habrá un Bon Sauveur 53 para mí. Me lo garantiza mi revolver.La gente como Brummell o como yo “suce<strong>de</strong>n”, como <strong>de</strong>cía Whistler <strong>de</strong>l Arte.Algo nos arrastra más allá incluso <strong>de</strong> nuestra propia voluntad, algo más sabio que lapropia inteligencia, porque llega más lejos. Hasta tocar este inmenso silencio final. Yono he elegido lo que irradio y fascina a la gente. Y eso es Arte. Soy <strong>de</strong> esos que, comodice un verso <strong>de</strong> la Luna, “salimos solos”. He exhibido mi excepcionalidad ante los ojos<strong>de</strong> un mundo que ya no es capaz <strong>de</strong> concebir esa ban<strong>de</strong>ra orgullosa. Auda sí la veía,como yo. Y la muerte <strong>de</strong> gestos como el mío –como el abandono final <strong>de</strong> Brummellprefigura,más aún ratifica, la extinción <strong>de</strong>l “artista” a la que estamos asistiendo.¿Por qué ni en los momentos <strong>de</strong> mayor abatimiento he dudado <strong>de</strong> misuperioridad? La he sentido como algo natural. Cuando marchábamos por el <strong>de</strong>sierto, yosabía que era mi sola presencia la que atraía a las tribus. ¿Por qué? Morían por mí. Y yoaceptaba esa entrega como algo natural, como si en mí continuara una herencia radiantey que yo exhibía, fríamente, como un ave solitaria, más allá <strong>de</strong> los planes <strong>de</strong> losgobernantes <strong>de</strong> este mundo y <strong>de</strong> lo dictadores <strong>de</strong> nuestra conducta mo<strong>de</strong>rna.De pronto me acuerdo <strong>de</strong> Janet Laurie. Yo la amé. La <strong>de</strong>seé. Me acuerdo <strong>de</strong>aquellos labios gruesos, <strong>de</strong> su nuca, que me excitaba; su mirada centelleante.Jo<strong>de</strong>r. Me estoy empalmando otra vez. No hace ni media hora que me he hechouna paja, y otra vez la tengo tiesa. Debe <strong>de</strong> ser el calor. Pero recordar a Janet me estáponiendo caliente. Nunca la toqué. Cómo me gustaría ahora. Dios, cómo la quería. Ocómo, quizá, la quiero todavía. La adoraba. Si la tuviera aquí ahora, la arrodillaría entremis piernas y le haría que me la chupase.Una tar<strong>de</strong> le dije que la quería, que nos casáramos. Pese a su afecto, ¡quérepulsión vi en sus ojos!¡Fuera este tema para siempre!Mis días transcurrían lentamente. El tedio. Sobre todo, la sensación <strong>de</strong> haberperdido mi vida. La Rebelión había sido un error. Me había proporcionado momentos<strong>de</strong> emoción, me había hecho sentirme vivo, pero nada más. La situación mundial iba <strong>de</strong>mal en peor, y acaso yo les había hecho flaco favor los árabes. Mi obra me abrumaba,Las siete columnas era algo que ya lamentaba haber escrito; no me gustaba, pero mesentía incapaz <strong>de</strong> rehacerlo. El personaje creado por Lowell Thomas me perseguía.Estaba solo. Una soledad atroz. Me veía a veces solo ante la inmensidad <strong>de</strong>l tiempo, <strong>de</strong>lUniverso. Sin sentido.La Historia es siempre igual, y jamás apren<strong>de</strong>. La guerra había sido un inmenso ycarnicero error, pero el tratado <strong>de</strong> paz <strong>de</strong> Versalles era un nido serpientes. ¿Quién podíaimaginar que sometiendo a Alemania al ultraje <strong>de</strong> Versalles no iba a alimentar algoterrible, que engordaría sus rencores, que la llevaría a la ruína y al enfrentamientosocial? ¿Y qué saldría <strong>de</strong> todo esto? Por lo que sé, han sucedido cosas que no permitenpresagiar nada bueno. Lid<strong>de</strong>ll Hart me escribió diciéndome que los Cuerpos Francos <strong>de</strong>Noske habían acabado con los spartakistas, pero noticias que he recibido recientementehablan <strong>de</strong> brutalidad, <strong>de</strong> un nacionalismo exacerbado, <strong>de</strong> persecuciones <strong>de</strong>smesuradas,<strong>de</strong> una exaltación absoluta <strong>de</strong> lo peor que hay en nosotros. ¿Pero acaso no ha parido esemonstruo la “virtuosa” <strong>de</strong>mocracia? Cuando se ha permitido que América imponga aculturas muy superiores su mediocre visión <strong>de</strong>l mundo, todo pue<strong>de</strong> suce<strong>de</strong>r. Me acuerdo<strong>de</strong> lo que me dijo Feyssal en París: “Una cultura que acaba <strong>de</strong> rezumar Rilke, sometidapor los salchicheros <strong>de</strong> Chicago…” Yo había leído La <strong>de</strong>ca<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> Occi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong>Spengler, con el que coincidía en muchos puntos <strong>de</strong> vista, pero no es ya Spengler quien53 Manicomio don<strong>de</strong> fue asilado Brummenll.87
está <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> las Secciones <strong>de</strong> Asalto nacionalsocialistas, sino mentes mucho mástorpes y ruines; la única cabeza consi<strong>de</strong>rable es la <strong>de</strong>l jurista Carl Schmitt.La vida en el campamento <strong>de</strong> Bovington, al menos en los primeros meses, fueapacible. Nadie me reconoció, para todos era un soldado más. Participaba <strong>de</strong> susdiversiones, disfrutaba anulándome en aquella atmósfera mediocre, y hasta <strong>de</strong>jé <strong>de</strong> leer.Como tenía bastante tiempo libre, me <strong>de</strong>diqué a recorrer Dorset con mi Brough, lo queme hizo muy popular entre la tropa; me pusieron el apodo <strong>de</strong> Broughie, que casi megustaba más que el <strong>de</strong> Aurens. Cerca <strong>de</strong> Bovington vivía Thomas Hardy. Le escribí y fuia visitarle varias veces; su pesimismo iba muy bien con el mío. Le dije que lo visitaría“en secreto”, pues no quería que nadie supiera que estaba allí, y lo comprendióperfectamente. Es lo mismo que les había pedido a mis pocos amigos, a Hart 54 , aGraves, a los altos mandos que conocían mi <strong>de</strong>stino, a Bernard Shaw y su esposa. Habíaalcanzado una total indiferencia y por fin era Nadie. Tampoco tenía ya lazos familiares.La sociedad y todos sus espejismos podían <strong>de</strong>sfilar ante mis ojos indolentes. Laobsesión <strong>de</strong>l suicidio parecía abandonarme. Gozaba una misteriosa libertad. Mis llagascicatrizaban. Incluso me <strong>de</strong>sprendí <strong>de</strong> la gumía <strong>de</strong> oro que me había acompañadodurante toda la guerra. En una <strong>de</strong> mis escapadas en motocicleta, había visto una casa enel campo, en Clouds Hill; la alquilé y con el dinero obtenido por la venta <strong>de</strong> esefantasma <strong>de</strong>l pasado, empecé a restaurada. Otro cadáver menos.Continué trabajando con las pruebas <strong>de</strong> la edición «lujosa» <strong>de</strong> Las siete columnas-que realizaba disimulando la tarea con otras rutinarias <strong>de</strong> oficina-. Me agotaba. Penséen <strong>de</strong>struir el libro. Cada vez me parecía peor. Correr con mi Brough volvió aconvertirse en lo que más me apasionaba -quemé en esos años cinco motocicletas, cadauna un mo<strong>de</strong>lo mejor que la anterior, y más veloz.(Me he puesto a calcular por encima, y veo que entre 1922 y 1926 corrí más <strong>de</strong>ciento sesenta mil kilómetros; una media <strong>de</strong> seiscientos kilómetros semanales. Quéfantástica locura.)Voy a mear y vuelvo.Mientras meaba he meditado sobre la polla. Pendía <strong>de</strong> mi mano como una cosaabsurda. ¿Quién será?Ah, para el interés <strong>de</strong> mis «posibles biógrafos”: en el Cuerpo <strong>de</strong> Tanques tuveoscuras relaciones con otro soldado, un animal llamado John Bruce –apunten bien. JohnB r u c e-. De ven en cuando me pegaba. Y fuerte. Auténticas