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Nov. Dic. Nº 356-357 - Biblioteca Virtual El Dorado

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Jlas élites por controlar las riendas de la vida pública, es decir ejercerel poder político local, y dominar la vida económica y social. Tal vezmuchos piensen -por prejuicio, o porque así lo aprendieron en loslibros o la escuela- que la práctica polí,tica durante la Colonia estuvoreservada nada más que a los funcionaros venidos desde España yque el resto de la sociedad -blancos ricos de las é1ites comprendidoslesdejaba hacer, sometiéndose mansamente a su mandato. No hubotal Pax Hispana. y la verda.d es que nada se aleja más de la realidadque la imagen de una sociedad colonial ajena al quehacer político.Sin duda hubo Presidentes, Oidores y por supuesto Virreyes -e inclusouno que otro funcionario menor- que ejercieron un podercasi omnímodo que pocos o ninguno se atrevió a cuestionar; perotambién hubo caudilos locales, o grpos de poder locales, que hu~milaron la autoridad peninsular e hicieron de las suyas como verdaderosseñores de la tierra, imponiendo su voluntad incluso por variasgeneraciones. Panamá fue en ese sentido, no una excepción,sino más bien la norma. Se trata de un campo de estudio todavíavirgen, pero fecundo. <strong>El</strong> juego del poder, sin embargo, tenía sus reglas.No bastaba con querer mandar y ejercer el control sobre.losdemás, solo porque se tenía el poder del dinero o la audacia deimponerse por medios violentos. Era preciso ajustarse a ciertos códigos,obedecer determinados principios. La propia experiencia deSanta María de la Antigua ilustra este punto.En primer lugar -y esto merece destacarse- no se trataba de unacto de rebeldía contra la Corona. Por el contrario, se trataba de poneral Conquistador directamente bajo su obediencia. Quitarse delpaso a Enciso era desembarazarse de un intermediario, por lo demásmuy peligroso como se descubriría después, <strong>El</strong> Conquistador podíaentablar así un diálogo directo con la majestad del Rey, sin másobstáculo que la inmensidad del mar, para exponerle sus necesidadesy solicitar1e apoyo a fin de realizar puevas hazañas, engrandecer losdominios reales y aumentar sus riquezas. Lo segundo es la congregacióndel grpo humano en un centro urbano, cuyo establecimiento esla condición esencial para la posesión de las nuevas tierras. Lo terceroes la formación de un Cabildo como órgano de gobierno, una instituciónde honda raigambre en la Madre Patria. La noción de un podercentral contralor, al que debe mantenerse una vinculación subordinada,una mentalidad urbana y la implantación de una forma de gobiernolocal, parecen constituir pues los tres principios reguladores delcomportamiento político del Conquistador. Estos hechos merecenresaltarse, pues fue sobre esa triogía que se originó su experienciapolítica y sobre esas mismas bases fue que se desencadenó, en granparte al menos, la lucha por el poder durante los tres siglos de vidacolonia.99

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