En el mar <strong>de</strong> <strong>Arabia</strong>, 15 <strong>de</strong> EneroHemos zarpado al alba. He pasado la mañana -salvo un rato, cuando me hanpermitido subir a cubierta; ah, qué hermosura la <strong>de</strong> esta mar- repasando el canto VI. Notermina <strong>de</strong> convencerme cómo he traducido el encuentro con Nausica. Le falta«temple», <strong>de</strong>slumbramiento. No es digno <strong>de</strong> Homero.Tampoco nuestra vida lo es.Sigo:Allenby me concedió su permiso, y regresé a El Cairo. Mis últimas horas enDamasco las pasé admirando los mosaicos hermosísimos <strong>de</strong> la Gran Mezquita. Pensé encuando esa ciudad fue mo<strong>de</strong>lo <strong>de</strong> arte y tolerancia, a finales <strong>de</strong>l siglo VII, bajo losOmeya. Después me fui y ni siquiera volví la cabeza para contemplarla. Había sido lameta <strong>de</strong> mis sueños, <strong>de</strong> los sueños árabes, en los últimos años. Pero ya no era nada.Asunto acabado. Sólo ansiaba alejarme. ¿Volver a Inglaterra? Qué más daba.En El Cairo me ascendieron a coronel, lo que acepté porque aparejaba el uso <strong>de</strong>coche-cama en Europa, y siempre es <strong>de</strong> agra<strong>de</strong>cer el estar solo. Le regalé a lady Allenbyuna alfombra preciosa que había sido la <strong>de</strong> oración <strong>de</strong> Ayesha, recogí mis pocaspertenencias, unos cuantos libros amados y mi Lee Enfield con incrustaciones <strong>de</strong> oroque me había regalado Feyssal; en su culata había muescas <strong>de</strong> los turcos que yo habíamatado con aquella arma. También <strong>de</strong> allí me fui sin volver la cabeza. Durante el viaje –casi huída- el capitán <strong>de</strong>l barco me informó <strong>de</strong> que se habían producido levantamientosárabes en Siria, porque no aceptaban el reparto Sykes-Picot y que se organizabanguerrillas, tanto contra los turcos -el armisticio tardó en firmarse, hasta el 30 <strong>de</strong>Octubre, en el Agamenón, en el puerto <strong>de</strong> Lemmos- como contra las tropas <strong>de</strong>ocupación.No me interesaba. Lo único que <strong>de</strong>seaba era tomar el sol en cubierta y leer aPíndaro.Mi vida, para la que todo había perdido su significado, era una continua e inútilescenificación <strong>de</strong>l parlamento <strong>de</strong> Hamlet en el acto tercero. Hasta me sorprendíamuchas veces <strong>de</strong>clamándolo en voz alta. Era un cadáver que tanteaba en un vacíoinmenso. Yo podía, como escribió Mutanabbi, «aceptar el encuentro <strong>de</strong> la muertesombría, pero no el <strong>de</strong> la vileza».Cuando fui llamado al Congreso <strong>de</strong> la Paz en París, a principios <strong>de</strong> 1919, acudícon el ánimo <strong>de</strong> quien va a cavar la tumba <strong>de</strong> un camarada. Íbamos a enterrar lain<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> los árabes. Feyssal había <strong>de</strong>cidido mostrarse firme en sus exigencias,pero Inglaterra tenía sentenciada la colonización <strong>de</strong> Mesopotamia, y si en algunosaspectos se mostraba proclive a las aspiraciones <strong>de</strong> Feyssal en Siria, era sólo por trabarla influencia <strong>de</strong> Francia. Pero París no estaba dispuesto a renunciar a Siria ni a la Cilicia.Las sesiones <strong>de</strong> trabajo serían interminables y aburridísimas; menos mal que enprevisión <strong>de</strong> esa inútil tabarra, yo llevaba siempre encima la Antología griega que hacíados o tres años había publicado Loeb, y me entretenía con esos espléndidos epitafios.Alguno <strong>de</strong> ellos bien me convenía. Trabajé mucho durante esos meses en Las sietecolumnas <strong>de</strong> la sabiduría, sobre todo por las noches; pu<strong>de</strong> redactar siete capítulos.77
También me acompañaron mucho la Anatomía <strong>de</strong> la melancolía <strong>de</strong> Burton, los versos<strong>de</strong> Yeats, que siempre me han emocionado, Conrad, Flavio Josefo y, siempre, Melville.Ya había presentado antes <strong>de</strong> ir a París un resumen <strong>de</strong> mis puntos <strong>de</strong> vista -ysupongo que «la fama» me daba autoridad ante aquellos caballeros en la reuniónespecial <strong>de</strong> la Comisión Oriental <strong>de</strong>l gabinete. Les dije que lo mejor sería la existencia<strong>de</strong> cuatro Estados, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> El Higaz, bajo el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> Hussein, al reparto <strong>de</strong> Mesopotamiaen dos, el Norte para Zeid, el Sur para Abdullah, <strong>de</strong>jando Siria entera para Feyssal. Medijeron que podía consi<strong>de</strong>rarse la i<strong>de</strong>a, pero