fuente <strong>de</strong> Medicis, mirando jugar a los niños, mi humor encontraba cierta calma.Pero iba <strong>de</strong>bilitándome. Los trabajos en las sesiones, los paseos, las noches envela escribiendo Las siete columnas, la crispación ante la miseria política, la falta <strong>de</strong>apetito... Una tar<strong>de</strong>, en el puente <strong>de</strong> Austerlitz, mientras evocaba con orgullo a lossoldados que vivieron aquella jornada, sentí que me <strong>de</strong>svanecía. Durante algunosminutos, perdida la noción <strong>de</strong> lugar, sentí un miedo frío como el mador. El pulso eraalarmante. En cuanto pu<strong>de</strong> reaccionar; me acerqué a un café y bebí -nunca lo habíahecho- un cognac. Me repugnó. Volví al hotel y caí en la cama como un moribundo.Mi padre murió a principios <strong>de</strong> esa Primavera. Era un buen hombre, con el quejamás había tenido enfrentamientos. Inteligente, tolerante; cuando ya no pu<strong>de</strong>agra<strong>de</strong>cérselo me enteré <strong>de</strong> cuánto había sacrificado por nosotros. Supe entonces que yoera hijo ilegítimo y que por amor a mi madre había abandonado otra familia y unanotable posición 49 . Mi madre me dijo que, una vez enterrado, pensaba abandonarInglaterra y consagrarse, junto a mi hermano, el médico, a las misiones en ExtremoOriente.Volví a París. La conferencia ya no me interesaba en absoluto. Sentí la necesidad -un estertor- <strong>de</strong> volver con Feyssal. Y regresé a Egipto. Mi avión -un viejo Handley-Page- se estrelló al aterrizar en Centocelle; pero las heridas fueron <strong>de</strong> pocaconsi<strong>de</strong>ración. Después <strong>de</strong> mil peripecias y un largo retraso, que aproveché para revisarel comienzo <strong>de</strong> Las siete columnas, llegué a El Cairo. Allenby había recibido ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong>vigilarme e impedir que me dirigiese a Siria. Para tenerme más controlado quiso que meinstalase en la Resi<strong>de</strong>ncia, pero yo preferí, como siempre, mi querido Shepheard's.Supongo que intentaba-revivir algunas sensaciones <strong>de</strong>l que allí había sido, cuando<strong>Arabia</strong> era un incendio en mi alma, cuando aún miraba el mundo con ojos anhelantes.Pero el mundo que me encontré -hasta en las calles- parecía distinto, otro. La vidadiscurría por caminos que ya no eran los míos. Y regresé a Inglaterra. Yo ya era unfantasma, sin rumbo, sin interés en nada, salvo, acaso, sí, eso sí, terminar mi libro.A<strong>de</strong>más, el acci<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> aviación me había <strong>de</strong>jado algo extraño en mis pulmones, y mefatigaba excesivamente. Me instalé primero en Londres y a las pocas semanas, volví aOxford don<strong>de</strong> el All Souls College me ofrecía una beca <strong>de</strong> doscientas libras y resi<strong>de</strong>nciaen su edificio.En Oxford trabé amistad con Robert Graves, un buen escritor y hombre muyinteresado por la mitología; le fascinaba mucho lo que yo había hecho durante la guerray anduvo dándole vueltas a la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> escribir un libro con mis «hazañas». Él mepresentó a un tipo muy curioso, que me facilitó mucho la adquisición <strong>de</strong> ciertos librosraros, David Gamett, estudioso <strong>de</strong> la botánica y ser extraño, que había abierto unalibrería en Garrard