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Julio-Diciembre 2010 - Universidad Tecnológica de Panamá

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¡Qu é e x t r a ñ o es el p a í s d e l a s l á g r i m a s!An t o i n e d e Sa i n t-Ex u p é r ySol <strong>de</strong>septiembrep o r Ulises Ju á r e z Po l a n c oNicaragüenseLa casa era humil<strong>de</strong> y no ayudaba que fuéramoscatorce niños. Mamá vendía pan en el puebloy nunca conocimos a papá; escuchábamos esa palabray no la i<strong>de</strong>ntificábamos con nadie ni nada, quizáscon las papas que rara vez comíamos.El mayor <strong>de</strong> nosotros, Primero, nos cuidaba. Ya nolo recuerdo, se fue a esta guerra apenas inició y nuncaregresó. Un día le dijo a mamá, “me voy al ejército, laPatria me reclama”. Me pareció extraño, su novia eraTeresa, así que por días indagué sin éxito por esa talPatria. Los más compasivos me preguntaban si el nombreno era Patricia o Priscila; yo llegué a pensar que enel mundo sólo había una Patria, aquella que raptó a mihermano y que sería hermosa y tranquila, a diferencia<strong>de</strong> Teresa, que me caía mal porque me apretaba los cachetescada vez que me encontraba. Pobre <strong>de</strong> mí, teníadiez años.Luego fueron marchándose, uno a uno, mis otroshermanos. Cuatro <strong>de</strong> ellos se fueron en pareja, con unpar <strong>de</strong> días <strong>de</strong> diferencia y a bandos contrarios. Así sefueron Segundo y Quinto, Tercero y Séptimo. Un mes<strong>de</strong>spués, Cuarto, Sexto, Octavo, Noveno y Doceavo (éldos años menor que yo) se sentaron en los tablones<strong>de</strong>l patio, llamaron a mamá y la abrazaron: “es por laPatria, vamos a luchar por ella”.La guerra continuó en el país; cumplió ocho años<strong>de</strong> fuego y acero y en casa sólo quedamos cuatrohermanos. Mamá ya no vendía pan, el maíz costaba<strong>de</strong>masiado y <strong>de</strong> todos modos la gente <strong>de</strong>l pueblo notenía cómo comprarlo, así que entre todos le compramosuna Singer centenaria que supuestamente fue <strong>de</strong>Blanquita Aráuz, la mujer <strong>de</strong> Sandino.Una tar<strong>de</strong> mamá recibió un telegrama don<strong>de</strong> le pedíanbajar al pueblo. Todos querían acompañarla, perose los prohibí. Como hermano mayor, les or<strong>de</strong>né quedarsey no salir bajo ninguna circunstancia. “Alimentenal chancho, el pobre parece perro”, fue lo último queles comenté cuando salí hacia mi <strong>de</strong>stino. “Mamá, vostambién te quedás. Ahora iré yo”. Hasta entonces y porsiempre, jamás olvidaba la entereza con que mi madre,vestida triste <strong>de</strong> negro, había caminado nueve vecesrumbo al pueblo a recibir la noticia <strong>de</strong> muerte en combate<strong>de</strong> alguno <strong>de</strong> sus hijos.Llegué a la oficina y elogiaron mi valor <strong>de</strong> aparecer.Me arrastraron al cuarto contiguo mientras me resistíabajo una fachada. No era ningún baboso, ya teníaedad para el servicio militar y sabía que si no me enlistaba“voluntariamente” irían a la comarca a buscarme,y tal vez a Onceavo, Treceavo y Catorceavo, ¡ninguno<strong>de</strong> ellos llegaba a los trece años! Por eso fui, por ellos.Odiaba esta guerra que mataba con balas a los involucradosy <strong>de</strong> hambre a los <strong>de</strong>más, mientras los culpablesfelices en sus fincas y mansiones, festejando entreellos el daño que nos hacían.“Aquí dice que tenés edad suficiente para lucharpor la Patria”, dijo el sargento. Ya lo ven, tanto tiempo<strong>de</strong>spués y nuevamente ella. Para alguien a quien “la Patria”le había arrebatado diez hermanos, tal explicaciónera la peor forma <strong>de</strong> reclutamiento. Hice lo planeado.Me escapé nomás tuve la oportunidad y me uní a laguerrilla, para luchar por la Patria.Los años pasaron y <strong>de</strong> no ser este mundo incomprensible,hubiera sido feliz con esta guerra que prontoganaremos.Pero no lo seré.Sé que hoy, cuando luchando por la patria liberemosal pueblo, me encontraré a Onceavo y Treceavorepeliendo la toma, leales al enemigo. Or<strong>de</strong>naré a mishombres un alto al fuego. Les gritaré qué diablos estánhaciendo ahí, y mis hermanos dirán, “luchamos por laPatria”. Las ráfagas siempre tiñen la tierra con sangre<strong>de</strong> hermanos. Suspiraré bajo el sol <strong>de</strong> septiembre y mislágrimas, llenas <strong>de</strong> tierra y sal, lamentarán lo vivido.En la comarca queda mamá, sola con su Singer centenaria.Ulises Ju á r e z Po l a n c o (Managua, 1984). Narrador, traductory editor. Ha publicado las colecciones <strong>de</strong> cuentosSiempre llueve a mitad <strong>de</strong> la película (Managua, 2008) yLas flores olvidadas (México: FONCA/AECID, 2009). Entreotras recopilaciones, es uno <strong>de</strong> sólo dos autores incluidosen ambos tomos <strong>de</strong> la Antología <strong>de</strong> la novísima narrativa brevehispanoamericana, editada por Unión Latina en 2007.58

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