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Julio-Diciembre 2010 - Universidad Tecnológica de Panamá

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—Pero, y usted, ¿ por qué trabaja, entonces?¿No tiene usted también parientes en el Nortey en otros lugares?—Sí, los tengo...Y al principio me mandabanremesas, pero a los pocos meses me cansé yles dije que, por favor, ya no me enviaran dinero,que prefería valerme por mí mismo, comoha sido la tradición <strong>de</strong> toda mi familia. Aquí,entre nos, yo sospecho que esta bola <strong>de</strong> juerguistasalgún día va a recibir un castigo divino,ejemplar...Como ha podido ver, señor cronista,aquí todo el mundo está enfiestado. Cuandoles pasa el cansancio y la embriaguez a los queestán durmiendo en las calles, <strong>de</strong>spiertan y seincorporan a este relajo. Entonces, otros caenal suelo como guineos maduros y empiezan aroncar, y así sucesivamente se van turnando. Elasunto es que aquí todo es diversión y fiesta,amigo...Una feria eterna.—Me parece que sus i<strong>de</strong>as, mirándolas <strong>de</strong>tenidamente,tienen sentido.—Así pienso yo también, pero aquí me tienenpor loco y <strong>de</strong>scriteriado - Y continuó conencendidas palabras:—Es que esto no pue<strong>de</strong> ser, Don Macario,porque ese dinero que viene <strong>de</strong> nuestros parientespobres que están afuera, a don<strong>de</strong> hanido en busca <strong>de</strong> un sueño que no se pue<strong>de</strong> alcanzar,y don<strong>de</strong> en este mismo momento estánsufriendo penurias, discriminación y otras injusticias,<strong>de</strong>bería ser usado para ayudar a quemejoren los más pobres, que somos nosotros,y no para malgastarlo, como se está haciendoen este caserío. ¡Es un <strong>de</strong>sperdicio sin nombre!¿Qué dice usted, Don Macario? ¿Estoy loco ono? ¡Usted dirá!—Pues no me lo va a creer usted, pero aquímismo ando llevando en el bolsillo algo que leírecientemente en una vieja gaceta <strong>de</strong> mi comarca.Estoy seguro <strong>de</strong> que a usted, Fulgencio,le viene al pelo. ¿Qué le parece si nos acomodamosbajo la sombra <strong>de</strong> aquel frondoso conacastepara que se lo lea?—Magnífico, así también logro <strong>de</strong>scansaraunque sean unos quince minutos.Y luego <strong>de</strong> que ambos se instalaron cómodamente,el cronista, calándose las antiparrassobre su roñosa nariz, engoló la voz y dio comienzoa la lectura:DE CÓMO LO BUENO Y ABUNDANTERESULTÓ DAÑINOUn día <strong>de</strong> tantos, Dios, mostrando acusadapreocupación en el semblante, llamó a SanPedro a gritos <strong>de</strong>spepitados. Era obvio que elasunto era urgente no sólo por los chillidos quehabía pegado, sino también por lo que le dijo asu predilecto empleado celestial:—Mirá, Perico, ¡llamame inmediatamentea todos los miembros <strong>de</strong> mi gabinete! Tengoque resolver un asunto que no me <strong>de</strong>ja conciliarel sueño.En cuestión <strong>de</strong> segundos ya estaban los santosreunidos alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> su admirado JefeSupremo, cada uno <strong>de</strong> ellos acomodado sobreuna nube. Dios, tal como le correspondíapor su elevada jerarquía, hizo lo propio, <strong>de</strong>spernancándosesobre un cirro muy gran<strong>de</strong> yesponjoso. Y así dio comienzo aquella insólitaasamblea plenaria a abocarse a la cuestión queel Jefe Máximo traía entre manos.Dios les dijo que había estado observandocon mucha atención lo que ocurría en unpueblucho centroamericano que ni en el mapaaparecía, don<strong>de</strong> los sufridos lugareños laborabansin parar, a veces hasta dieciséis o veintehoras al día. Lo dicho incluía, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> hombresrecios, a niños, mujeres y ancianos, segúnles hizo ver en aquella patética oportunidad.En seguida, y sin po<strong>de</strong>r escon<strong>de</strong>r su divina irritación,les dirigió la palabra en estos términos:—Hermanos, os he mandado llamar paraque me ayu<strong>de</strong>n a encontrarle solución a estatragedia humana que os acabo <strong>de</strong> relatar.76

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