado.Sin darme cuenta me he tomado todo el trago.mejor me doy prisa y me sirvo otro, <strong>de</strong>bo<strong>de</strong> ingeniarme para conseguir su aprobación yasistir a la reunión <strong>de</strong> la <strong>Universidad</strong> que, graciasa Dios, será cerca <strong>de</strong> la casa. De lo contrariohabría gritos y bronca como el año pasado. Esavez no pu<strong>de</strong> asistir por culpa <strong>de</strong> la pelea que searmó y los celos se convirtieron en una ira queno sé <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> salió.¡Uy! creo escuchar el elevador. ¿Dón<strong>de</strong> escondoel vaso? Tal vez <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l sofá; la últimavez me tomó tan <strong>de</strong> sorpresa que tuve que hacermaniobras entre silenciosas y rápidas para<strong>de</strong>jarlo caer <strong>de</strong>l balcón; tuve mucha suerte <strong>de</strong>no haber matado a un cristiano.¡Ah, qué alivio!, falsa alarma. No escucho másque este silencio abrumador que pesa en casa atodas horas, o tal vez sea yo. ¿estaré entrandoen una <strong>de</strong>presión?Sigo en ascuas; no sé si llegará con sus normalesaltibajos <strong>de</strong> silencios con<strong>de</strong>natorios o estrépitosiracundos en un torrente <strong>de</strong> palabras.Estando en la oficina me llamó más <strong>de</strong> cincoveces al celular y no contesté porque me encontrabadirigiendo una reunión muy importante,bajo la mirada escrutante <strong>de</strong>l CEO <strong>de</strong> la compañía.cuando tuve un tiempo le llamé entre reunióny reunión y me aguanté sus gritos e insultos,acompañados <strong>de</strong> acusaciones sin razón. ledije una y otra vez que estaba en el trabajo, queme llamara al teléfono <strong>de</strong> la oficina; me colgóa media frase, no sin antes <strong>de</strong>cirme que podíaoler mis mentiras. Después <strong>de</strong> unas horas llamó,diciendo que era culpa mía por no haberle mandadoun e-mail a su Blackberry con la informacióncompleta <strong>de</strong> mis activida<strong>de</strong>s diarias.—se me pasó —respondí.—lo entiendo —dijo— a fin <strong>de</strong> cuentas ¿quése pue<strong>de</strong> esperar <strong>de</strong> ti? Si sigues así, tu colega,el segundo vicepresi<strong>de</strong>nte, tendrá tu puesto enmenos que cante un gallo; <strong>de</strong> todos modos esun milagro que tengas ese empleo.Era fácil imaginar esa mirada <strong>de</strong> hielo a través<strong>de</strong>l auricular. Por todo esto no sé cuál será sudisposición al llegar a casa. Suerte que le pagoa un servicio <strong>de</strong> limpieza para que la arreglediariamente, si no sería una cantaleta <strong>de</strong> nuncaacabar. Espero que le haya ido bien en todas lastransacciones que tenía que hacer este viernes,las cuales siempre son complicadas por el cierre<strong>de</strong> la semana. esa es la causa normal <strong>de</strong> sus tardanzas.¡Pobre, trabaja tanto...!Se me está acabando el trago ¿me tomo otro?No, mejor me voy a dar una ducha caliente, nollegue y diga, como en ciertas ocasiones, quesiempre que estoy en casa me parezco a las personassin hogar que ve en la calle y que <strong>de</strong>testatanto.También <strong>de</strong>bo apresurarme a sacar el sushique le gusta cenar todos los días; le tiene aversióna comer cualquier cosa que esté envueltaen envases plásticos, no los pue<strong>de</strong> ni ver, así esque haré eso antes <strong>de</strong> ir a la ducha.Tengo miedo <strong>de</strong> que se vaya a repetir el <strong>de</strong>sastre<strong>de</strong> la semana pasada. El sueño me invadió<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la ducha y <strong>de</strong>sperté por culpa<strong>de</strong> unos estrepitosos ruidos <strong>de</strong> la vajilla antigua<strong>de</strong> sushi que atronaban <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la cocina. El ruidoque provocaba la vieja loza pesada rompiéndosecontra el piso <strong>de</strong> granito negro <strong>de</strong> la cocinafue algo que me tomó por sorpresa; hasta esedía no le había dado por romper cosas que legustan, o al menos las que yo creía que le gustaban.Cuando vio mis pupilas <strong>de</strong>sorbitadas porel asombro y el espanto <strong>de</strong> observarle en aquelestado, se enfureció con mayor saña. Con todassus fuerzas tiró en mi dirección una ban<strong>de</strong>ja <strong>de</strong>color rojo combinado con ónix negro y pintadaa mano. Todavía llevo el moretón ver<strong>de</strong>-amarillentoen el pecho; por suerte no me cortó lapiel. No tiene importancia, ni siquiera me dolió.Claro que <strong>de</strong>spués se arrepintió. De allí salióel Bentley. me lo mandó a la oficina. Pidió quequitaran mi Jaguar viejo <strong>de</strong>l estacionamiento y,82

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