Street, en el Soho. En Oxford pu<strong>de</strong> trabajar con cierta paz.Desgraciadamente apareció el fantasioso Lowell Thomas; tenía buenos contactos conlos empresarios londinenses, y empezó una gira <strong>de</strong> conferencias y proyeccionescinematográficas sobre la Rebelión árabe que me convirtieron <strong>de</strong> inmediato, no ya en elpersonaje conocido que era, sino en un «héroe» popular. Sus conferencias, artículos enla prensa y el maldito «circo» que montó -sólo en Londres contemplaron el espectáculomás <strong>de</strong> un millón <strong>de</strong> personas- hicieron que el libro, no menos maldito, que escribiósobre mí, vendiera en poco tiempo cerca <strong>de</strong> trescientas mil copias. Algo inaudito.A<strong>de</strong>más era grotesco: Thomas se sentaba para repetir su conferencia ante un <strong>de</strong>corado<strong>de</strong> claro <strong>de</strong> Luna sobre el Nilo que le había prestado sir Thomas Beecham <strong>de</strong> la óperaJesús y sus Hermanos. Como es lógico, volcó a la prensa sobre mí y convirtió mi vida49 Véase el Apéndice.81
en un <strong>de</strong>sastre. Tuve que huir, me escondí en Oxford y durante el otoño escribí elcapítulo octavo <strong>de</strong> Las siete columnas y -no salía a la calle- volví a mis antiguosestudios sobre las Cruzadas. Eso me distraía y a veces llegaba a olvidarme durantealgunos ratos <strong>de</strong> la mierda <strong>de</strong> mi vida. Pero era consciente <strong>de</strong> que salvo algunas páginas<strong>de</strong> mi libro, todo lo <strong>de</strong>más, Cruzadas incluidas, flotaba en un espacio que era el <strong>de</strong>loficio, no el <strong>de</strong>l talento.Se me está ocurriendo una i<strong>de</strong>a. Quizá fuera tema para un poema, pero no estoydotado para la poesía. Pero es una imagen hermosa. Veo a Ulises, atado al mástil,pasando ante las espantosas sirenas. No navega por la <strong>de</strong>nsidad <strong>de</strong> sus graznidos. Lassirenas están calladas, aferradas a las rocas, quietas. Ulises atraviesa el silencio <strong>de</strong> lassirenas. Es mucho más horrible.Si a alguien le sirve esta imagen, se la regalo.Cerca ya <strong>de</strong> Navida<strong>de</strong>s, para acabar <strong>de</strong> alegrarme la vida, perdí todo el manuscrito<strong>de</strong> Las siete columnas durante un cambio <strong>de</strong> tren en Reading. Es curioso: eso, que <strong>de</strong>bióhaber constituido para mí un golpe terrible, resbaló por mis nervios como elcontratiempo más ajeno. Quizá la pesadumbre que me causaba todo el absurdo montaje<strong>de</strong> Lowell Thomas me obsesionaba tanto que no me <strong>de</strong>jaba consi<strong>de</strong>rar otra cosa. HerberBaker, el arquitecto, me «ofreció asilo» en su estudio <strong>de</strong> Westminster; allí me encerré yentre Enero y Febrero volví a escribirlo <strong>de</strong> nuevo.Mientras tanto, como era lógico esperar, todo el edificio <strong>de</strong> la política en OrienteMedio se vino abajo. Los árabes se sublevaron contra Inglaterra, y los sirios contraFrancia. Siria proclamó rey a Feyssal, y consi<strong>de</strong>raron parte <strong>de</strong> ese reino hasta Palestina.Tanto Londres como París rechazaron la proclamación. La situación no sólo era muyconfusa, sino peligrosísima. Tuve que romper mi aislamiento para empezar unacampaña <strong>de</strong> prensa explicando qué era lo que realmente estaba sucediendo, pero nosirvió para nada y al final Feyssal fue <strong>de</strong>rrotado por las tropas francesas en Meyssalun -don<strong>de</strong> murió el heroico Azmi Bey- y tuvo que huir a Palestina bajo protección inglesa.