acudiendo a un plebiscito, plebiscito que yosabía sería manipulado por nuestros gobiernos. El Jerife Hussein dijo que no aceptabaen forma alguna que se cuestionara su po<strong>de</strong>r, y que a<strong>de</strong>más la soberanía <strong>de</strong> <strong>Arabia</strong> habíasido prometida por Inglaterra a cambio <strong>de</strong>l apoyo árabe en la guerra contra Turquía.Como preparación para el congreso, Feyssal vino a Inglaterra, acompañado <strong>de</strong>Nuri Said. Desembarcaron antes en Marsella, y allí los esperé. Como afirmación <strong>de</strong> milealtad -lo que hice durante toda aquella época, incluso en las sesiones <strong>de</strong>l congreso- mepresenté vestido <strong>de</strong> árabe, lo que complació mucho a Feyssal; creo que entendió que miafecto y mi respeto por él y su causa eran superiores a los que estaba obligado amanifestar por Inglaterra. Quise que todos lo supieran. Feyssal me trajo como regalo lamagnífica Historia <strong>de</strong> la guerra <strong>de</strong> Delbriik. Traté <strong>de</strong> conducirlos directamente aLondres, pero las autorida<strong>de</strong>s francesas, imagino que para po<strong>de</strong>r hacer ante él un«<strong>de</strong>spliegue <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r», establecieron un largo itinerario con todo tipo <strong>de</strong><strong>de</strong>mostraciones, sociales y militares. Era como <strong>de</strong>cirle: todo esto está <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> nuestrasaspiraciones en Siria. Feyssal se <strong>de</strong>jaba cortejar, pero permaneció inescrutable. Por fínconseguimos <strong>de</strong>jar atrás aquel interminable <strong>de</strong>sfile <strong>de</strong> prepotencia y subimos enBoulogne a un crucero británico que nos condujo hasta Inglaterra.El rey recibió a Feyssal en el palacio <strong>de</strong> Buckingham y yo permanecí a su lado,ataviado con mi jaiqe <strong>de</strong> seda blanco y mi quffiya con aqal <strong>de</strong> oro.Acudí a París con muy pocas esperanzas. Pero me había propuesto <strong>de</strong>jar al menosorgullosamente enarbolada la ban<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> los <strong>de</strong>rechos árabes. Los franceses no semostraron muy complacidos con mi presencia en las sesiones. Pero tanto Feyssal comoel gobierno inglés –Inglaterra, por lo que yo pudiera servir para reducir la influenciafrancesa -me impusieron. Me hospedé en el hotel Continental, cercano al Majestic y alAstoria, que eran los alojamientos <strong>de</strong> la <strong>de</strong>legación británica. Pedí –y obtuve- permisopara que mi intervención en el Congreso se estableciese como miembro <strong>de</strong> la <strong>de</strong>legación<strong>de</strong> El Higaz. Como aquella imagen –mi ropa árabe, la gumía que siempre llevé al cinto,mi asiento junto a Feyssal- era lo más llamativo para la prensa, no me daban <strong>de</strong>scansosolicitando incontables entrevistas, que yo aprovechaba para <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r la causa <strong>de</strong>Feyssal.Propuse al gobierno <strong>de</strong> Su Majestad que se permitiera la total libertad <strong>de</strong> ElHigaz, que Mesopotamia –en caso <strong>de</strong> resultar imposible establecer lo que era miopinión: reinos libres bajo Abdullah y Zeid, los hijos <strong>de</strong>l Jerife-- quedase bajo mandatoinglés , y que para contentar a Francia se le <strong>de</strong>jase el mínimo aceptable <strong>de</strong> Siria,entregando el resto a Feyssal, a quien también se le conce<strong>de</strong>ría una salida al mar porAlejandreta. A cambio los árabes <strong>de</strong>bían reconocer un Hogar Judío, aunque éstequedase bajo “control” británico. Esto, que al principio parecía factible dada lamo<strong>de</strong>ración <strong>de</strong> Feyssal, y también sin duda la <strong>de</strong> Chaim Weizmann, entró luego en uncallejón sin salida <strong>de</strong>bido a la intransigencia creciente <strong>de</strong> unos y <strong>de</strong> otros en lo referentea los territorios palestinos.Ni que <strong>de</strong>cir tiene que tanto Woodrow Wilson como Lloyd George y, sobre todo,Clemenceau, que fue el mayor responsable <strong>de</strong> los <strong>de</strong>spropósitos inconcebibles que seapañaron lo mismo en nuestras sesiones que en el monstruoso Tratado <strong>de</strong> Versalles, no78
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Bombay 9 de EneroBueno sigo con Egi
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Las quebradas de olivares hacia Anf
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ese ataque hacia el ala izquierda d
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