sustituyeron a las Brough; me fascinaba volar, aunque no pilotase yo. Siempre me habíagustado la aviación: es el futuro. Es curioso que nadie en Inglaterra se dé cuenta <strong>de</strong> esto.Y no digo ya solamente lo que correspon<strong>de</strong>ría al arte, sino a la potencia militar; merefiero al aspecto puramente ofensivo y <strong>de</strong>fensivo. Nadie quiere darse cuenta <strong>de</strong> laimportancia <strong>de</strong> la aviación. Des<strong>de</strong> el fin <strong>de</strong> la guerra, no ha pasado un día sin que sepretenda disolver a la RAF, o <strong>de</strong>splazarla convirtiéndola en “auxiliar” <strong>de</strong> la Armada <strong>de</strong>lEjército. Si no hubiera sido por Trenchard y por Churchill, ya lo habrían conseguido. Yes el “escudo” <strong>de</strong>l futuro.Pero lo que a mí me fascina no eran las consi<strong>de</strong>raciones militares: era lo que volartenía <strong>de</strong> aventura magnífica, y solitaria. Cuando uno cruzaba los cielos en aquellosBristol, el aire silbando sobre la ma<strong>de</strong>ra <strong>de</strong>l fuselaje, siendo parte <strong>de</strong>l aire... Era como enel <strong>de</strong>sierto, solo, sentir tan intensamente la soledad, pero una soledad limpia, don<strong>de</strong> elpropio cuerpo se disuelve y sólo queda el estremecimiento <strong>de</strong> la intuición, más rápidaque el pensamiento, que guía nuestras acciones. Yo miraba a los pilotos y me dabacuenta <strong>de</strong> que habían <strong>de</strong>jado <strong>de</strong> ser un cuerpo humano, para convertirse en una masa <strong>de</strong>instinto con unas conexiones con los mandos <strong>de</strong>l avión, casi fundidos a éstos. La mismasensación que yo he tenido siempre al correr en motocicleta: un solo cuerpoinvulnerable lanzado por un agujero <strong>de</strong> velocidad, fuera <strong>de</strong>l mundo y <strong>de</strong> lo que somos.Pero en los aviones esa sensación era superior. Abríamos el cielo, nos <strong>de</strong>jábamos<strong>de</strong>vorar por esa luz.Acabo <strong>de</strong> recordar algo magnífico que <strong>de</strong>cía William Hazlitt: que la fama no essino lo mismo que el amor por lo excelente.Pu<strong>de</strong> trabajar sin problemas en la corrección <strong>de</strong> pruebas <strong>de</strong> Las siete columnas,que conseguí terminar, y a<strong>de</strong>más preparé -fue una i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> Jonathan Cape- en unos díasuna versión abreviada, que con el título Rebelión en el <strong>de</strong>sierto, Cape pensabacomercializar a gran escala en Inglaterra y Estados Unidos. Me aseguró que losbeneficios serían enormes, por lo que sin pensarlo más legué todos los <strong>de</strong>rechos alfondo benéfico <strong>de</strong> la RAF, para pagar estudios <strong>de</strong> hijos <strong>de</strong> oficiales caídos en la guerra.Me trasladaron -ahora hace exactamente dos años- a Karachi. Me alegróabandonar Europa; con suerte, para siempre. En la India sí iba a ser muy difícil quenadie me reconociese. Me traje mis libros más queridos -mi Virgilio, mi Tácito, miStevenson, mi Montaigne, mi Shakespeare, mi Stendhal, mi Plutarco, mi Melville-. Iba<strong>de</strong>stinado a talleres, pero ya conseguiría formar parte <strong>de</strong> las tripulaciones. ¡Y volar!Estando en Karachi salió en Inglaterra Rebelión en el <strong>de</strong>sierto. El éxito fue <strong>de</strong>scomunal;se vendieron más <strong>de</strong> cuarenta mil ejemplares en menos <strong>de</strong> tres semanas. Qué dicha estarlejos. Mis únicos contactos con Londres eran la mujer <strong>de</strong> Shaw, Charlotte, Hart yHogarth. Durante dos años no he hecho sino volar <strong>de</strong> vez en cuando -menos <strong>de</strong> lo queme hubiera gustado-, algún trabajo que no me interesaba nada pero que tampoco medaba problema alguno, y leer, leer. Todos mis viejos libros, una y otra vez, y los que mehice enviar, y los que me han ido regalando los Shaw. Recibí -por mediación <strong>de</strong> Hartunacarta <strong>de</strong> un italiano, Malaparte, con unos escritos suyos inéditos, que me interesaronmucho: un escritor <strong>de</strong> raza. Volví