12.07.2015 Views

Lawrence de Arabia - JOSE MARIA ALVAREZ - José María Álvarez

Lawrence de Arabia - JOSE MARIA ALVAREZ - José María Álvarez

Lawrence de Arabia - JOSE MARIA ALVAREZ - José María Álvarez

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

está <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> las Secciones <strong>de</strong> Asalto nacionalsocialistas, sino mentes mucho mástorpes y ruines; la única cabeza consi<strong>de</strong>rable es la <strong>de</strong>l jurista Carl Schmitt.La vida en el campamento <strong>de</strong> Bovington, al menos en los primeros meses, fueapacible. Nadie me reconoció, para todos era un soldado más. Participaba <strong>de</strong> susdiversiones, disfrutaba anulándome en aquella atmósfera mediocre, y hasta <strong>de</strong>jé <strong>de</strong> leer.Como tenía bastante tiempo libre, me <strong>de</strong>diqué a recorrer Dorset con mi Brough, lo queme hizo muy popular entre la tropa; me pusieron el apodo <strong>de</strong> Broughie, que casi megustaba más que el <strong>de</strong> Aurens. Cerca <strong>de</strong> Bovington vivía Thomas Hardy. Le escribí y fuia visitarle varias veces; su pesimismo iba muy bien con el mío. Le dije que lo visitaría“en secreto”, pues no quería que nadie supiera que estaba allí, y lo comprendióperfectamente. Es lo mismo que les había pedido a mis pocos amigos, a Hart 54 , aGraves, a los altos mandos que conocían mi <strong>de</strong>stino, a Bernard Shaw y su esposa. Habíaalcanzado una total indiferencia y por fin era Nadie. Tampoco tenía ya lazos familiares.La sociedad y todos sus espejismos podían <strong>de</strong>sfilar ante mis ojos indolentes. Laobsesión <strong>de</strong>l suicidio parecía abandonarme. Gozaba una misteriosa libertad. Mis llagascicatrizaban. Incluso me <strong>de</strong>sprendí <strong>de</strong> la gumía <strong>de</strong> oro que me había acompañadodurante toda la guerra. En una <strong>de</strong> mis escapadas en motocicleta, había visto una casa enel campo, en Clouds Hill; la alquilé y con el dinero obtenido por la venta <strong>de</strong> esefantasma <strong>de</strong>l pasado, empecé a restaurada. Otro cadáver menos.Continué trabajando con las pruebas <strong>de</strong> la edición «lujosa» <strong>de</strong> Las siete columnas-que realizaba disimulando la tarea con otras rutinarias <strong>de</strong> oficina-. Me agotaba. Penséen <strong>de</strong>struir el libro. Cada vez me parecía peor. Correr con mi Brough volvió aconvertirse en lo que más me apasionaba -quemé en esos años cinco motocicletas, cadauna un mo<strong>de</strong>lo mejor que la anterior, y más veloz.(Me he puesto a calcular por encima, y veo que entre 1922 y 1926 corrí más <strong>de</strong>ciento sesenta mil kilómetros; una media <strong>de</strong> seiscientos kilómetros semanales. Quéfantástica locura.)Voy a mear y vuelvo.Mientras meaba he meditado sobre la polla. Pendía <strong>de</strong> mi mano como una cosaabsurda. ¿Quién será?Ah, para el interés <strong>de</strong> mis «posibles biógrafos”: en el Cuerpo <strong>de</strong> Tanques tuveoscuras relaciones con otro soldado, un animal llamado John Bruce –apunten bien. JohnB r u c e-. De ven en cuando me pegaba. Y fuerte. Auténticas palizas. Y me gustaba.Disfrutaba. Ahí tienen uste<strong>de</strong>s materia para escarbar. Que aproveche lo que <strong>de</strong>duzcan.Por mí, todos uste<strong>de</strong>s, <strong>de</strong>l primero al último, pue<strong>de</strong>n chuparme los cojones.Me habría quedado allí para siempre. A nadie le imporaba ni nadie me importabaa mí. Sin tener que pensar, que elegir. La comida a sus horas, la paga en su fecha, y todosin exigirme la menor responsabilidad. La estupi<strong>de</strong>z envolviendo el mundo como unatela <strong>de</strong> araña, pero que permitía respirar a través <strong>de</strong> ella. Y quizás la idiotez es la metaperfecta.Pero, como siempre, la prensa –el dinero que se ganaba con mi nombre- terminópor <strong>de</strong>scrubrir mi escondite en la persona <strong>de</strong> un periodista <strong>de</strong>l Daily Express. Apelé <strong>de</strong>nuevo a Trenchard y éste lo trató con el vicemariscal <strong>de</strong>l Aire Geoffrey Salmond;conseguí –consiguieron- que se me realistse en la RAF. Me trasladaron a Cranwell y allírepetí la experiencia <strong>de</strong>l anonimato <strong>de</strong> Bovington. Y fue aún mejor. Los Bristol54 Lid<strong>de</strong>ll Hart.88

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!