12.07.2015 Views

Lawrence de Arabia - JOSE MARIA ALVAREZ - José María Álvarez

Lawrence de Arabia - JOSE MARIA ALVAREZ - José María Álvarez

Lawrence de Arabia - JOSE MARIA ALVAREZ - José María Álvarez

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

fuente <strong>de</strong> Medicis, mirando jugar a los niños, mi humor encontraba cierta calma.Pero iba <strong>de</strong>bilitándome. Los trabajos en las sesiones, los paseos, las noches envela escribiendo Las siete columnas, la crispación ante la miseria política, la falta <strong>de</strong>apetito... Una tar<strong>de</strong>, en el puente <strong>de</strong> Austerlitz, mientras evocaba con orgullo a lossoldados que vivieron aquella jornada, sentí que me <strong>de</strong>svanecía. Durante algunosminutos, perdida la noción <strong>de</strong> lugar, sentí un miedo frío como el mador. El pulso eraalarmante. En cuanto pu<strong>de</strong> reaccionar; me acerqué a un café y bebí -nunca lo habíahecho- un cognac. Me repugnó. Volví al hotel y caí en la cama como un moribundo.Mi padre murió a principios <strong>de</strong> esa Primavera. Era un buen hombre, con el quejamás había tenido enfrentamientos. Inteligente, tolerante; cuando ya no pu<strong>de</strong>agra<strong>de</strong>cérselo me enteré <strong>de</strong> cuánto había sacrificado por nosotros. Supe entonces que yoera hijo ilegítimo y que por amor a mi madre había abandonado otra familia y unanotable posición 49 . Mi madre me dijo que, una vez enterrado, pensaba abandonarInglaterra y consagrarse, junto a mi hermano, el médico, a las misiones en ExtremoOriente.Volví a París. La conferencia ya no me interesaba en absoluto. Sentí la necesidad -un estertor- <strong>de</strong> volver con Feyssal. Y regresé a Egipto. Mi avión -un viejo Handley-Page- se estrelló al aterrizar en Centocelle; pero las heridas fueron <strong>de</strong> pocaconsi<strong>de</strong>ración. Después <strong>de</strong> mil peripecias y un largo retraso, que aproveché para revisarel comienzo <strong>de</strong> Las siete columnas, llegué a El Cairo. Allenby había recibido ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong>vigilarme e impedir que me dirigiese a Siria. Para tenerme más controlado quiso que meinstalase en la Resi<strong>de</strong>ncia, pero yo preferí, como siempre, mi querido Shepheard's.Supongo que intentaba-revivir algunas sensaciones <strong>de</strong>l que allí había sido, cuando<strong>Arabia</strong> era un incendio en mi alma, cuando aún miraba el mundo con ojos anhelantes.Pero el mundo que me encontré -hasta en las calles- parecía distinto, otro. La vidadiscurría por caminos que ya no eran los míos. Y regresé a Inglaterra. Yo ya era unfantasma, sin rumbo, sin interés en nada, salvo, acaso, sí, eso sí, terminar mi libro.A<strong>de</strong>más, el acci<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> aviación me había <strong>de</strong>jado algo extraño en mis pulmones, y mefatigaba excesivamente. Me instalé primero en Londres y a las pocas semanas, volví aOxford don<strong>de</strong> el All Souls College me ofrecía una beca <strong>de</strong> doscientas libras y resi<strong>de</strong>nciaen su edificio.En Oxford trabé amistad con Robert Graves, un buen escritor y hombre muyinteresado por la mitología; le fascinaba mucho lo que yo había hecho durante la guerray anduvo dándole vueltas a la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> escribir un libro con mis «hazañas». Él mepresentó a un tipo muy curioso, que me facilitó mucho la adquisición <strong>de</strong> ciertos librosraros, David Gamett, estudioso <strong>de</strong> la botánica y ser extraño, que había abierto unalibrería en Garrard Street, en el Soho. En Oxford pu<strong>de</strong> trabajar con cierta paz.Desgraciadamente apareció el fantasioso Lowell Thomas; tenía buenos contactos conlos empresarios londinenses, y empezó una gira <strong>de</strong> conferencias y proyeccionescinematográficas sobre la Rebelión árabe que me convirtieron <strong>de</strong> inmediato, no ya en elpersonaje conocido que era, sino en un «héroe» popular. Sus conferencias, artículos enla prensa y el maldito «circo» que montó -sólo en Londres contemplaron el espectáculomás <strong>de</strong> un millón <strong>de</strong> personas- hicieron que el libro, no menos maldito, que escribiósobre mí, vendiera en poco tiempo cerca <strong>de</strong> trescientas mil copias. Algo inaudito.A<strong>de</strong>más era grotesco: Thomas se sentaba para repetir su conferencia ante un <strong>de</strong>corado<strong>de</strong> claro <strong>de</strong> Luna sobre el Nilo que le había prestado sir Thomas Beecham <strong>de</strong> la óperaJesús y sus Hermanos. Como es lógico, volcó a la prensa sobre mí y convirtió mi vida49 Véase el Apéndice.81

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!