a leer todos los libros <strong>de</strong> Conrad -ah, El corazón <strong>de</strong>las tinieblas, Victoria, La línea <strong>de</strong> sombra, Lord Jim, ah-, Virginia Woolf me mandó suespléndido Orlando. Me había hecho con un gramófono y algunas placas. Creo que heescuchado más <strong>de</strong> doscientas veces el O patria mia <strong>de</strong> Rosa Ponselle. Insuperable.Recibí también una carta «muy educada» <strong>de</strong> Allenby, felicitándome por Rebelión en el<strong>de</strong>sierto y sobre todo por Las siete columnas <strong>de</strong> la sabiduría, que yo había sugerido quese le enviase. Me alegró; yo respetaba a Allenby, aunque hubiésemos tenido diferencias,pero siempre fue un verda<strong>de</strong>ro militar alejado <strong>de</strong> los trapicheos <strong>de</strong> la política. Churchillme escribió -también lo dijo públicamente en Inglaterra- contándome que le había89
emocionado y que la altura literaria <strong>de</strong> mi texto convertía sus propias memorias enperiodismo. Cape me comunicó que se empezaban a hacer traducciones a diversaslenguas, y que el interés <strong>de</strong>l público aconsejaba lanzar al mercado una biografía mía,que le había ofrecido a Graves -<strong>de</strong>s<strong>de</strong> la época <strong>de</strong> Oxford Graves había tomado muchasnotas en conversaciones conmigo y estaba muy interesado en ello-. Le dije que<strong>de</strong>cidiera lo que quisiera, siempre que yo no tuviese que aparecer en parte alguna.Ah... Qué bien se está ahora. El fresco <strong>de</strong> la noche entra por la portilla. Todo eldía ha hecho un calor angustioso.En noviembre recibí una noticia que me conmocionó: Hogarth había muerto. Medi cuenta <strong>de</strong> que ese hilo era el único que aún no había cortado con el pasado. Hogarthera mi juventud, el hombre que acaso hizo posible todo, y siempre estuvo cerca <strong>de</strong> mícon sus consejos y su apoyo. Ahora sí estaba y a solo, absolutamente solo.Y <strong>de</strong> repente, el vértigo <strong>de</strong> esa soledad fue como si cebase al animal <strong>de</strong>l suicidioque durante los últimos tiempos se había mantenido apartado <strong>de</strong> mi cabeza. Ahora salía<strong>de</strong> su cubil, reptaba <strong>de</strong> nuevo por mis nervios. Porque hay muertes que son «lo que lesuce<strong>de</strong> a otro», pero hay muertes que se llevan pedazos <strong>de</strong> uno mismo, en que parte <strong>de</strong>uno mismo muere con ella. Y Hogarth era un pedazo <strong>de</strong> mi vida que <strong>de</strong>saparecía tanbrutalmente como si me hubiesen amputado un brazo, una pierna. Algo que no me habíasucedido ni con mis hermanos ni con mi padre.Pasé ese Invierno sumido en una <strong>de</strong>presión que me impedía concentrarme ennada. Da igual, <strong>de</strong> todas formas, porque no hay nada que merezca la pena; pero lasensación física era <strong>de</strong>sagradable. Me sumergí en mis recuerdos <strong>de</strong> los campamentospor don<strong>de</strong> había arrastrado mis varios yo falsarios. Contar esa sensación <strong>de</strong>«indiferencia» que allí me había hecho rozar la felicidad, me pareció un temainteresante. Empecé a escribir fragmentos sueltos que poco a poco fueron creciendohasta convertirse en una novela 55 . Después volví a leer Bartleby <strong>de</strong> Melville, y lo rompítodo: el texto <strong>de</strong> Melville convertía en vulgar cuanto pretendiera internarse por esecamino. Era como lo que había leído <strong>de</strong> ese austríaco <strong>de</strong>l que me han dicho que hamuerto hace tres o cuatro años, Kafka, Franz Kafka. Pocas veces una prosa me haimpresionado tanto; a su lado parecían inanes obras magníficas. Sin embargo, la i<strong>de</strong>a nome abandonó, quizá como auto<strong>de</strong>fensa inconsciente, como forma <strong>de</strong> agarrarme a algoque me impidiera dar cada día un paso más hacia el suicidio. Redacté <strong>de</strong> nuevo el libro,y se lo envié a Bernard Shaw. Al menos podía ser un documento sobre el caldo <strong>de</strong>cultivo <strong>de</strong> esa «indiferencia» que tanto me apasionaba. A Shaw no le gustó. Entonces selo