¡Dios! ¿Cómo es posible? ¡Otra rata! Pero ésta no tiene aspecto <strong>de</strong> apreciar aHomero.Se ha organizado un jaleo enorme. He disparado contra la rata, que ha quedadopartida en dos. El camarote se ha llenado <strong>de</strong> marineros. El capitán me ha or<strong>de</strong>nado quele entregue mi revólver. Me he negado. No estoy dispuesto a quedarme sin mi únicosalvaconducto. Por fin se han ido, pero me ha dicho que lo comunicaría a Londres pararecibir instrucciones. Que haga lo que quiera. Y Londres, lo mismo. No entregaré elrevólver jamás.82
- Page 2 and 3:
LAWRENCE DE ARABIALA CORONA DE AREN
- Page 4 and 5:
En recuerdo de mi madre, María del
- Page 6:
O THOU, ARABIAN BIRD!-WILLIAN SHAKE
- Page 9 and 10:
noche casi podía tocar las estrell
- Page 11 and 12:
enormes pórticos cavernosos sobre
- Page 13 and 14:
miraba extasiado ese rostro, suave
- Page 15 and 16:
tumba de Hanza, en las afueras de M
- Page 17 and 18:
comprender que es un instrumento m
- Page 19 and 20:
Bombay 9 de EneroBueno sigo con Egi
- Page 21 and 22:
esplandeciente como lomos de sardin
- Page 23 and 24:
Las quebradas de olivares hacia Anf
- Page 25 and 26:
ese ataque hacia el ala izquierda d
- Page 27 and 28:
corazón ardían en ese sueño magn
- Page 29 and 30:
vigilaba sus campamentos del desier
- Page 31 and 32: Mando de El Cairo por su retraso y
- Page 33 and 34: Alejandro: Y la tierra temblaba ant
- Page 35 and 36: su arte más sutil en atraerse a to
- Page 37 and 38: como había pensado, apartar la mir
- Page 39 and 40: sus ojos. Los gritos del marroquí
- Page 41 and 42: Llegué a Alepo para Año Nuevo. Me
- Page 43 and 44: continuidad. En uno de los viajes a
- Page 45 and 46: que quisiera y me ofreció al Jerif
- Page 47 and 48: artista en untar con manteca a los
- Page 49 and 50: Establecimos un campamento para alg
- Page 51 and 52: derramarme en esa carne.Abracé a A
- Page 53 and 54: 12 de Enero. Mar Arabigo.Lo que cad
- Page 55 and 56: ultratumba la formación de muertos
- Page 57 and 58: facilitasen dinero y municiones, au
- Page 59 and 60: ¿Y era ésta la esposa de Héctor,
- Page 61 and 62: Le ordené a Alí ibn Hussein que a
- Page 63 and 64: -Sí. Es un espectáculo hermosísi
- Page 65 and 66: presencia del gobernador, Hajim Bey
- Page 67 and 68: sentirse Dios. En aquel mundo de so
- Page 69 and 70: Auda y yo. Thomas, henchido de demo
- Page 71 and 72: He intentado dormir. Pero no puedo.
- Page 73 and 74: moverse una cabra o un perro. Algun
- Page 75 and 76: Y subí al Rolls y nos pusimos en m
- Page 77 and 78: No logré poner orden. Recuerdo mi
- Page 79 and 80: También me acompañaron mucho la A
- Page 81: Qué imbécil.Pero esos casi cinco
- Page 85 and 86: Antología de Spoon River, de un no
- Page 87 and 88: Guy era una imagen amorosa que me e
- Page 89 and 90: está detrás de las Secciones de A
- Page 91 and 92: emocionado y que la altura literari
- Page 93 and 94: En el mar Rojo, frente a Wejh, 19 d
- Page 95 and 96: NOTA FINAL DE LOS EDITORESEl corone
- Page 97 and 98: Pero sé que de todos los reyes, s
- Page 99 and 100: explican estas memorias quien dio l
- Page 101 and 102: Página 64Más interesante que lo q
- Page 103 and 104: BIBLIOGRAFÍASobre la rebelión ár