18 <strong>de</strong> Enero Golfo <strong>de</strong> AldéaEstaba diciendo que Feyssal tuvo que escapar <strong>de</strong> Siria, pero eso no resolvió lasincertidumbres en Oriente Medio. A finales <strong>de</strong> 1920 Churchill se encargó <strong>de</strong>l Ministerio<strong>de</strong> Colonias, y me pidió que me uniese a su grupo <strong>de</strong> colaboradores. Me dijo que mitrabajo sería <strong>de</strong> la mayor importancia, porque había muy serios preparativos <strong>de</strong> guerra:Abdullah había tomado Ma'an y estaba reclutando un ejército para entrar en Siria y<strong>de</strong>volverle el trono a Feyssal. Churchill estaba convencido <strong>de</strong> que yo era quien mejorpodía tratar con el Emir y apaciguar los ánimos. A mí, realmente, me daba ya igual loque pudiera suce<strong>de</strong>r. Estaba mucho más inquieto entonces por mi vieja y querida amiga<strong>de</strong> la infancia, Janet Laurie, <strong>de</strong> quien supe que, casada en bastante mala condición,estaba pasando por penurias indignas. Me acordé <strong>de</strong> cuánto la había amado mi hermanoWill, y cuánto había representado también para mí. Y le cedí las tres mil libras que mecorrrespondían por herencia <strong>de</strong> Will 50 . Así que, hasta con los bolsillos limpios, <strong>de</strong> nuevome encaminé hacia Siria.Abdullah cruzó la frontera <strong>de</strong> El Higaz en Marzo y entró en Amman. Fui aTransjordania y mantuve una entrevista con él. Luego, juntos, fuimos a Jerusalem aparlamentar con Churchill; éste le prometió ayuda para su <strong>de</strong>sarrollo económico acambio <strong>de</strong> que paralizase sus movimientos militares contra Francia. Abdullah aceptó,pero se <strong>de</strong>cidió abrir una conferencia en El Cairo para tratar <strong>de</strong> or<strong>de</strong>nar una vez más elcomplicado rompecabezas territorial. Cuando fui a Amman para ver a Abdullah,sucedió algo extraordinario. Al verme, los árabes, muchos <strong>de</strong> ellos guerreros que habíancombatido junto a mí, me ro<strong>de</strong>aron y, disparando sus rifles, empezaron a gritar:-¡Aurens! ¡Aurens! ¡Aurens! ¡Llévanos otra vez a Damasco!En esa conferencia repetí mi vieja tesis: <strong>de</strong>volución <strong>de</strong> Siria a Feyssal -que ahorase llamaría Iraq- y reconocimiento <strong>de</strong> los <strong>de</strong>rechos árabes.Acabada la conferencia, Churchill me ofreció nuevos altos cargos, pero no pu<strong>de</strong>sino rehusar. De aceptar no hubiera sido ya tan sólo un embaucador, sino un verda<strong>de</strong>rohijo <strong>de</strong> puta. El sueño árabe estaba liquidado, Inglaterra ni siquiera intentaría impedir el<strong>de</strong>smoronamiento <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> Hussein ante los repetidos ataques -ya armados- <strong>de</strong> IbnSeud, quien tres años <strong>de</strong>spués incluso conquistaría La Meca constituyendo la gran<strong>Arabia</strong> Saudí, más ventajosa para los intereses occi<strong>de</strong>ntales, y con respecto a Feyssalestaba claro que no podría hacer más <strong>de</strong> lo que se le permitiera. En cuanto almovimiento sionista, pu<strong>de</strong> <strong>de</strong>scubrir planes ya muy avanzados para la ocupación <strong>de</strong>Palestina y la futura creación allí <strong>de</strong> una comunidad judía que la gobernase. Decidíalejarme para siempre <strong>de</strong> aquella tierra y como brindis <strong>de</strong> <strong>de</strong>spedida -por sentir porúltima vez el fragor <strong>de</strong>l combate, a ver si estimulaba mis muy <strong>de</strong>primidas sensacionesencabecé,bajo la ban<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> Abdullah, una expedición <strong>de</strong> castigo en Mafraq.Terminada ésta, regresé a Inglaterra.Volví a encerrarme para corregir el nuevo manuscrito <strong>de</strong> Las siete columnas,estudié mucho los tratados chinos <strong>de</strong> arte militar <strong>de</strong> Se-ma, Sun Tzu y U-Tzu, que habíatraducido el padre Amiot al francés, me fastidió encontrar un hermoso libro <strong>de</strong> poemas,50 Teniendo en cuenta que sus únicos ingresos en 1920-1921 fueron las doscientas libras anuales <strong>de</strong>l Al! Souls y las cientocincuenta que le rentaban las cinco mil legadas por su padre al morir, esa donación a Janet Laurie representa prácticamente latotalidad <strong>de</strong> la fortuna <strong>de</strong> <strong>Lawrence</strong>.83
