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Julio-Diciembre 2010 - Universidad Tecnológica de Panamá

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ino terminó siendo el único verda<strong>de</strong>ramenterico en todo el villorrio.Y en este punto el anciano cronista puso fina la lectura <strong>de</strong> aquella parábola olvidada, porno <strong>de</strong>cir oxidada. Luego, le habló a su perplejoamigo con estas tiernas palabras:–Espero que le haya gustado lo que acaba<strong>de</strong> escuchar, aunque sé que no lo ha entendidototalmente por lo retorcido <strong>de</strong>l lenguaje...De todas maneras, <strong>de</strong> lo que no haya logradodigerir, saque usted las conclusiones que le déla real gana. Mire, Fulgencio, usted podrá tenertodo el aspecto <strong>de</strong> un trastornado mentalmanicomiable, pero <strong>de</strong> loco, lo que se dice <strong>de</strong>loco, usted no tiene ni un pelo. Eso se lo puedoasegurar.Y habiendo dicho esto, don Macario dio mediavuelta y se fue, a pasos lentos, por el mismocamino peregrino que lo había traído.Fulgencio, <strong>de</strong>jó rodar por sus mejillas unascuantas lágrimas furtivas, y no le <strong>de</strong>spegó lavista a aquel personaje caído <strong>de</strong>l cielo, por así<strong>de</strong>cirlo, hasta que lo vio <strong>de</strong>sdibujarse por completoen lontananza.Jo r g e Kattán Za b l a h: Narrador y ensayista salvadoreño.Se tituló <strong>de</strong> Abogado en Chile y <strong>de</strong> Doctor en literaturaespañola y latinoamericana en Estados Unidos. Es autor<strong>de</strong> cinco colecciones <strong>de</strong> cuentos y <strong>de</strong> un libro (ensayo)sobre el tema <strong>de</strong> Don Juan. Sobre su narrativa sehan escrito numerosos ensayos. Sus cuentos figuran enantologías a nivel salvadoreño, centroamericano y latinoamericano.Casi todos sus relatos tienen lugar en Cojontepeque,una ciudad mítica a la vera <strong>de</strong> Comala y<strong>de</strong> Macondo. Es Director Emérito <strong>de</strong>l Departamento <strong>de</strong>Español <strong>de</strong> la institución académica Defense LanguageInstitute, en Monterrey, California. Es miembro correspondiente<strong>de</strong> la Aca<strong>de</strong>mia Salvadoreña <strong>de</strong> la Lenguay <strong>de</strong> la Aca<strong>de</strong>mia Norteamericana <strong>de</strong> la Lengua Española.Resi<strong>de</strong> en Carmel, California.La señoritaAureliaPo r Ma r í a Teresa Az u a r aMexicanaEsa mañana la señorita Aurelia se levantómás temprano que <strong>de</strong> costumbre.Había dormido mal, con un <strong>de</strong>sasosiego quela inquietaba. Qué sería esa sensación en elpecho, como un cosquilleo que por momentosse convertía en galope. “Taquicardia”, lehabía dicho el médico unas semanas antescuando lo había visitado alarmada. ”Pero nohabía que preocuparse, eran cosas <strong>de</strong> la edad.Necesitaba caminar, llevar una vida sana, tranquila”.Pero si así eran sus días, sin mayoressobresaltos. Bueno, tendría que darse prisasi quería llegar a misa <strong>de</strong> siete, así que tomóun baño rápido, se recogió el cabello gris conuna peineta y se puso el vestido azul con bordadosa mano que la hacía verse más joven, apesar <strong>de</strong> las marcadas líneas alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> losojos que ya no podía disimular. Un poco <strong>de</strong>rubor, unas gotas <strong>de</strong> su loción <strong>de</strong> jazmín y no<strong>de</strong>bía olvidar el chal negro sobre la cabeza.“No pue<strong>de</strong>n entrar en el templo sin cubrirse lacabeza”, <strong>de</strong>cía <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el púlpito el padre Lucianocon el entrecejo fruncido cuando veía a algunamujer <strong>de</strong>scubierta. Pues sí, tenía razón,era en señal <strong>de</strong> respeto al Señor. Jaló la puertay bajó sin hacer ruido para no <strong>de</strong>spertar a loshuéspe<strong>de</strong>s. Doña Roque, la dueña <strong>de</strong> la casa,tomaba en pequeños sorbos su imperdonablecafé <strong>de</strong> la mañana en la mesa <strong>de</strong> la cocina,mascullando algo apenas inteligible queparecían ser sus pendientes <strong>de</strong>l día. Aureliano quería entretenerse, sabía que comenzar aconversar con ella era per<strong>de</strong>r toda la mañana.78

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