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Miguel Ángel Sáez Gutiérrez «Marino» Usted que ha conocido la sociedad de finales del tercer milenio y tendrá unaidea general de los hechos históricos acaecidos en el transcurso del milenio,puede dirigir una carta a los habitantes del cuarto milenio con el fin demostrarle sus inquietudes y a su vez invitar a quienes vivan a finales delcuarto milenio a escribir una carta dirigida al quinto milenio.¿Cuál es el objeto de esta cadena de cartas unidireccionales hacia losmilenios venideros?, podría asemejarse al final del cierre contable de unejercicio, ya sea trimestral o anual, se recogen los apuntes de la actividad y sehace un balance de pérdidas y ganancias.Es la experiencia lo que enriquece un pueblo, si tomamos el ejemplo de losmaestros artesanos, o los artistas que pasan sus experiencias de padres ahijos, encontramos que el producto final que elaboran dichos artesanos es deuna excelente calidad.Otro ejemplo que me gustaría relataros es el de un recién estrenado maestroguitarrero, mi hermano Santi que comenzó hace pocos años a hacerguitarras, la evolución que ha ido experimentando desde la primera guitarraque elaboró hasta la última es vertiginosa.No pretendo ser maestro con esta carta, no soy muy amigo de dar leccionesde la vida, pues confieso que a lo largo de mi corta experiencia de cuarentaaños he cometido muchos errores, algunos nefastos, pero de todos ellos hesabido recoger un acierto importante, tratar de aprender de todos y cada unode ellos con el propósito de mejorar lo presente.Mi objeto no es alardear de conocimientos cuando soy consciente de que nosoy docto en materia alguna, y que cada día que se despierta uno tiene lainmensa suerte de poder aprender algo nuevo, tan solo pretendo dejarconstancia de mi experiencia con la idea de que pueda ser beneficiosa paraalguno de mis lectores.Para terminar esta carta a los habitantes del tercer milenio y posdata a los delcuarto milenio, creo que la mejor manera de hacerlo es con una palabra quesiempre me ha gustado y que me produce una sensación de bienestarpronunciarla, es la humildad.Hay un frase propia de mi tierra que dice: «ay, juventud, divino tesoro», yoprefiero sustituir la palabra juventud por humildad, tan paradójico como lavida misma resulta que todo aquel de condición humilde, exento deriquezas, joyas y oro, a pesar de que conoce su existencia no las ansía, puessaber que la verdadera riqueza radica en algo intangible, la felicidad.El cáliz de su parroquia donde toma la comunión los domingos carece dejoyas incrustadas, es sencillo, de madera desgastada, del mismo material quemanipulaba el artesano carpintero padre de Jesús.No me digan que no les atrae la idea de vivir en una casa de piedra a la luzde la candela con oficio artesano, comiendo pan, queso, jamón y bebiendovino de pueblo, ¿la vida sencilla acaso se ha tornado en utopía?- 149 -

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