Antología <strong>de</strong> Spoon River, <strong>de</strong> un norteamericano llamado Lee Masters, porque habíai<strong>de</strong>ado una estructura que era igual a la que yo llevaba tiempo madurando: una serie <strong>de</strong>muertos que cuentan su historia -yo pensaba hacerlo con mis árabes, los caídos en lacampaña- y entremezclando esas memorias. Después <strong>de</strong> Spoon River no tenía yasentido. Trabajé mucho, malcomía, salía a pasear durante la noche, cuando ya nadiepisaba las calles, <strong>de</strong> forma mecánica. El <strong>de</strong>sierto -pero <strong>de</strong> hielo- <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sasimiento ibaapo<strong>de</strong>rándose, o ya había dominado, mi voluntad. Me costaba <strong>de</strong>masiado concentrarme.Perdí el apetito por completo y a<strong>de</strong>lgacé brutalmente. Ni siquiera correr con mimotocicleta me producía placer. A veces dormía don<strong>de</strong> me pillaban mis caminatas, o encualquier hotelucho infame. Llegué a quedarme sin dinero, como por cierto tambiénestaban tantos miles <strong>de</strong> ex combatientes que como yo llenaban las aceras, algunosmostrando sus muñones; se emborrachaban intentando olvidar que habían vuelto a unmundo don<strong>de</strong> nadie los esperaba ya. Sentía asco <strong>de</strong> mí mismo por estar vivo.Me instalé por unas semanas en Cambrig<strong>de</strong>, una ciudad que siempre he amado.Fueron días apacibles, y a<strong>de</strong>más conocí a dos hombres apasionantes, uno <strong>de</strong> ellos, elgeneral Fuller, con quien pasé muchas horas discutiendo sobre estrategia –él preparabapor entonces un libro sobre batallas-, y otro un ruso exilado, feroz anticomunista y <strong>de</strong>una inteligencia tan luminosa como su trato, un tal Navonov 51 , <strong>de</strong>l que he perdido elrastro; quería ser escritor y me parece que se ha publicado algún libro en Alemania.Hablamos muchas veces sobre lo que estaba sucediendo en Italia. Sentíamos ciertasimpatía por la actuación <strong>de</strong> Mussolini, por otra parte tan engarzada con el sentir <strong>de</strong>aquél pueblo; había evitado la guerra civil, y estábamos convencidos <strong>de</strong> que lograría –loque nos parecía un avance en la civilización- liquidar los sindicatos y los partidospolíticos. Había algo en él, excesivo, ridículo, pero era listo y acaso ese “exceso” que anosotros nos repuganba fuera la fachada conveniente para los italianos. A mí meinteresaba más Italo Balbo –y ni <strong>de</strong>cir que D´Annunzio, éste por otros motivos-, peroMussolini era el más capacitado para las tareas <strong>de</strong> gobierno. Unos meses <strong>de</strong>spués,cuando yo acababa <strong>de</strong> ingresar en la RAF, tuvo lugar la “famosa” –y muy teatral-Marcha sobre Roma.Durante aquella estancia en Cambridge reflexioné mucho sobre mi futuro. Habíaalgo muy claro para mí: no <strong>de</strong>seaba seguir viviendo así. El mundo me repugnaba en lasformas que había ido adquiriendo su vida social. Consagrarme -una momificación comootra- a cualquier estudio <strong>de</strong> los que me han interesado siempre, y olvidar en esa urnainsonorizada los estragos <strong>de</strong> la época, no era algo que funcionara en un temperamentocome el mío. Siempre vería en los ojos <strong>de</strong> los oyentes clavados sobre mí al grotescopersonaje <strong>de</strong> Lowell Thomas, claro <strong>de</strong> Luna incluido. Las siete columnas <strong>de</strong> lasabiduría estaba en imprenta, para una edición especial con ilustraciones, lujosa; seríaun éxito precisamente porque lo firmaba ese árabe <strong>de</strong> opereta que yo había sido. No.Nada don<strong>de</strong> aún quedasen hilos, por muy remotos que fuesen, que me uniesen al sentir<strong>de</strong> la inmensa mayoría <strong>de</strong> mis contemporáneos me producía sino angustia, sopor,aborrecimiento, asco. No. Sólo vi un camino posible: salir <strong>de</strong> ese mundo. Y nada mejorpara escapar <strong>de</strong> esa tela <strong>de</strong> araña, que ser otro. Otro, sin pasado, en un ambiente don<strong>de</strong>difícilmente pudiera ser reconocido, y sir responsabilida<strong>de</strong>s, <strong>de</strong>pendiendo en todo <strong>de</strong>otros, y cuanto más tonto, mejor. Enrolarme como soldado raso, manteniendo miincógnito. La vida cuartelera me mantendría en un or<strong>de</strong>n. No tener que tomar nunca másuna <strong>de</strong>cisión. Como <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía mucho me interesaban los aviones, pensé que lo mejorsería ingresar en la RAF.51 Debe referirse a Vladimir Navokov, quien por entonces estaba en Cambridge.84
- Page 2 and 3:
LAWRENCE DE ARABIALA CORONA DE AREN
- Page 4 and 5:
En recuerdo de mi madre, María del
- Page 6:
O THOU, ARABIAN BIRD!-WILLIAN SHAKE
- Page 9 and 10:
noche casi podía tocar las estrell
- Page 11 and 12:
enormes pórticos cavernosos sobre
- Page 13 and 14:
miraba extasiado ese rostro, suave
- Page 15 and 16:
tumba de Hanza, en las afueras de M
- Page 17 and 18:
comprender que es un instrumento m
- Page 19 and 20:
Bombay 9 de EneroBueno sigo con Egi
- Page 21 and 22:
esplandeciente como lomos de sardin
- Page 23 and 24:
Las quebradas de olivares hacia Anf
- Page 25 and 26:
ese ataque hacia el ala izquierda d
- Page 27 and 28:
corazón ardían en ese sueño magn
- Page 29 and 30:
vigilaba sus campamentos del desier
- Page 31 and 32:
Mando de El Cairo por su retraso y
- Page 33 and 34: Alejandro: Y la tierra temblaba ant
- Page 35 and 36: su arte más sutil en atraerse a to
- Page 37 and 38: como había pensado, apartar la mir
- Page 39 and 40: sus ojos. Los gritos del marroquí
- Page 41 and 42: Llegué a Alepo para Año Nuevo. Me
- Page 43 and 44: continuidad. En uno de los viajes a
- Page 45 and 46: que quisiera y me ofreció al Jerif
- Page 47 and 48: artista en untar con manteca a los
- Page 49 and 50: Establecimos un campamento para alg
- Page 51 and 52: derramarme en esa carne.Abracé a A
- Page 53 and 54: 12 de Enero. Mar Arabigo.Lo que cad
- Page 55 and 56: ultratumba la formación de muertos
- Page 57 and 58: facilitasen dinero y municiones, au
- Page 59 and 60: ¿Y era ésta la esposa de Héctor,
- Page 61 and 62: Le ordené a Alí ibn Hussein que a
- Page 63 and 64: -Sí. Es un espectáculo hermosísi
- Page 65 and 66: presencia del gobernador, Hajim Bey
- Page 67 and 68: sentirse Dios. En aquel mundo de so
- Page 69 and 70: Auda y yo. Thomas, henchido de demo
- Page 71 and 72: He intentado dormir. Pero no puedo.
- Page 73 and 74: moverse una cabra o un perro. Algun
- Page 75 and 76: Y subí al Rolls y nos pusimos en m
- Page 77 and 78: No logré poner orden. Recuerdo mi
- Page 79 and 80: También me acompañaron mucho la A
- Page 81 and 82: Qué imbécil.Pero esos casi cinco
- Page 83: en un desastre. Tuve que huir, me e
- Page 87 and 88: Guy era una imagen amorosa que me e
- Page 89 and 90: está detrás de las Secciones de A
- Page 91 and 92: emocionado y que la altura literari
- Page 93 and 94: En el mar Rojo, frente a Wejh, 19 d
- Page 95 and 96: NOTA FINAL DE LOS EDITORESEl corone
- Page 97 and 98: Pero sé que de todos los reyes, s
- Page 99 and 100: explican estas memorias quien dio l
- Page 101 and 102: Página 64Más interesante que lo q
- Page 103 and 104: BIBLIOGRAFÍASobre la rebelión ár