palizas. Y me gustaba.Disfrutaba. Ahí tienen uste<strong>de</strong>s materia para escarbar. Que aproveche lo que <strong>de</strong>duzcan.Por mí, todos uste<strong>de</strong>s, <strong>de</strong>l primero al último, pue<strong>de</strong>n chuparme los cojones.Me habría quedado allí para siempre. A nadie le imporaba ni nadie me importabaa mí. Sin tener que pensar, que elegir. La comida a sus horas, la paga en su fecha, y todosin exigirme la menor responsabilidad. La estupi<strong>de</strong>z envolviendo el mundo como unatela <strong>de</strong> araña, pero que permitía respirar a través <strong>de</strong> ella. Y quizás la idiotez es la metaperfecta.Pero, como siempre, la prensa –el dinero que se ganaba con mi nombre- terminópor <strong>de</strong>scrubrir mi escondite en la persona <strong>de</strong> un periodista <strong>de</strong>l Daily Express. Apelé <strong>de</strong>nuevo a Trenchard y éste lo trató con el vicemariscal <strong>de</strong>l Aire Geoffrey Salmond;conseguí –consiguieron- que se me realistse en la RAF. Me trasladaron a Cranwell y allírepetí la experiencia <strong>de</strong>l anonimato <strong>de</strong> Bovington. Y fue aún mejor. Los Bristol54 Lid<strong>de</strong>ll Hart.88
- Page 2 and 3:
LAWRENCE DE ARABIALA CORONA DE AREN
- Page 4 and 5:
En recuerdo de mi madre, María del
- Page 6:
O THOU, ARABIAN BIRD!-WILLIAN SHAKE
- Page 9 and 10:
noche casi podía tocar las estrell
- Page 11 and 12:
enormes pórticos cavernosos sobre
- Page 13 and 14:
miraba extasiado ese rostro, suave
- Page 15 and 16:
tumba de Hanza, en las afueras de M
- Page 17 and 18:
comprender que es un instrumento m
- Page 19 and 20:
Bombay 9 de EneroBueno sigo con Egi
- Page 21 and 22:
esplandeciente como lomos de sardin
- Page 23 and 24:
Las quebradas de olivares hacia Anf
- Page 25 and 26:
ese ataque hacia el ala izquierda d
- Page 27 and 28:
corazón ardían en ese sueño magn
- Page 29 and 30:
vigilaba sus campamentos del desier
- Page 31 and 32:
Mando de El Cairo por su retraso y
- Page 33 and 34:
Alejandro: Y la tierra temblaba ant
- Page 35 and 36:
su arte más sutil en atraerse a to
- Page 37 and 38: como había pensado, apartar la mir
- Page 39 and 40: sus ojos. Los gritos del marroquí
- Page 41 and 42: Llegué a Alepo para Año Nuevo. Me
- Page 43 and 44: continuidad. En uno de los viajes a
- Page 45 and 46: que quisiera y me ofreció al Jerif
- Page 47 and 48: artista en untar con manteca a los
- Page 49 and 50: Establecimos un campamento para alg
- Page 51 and 52: derramarme en esa carne.Abracé a A
- Page 53 and 54: 12 de Enero. Mar Arabigo.Lo que cad
- Page 55 and 56: ultratumba la formación de muertos
- Page 57 and 58: facilitasen dinero y municiones, au
- Page 59 and 60: ¿Y era ésta la esposa de Héctor,
- Page 61 and 62: Le ordené a Alí ibn Hussein que a
- Page 63 and 64: -Sí. Es un espectáculo hermosísi
- Page 65 and 66: presencia del gobernador, Hajim Bey
- Page 67 and 68: sentirse Dios. En aquel mundo de so
- Page 69 and 70: Auda y yo. Thomas, henchido de demo
- Page 71 and 72: He intentado dormir. Pero no puedo.
- Page 73 and 74: moverse una cabra o un perro. Algun
- Page 75 and 76: Y subí al Rolls y nos pusimos en m
- Page 77 and 78: No logré poner orden. Recuerdo mi
- Page 79 and 80: También me acompañaron mucho la A
- Page 81 and 82: Qué imbécil.Pero esos casi cinco
- Page 83 and 84: en un desastre. Tuve que huir, me e
- Page 85 and 86: Antología de Spoon River, de un no
- Page 87: Guy era una imagen amorosa que me e
- Page 91 and 92: emocionado y que la altura literari
- Page 93 and 94: En el mar Rojo, frente a Wejh, 19 d
- Page 95 and 96: NOTA FINAL DE LOS EDITORESEl corone
- Page 97 and 98: Pero sé que de todos los reyes, s
- Page 99 and 100: explican estas memorias quien dio l
- Page 101 and 102: Página 64Más interesante que lo q
- Page 103 and 104: BIBLIOGRAFÍASobre la rebelión ár