envié a Trenchard; me pareció obligado, ya que al tratar los aspectos -para ellos- mássórdidos <strong>de</strong> la vida militar, la más exigua lealtad a quien tanto había hecho por míllevaba a someterle el original. Trenchard, como yo esperaba, me dijo que no loencontraba «conveniente».Karachi empezó a hastiarme -no tengo recuerdos <strong>de</strong> mi estancia allí-. Es unaciudad <strong>de</strong> medio millón <strong>de</strong> habitantes, creciendo a un ritmo frenético, comercial en elpeor sentido <strong>de</strong> la palabra, don<strong>de</strong> nadie tenía otro interés que no fueran las ganancias<strong>de</strong>rivadas <strong>de</strong>l trigo <strong>de</strong>l Punjad o el algodón <strong>de</strong> Sind. Quizá en otros momentos <strong>de</strong> mivida hubiese ben<strong>de</strong>cido la posibilidad <strong>de</strong> tener a mano, <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r estudiar los restos <strong>de</strong>las colonias griegas, lo que queda <strong>de</strong>l reino indogriego <strong>de</strong> Demetrio. Pero no pisé unmuseo ni prácticamente salía <strong>de</strong> mi oficina. El tráfago que se sentía en el aire -toda laIndia es un disparate- me molestaba. Solicité el traslado; y me enviaron a Miranshad,muy cerca <strong>de</strong> la frontera <strong>de</strong> Afganistán, a un <strong>de</strong>stacamento don<strong>de</strong> no éramos más <strong>de</strong>veintiséis hombres. Contento <strong>de</strong> <strong>de</strong>jar Karachi, empaqueté mis libros y me dispuse a55 EL TROQUEL.90
- Page 2 and 3:
LAWRENCE DE ARABIALA CORONA DE AREN
- Page 4 and 5:
En recuerdo de mi madre, María del
- Page 6:
O THOU, ARABIAN BIRD!-WILLIAN SHAKE
- Page 9 and 10:
noche casi podía tocar las estrell
- Page 11 and 12:
enormes pórticos cavernosos sobre
- Page 13 and 14:
miraba extasiado ese rostro, suave
- Page 15 and 16:
tumba de Hanza, en las afueras de M
- Page 17 and 18:
comprender que es un instrumento m
- Page 19 and 20:
Bombay 9 de EneroBueno sigo con Egi
- Page 21 and 22:
esplandeciente como lomos de sardin
- Page 23 and 24:
Las quebradas de olivares hacia Anf
- Page 25 and 26:
ese ataque hacia el ala izquierda d
- Page 27 and 28:
corazón ardían en ese sueño magn
- Page 29 and 30:
vigilaba sus campamentos del desier
- Page 31 and 32:
Mando de El Cairo por su retraso y
- Page 33 and 34:
Alejandro: Y la tierra temblaba ant
- Page 35 and 36:
su arte más sutil en atraerse a to
- Page 37 and 38:
como había pensado, apartar la mir
- Page 39 and 40: sus ojos. Los gritos del marroquí
- Page 41 and 42: Llegué a Alepo para Año Nuevo. Me
- Page 43 and 44: continuidad. En uno de los viajes a
- Page 45 and 46: que quisiera y me ofreció al Jerif
- Page 47 and 48: artista en untar con manteca a los
- Page 49 and 50: Establecimos un campamento para alg
- Page 51 and 52: derramarme en esa carne.Abracé a A
- Page 53 and 54: 12 de Enero. Mar Arabigo.Lo que cad
- Page 55 and 56: ultratumba la formación de muertos
- Page 57 and 58: facilitasen dinero y municiones, au
- Page 59 and 60: ¿Y era ésta la esposa de Héctor,
- Page 61 and 62: Le ordené a Alí ibn Hussein que a
- Page 63 and 64: -Sí. Es un espectáculo hermosísi
- Page 65 and 66: presencia del gobernador, Hajim Bey
- Page 67 and 68: sentirse Dios. En aquel mundo de so
- Page 69 and 70: Auda y yo. Thomas, henchido de demo
- Page 71 and 72: He intentado dormir. Pero no puedo.
- Page 73 and 74: moverse una cabra o un perro. Algun
- Page 75 and 76: Y subí al Rolls y nos pusimos en m
- Page 77 and 78: No logré poner orden. Recuerdo mi
- Page 79 and 80: También me acompañaron mucho la A
- Page 81 and 82: Qué imbécil.Pero esos casi cinco
- Page 83 and 84: en un desastre. Tuve que huir, me e
- Page 85 and 86: Antología de Spoon River, de un no
- Page 87 and 88: Guy era una imagen amorosa que me e
- Page 89: está detrás de las Secciones de A
- Page 93 and 94: En el mar Rojo, frente a Wejh, 19 d
- Page 95 and 96: NOTA FINAL DE LOS EDITORESEl corone
- Page 97 and 98: Pero sé que de todos los reyes, s
- Page 99 and 100: explican estas memorias quien dio l
- Page 101 and 102: Página 64Más interesante que lo q
- Page 103 and 104: BIBLIOGRAFÍASobre la rebelión ár