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Nov. Dic. Nº 356-357 - Biblioteca Virtual El Dorado

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estas disposiciones raras veces fue del todo efectiva. De hecho fueronmuy a menudo letra muerta.La inveterada costumbre de la época de hacerse acompaiar porun enjambre de criados y alegados, entre parientes lejanos y cercanos,fue causa de que los controles que se pretendían llevar sobre losOidores perdieran, si no todo, sí gran parte de su efecto. Desde elmismo momento en que se estableciÓ la Audiencia, el Oidor llegabacon un acompaiamiento de seguidores de confianza que trataba deacomodar como pudiera en posiciones de importancia dentro delengranaje gubernamental, y hacía uso de su influencia para asegurarlosen matrimonio con las mujeres de las élites. Esta costumbrenunca se abandonÓ, aunque por supuesto unos abusaron más queotros. De hecho la ley no contemplaba con claridad estos casos ypor ese portilo el Oidor podía tranquilamente burlar el espíritu quela había inspirado.Por otra parte, no eran raros los Oidores que viajaban con mujere hijos a su destino y nadie podía evitar que éstos adquirieran estadoen las capitales donde ejercían sus progenitores, con lo que lasprohibiciones en esta materia acababan por nulificarse, pues por estavía los Oidores pasaban a emparentarse localmente. Referentes a esteproblema hay en Panamá varios ejemplos claros, sobre todo desdeprincipios del siglo XVII, como en el caso del Oidor Alonso Coronadoy UUoa, cuyos dos hijos no solo casan en Panamá, sino queocupan, a su tiempo, la Alcaldía Mayor de Natá, el Gobierno deVeragua, y la Alcaldía Mayor de Portobelo,La relación de compadrazgo fue otro de los recursos de que sevalieron los Oidores para entroncarse con los grpos elitistas, como lohizo el Oidor Alonso Espino de Cáceres.Aunque la plaza de Panamá era sólo una escala en la carrera delos Oidores, para muchos ésta fue la última. Una carrera exitosa típicapodía ser la siguiente. Luego de concluidos los estudios en Alcalá,Avila o Salamanca, y de ejercer por algún tiempo la cátedra de jurisprudencia,el candidato acéptaba un nombramiento en América enalgunas de las plazas inferiores, como la de Puerto Rico; despuésde algunos años era promovido a la de Panamá; luego a la de SantaFe, Charcas, Quito, Chile o Guatemala, y de allí a la Alcaldía delCrimen en Lima o a alguna Presidencia en propiedad. Hubo Oidoresque ascendieron directamente desde la de Panamá a la de Lima, yen algún caso excepcional a la de Sevila, como Sebastián J osephSamaniego hacia 1742, lo que era un verdadero triunfo raras vecesalcanzado.<strong>El</strong> tiempo de duración en los cargos era muy variable, aunque porlo general y si no ocurría un percance grave -como el de que el113

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