Aurens.»Era imposible poner <strong>de</strong> acuerdo a todos aquellos partidos enfrentados. Hice uso <strong>de</strong>la autoridad que me confería mi nombre, y el <strong>de</strong> Feyssal, para intentar organizar elgobierno <strong>de</strong> la ciudad. Nombré gobernador militar a Shukri el Ayubi, que nos era muyfavorable, y salí a recorrer las calles. La multitud seguía enloquecida, on<strong>de</strong>andoban<strong>de</strong>ras rojas y gritando con <strong>de</strong>lirio el nombre <strong>de</strong> Feyssal. Y a ese nombre amado,unían el mío: «¡Aurens! ¡Aurens! ¡Aurens! ¡Aurens!..»Las horas que siguieron, qué extraño, permanecen casi borradas en mi memoria.Sé que estaba muy cansado, y ni aquella excitación <strong>de</strong>l momento me prestaba aliento.Tuve que ir a un hospital, don<strong>de</strong> cientos <strong>de</strong> turcos heridos se pudrían sin agua, sinauxilio médico, comidos por las moscas, los piojos y las ratas. Algo sucedió, pues unoficial inglés me abofeteó, supongo que tomándome por un árabe y culpando a éstos <strong>de</strong>la miseria <strong>de</strong> aquel hospital. No pu<strong>de</strong> sino reírme. Me propinó otra bofetada mientrasgritaba «¡Maldito seas!», pero yo seguí riendo. Luego casi me <strong>de</strong>svanecí. Tuve queretirarme a <strong>de</strong>scansar, encontré un camastro viejo y me dormí.Me sacó <strong>de</strong> ese sueño la mano <strong>de</strong> Nasir.-Ven -me dijo-. Hay problemas.Le acompañé y me encontré con un grupo <strong>de</strong> rualias que me comunicaron que lossoldados <strong>de</strong> Abd el-Ka<strong>de</strong>r no aceptaban los nombramientos que yo había or<strong>de</strong>nado. Fuia hablar con él. Vino conmigo Auda, dispuesto a <strong>de</strong>gollar al cabecilla argelino. Y <strong>de</strong>nuevo la reunión en el ayuntamiento se convirtió en una vorágine <strong>de</strong> resentimientos.Para completar el cuadro, el general Chauvel me hizo llegar un mensaje con susintenciones <strong>de</strong> ocupar la ciudad con tropas inglesas, en nombre <strong>de</strong> Allenby. Le dije queel propio Allenby me había prometido que los árabes mantendrían el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong>permitir o no esa ocupación, innecesaria en todo caso si ellos conseguían un gobiemosólido. Chauvel se mostró terco y tuve que amenazarlo con la respuesta violenta <strong>de</strong> losárabes en el caso <strong>de</strong> que sus tropas atravesaran las puertas <strong>de</strong> la ciudad y que, en todocaso, <strong>de</strong> entrar, <strong>de</strong>berían rendir honores a la ban<strong>de</strong>ra <strong>de</strong>l Jerife. Esto pareció convencer aChauvel <strong>de</strong> la conveniencia <strong>de</strong> mantener sus posiciones por el momento fuera <strong>de</strong>Damasco.El nombramiento <strong>de</strong> un gobierno árabe fue lo peor <strong>de</strong> todo. El mejorrazonamiento se perdía en aquel pan<strong>de</strong>mónium <strong>de</strong> insultos, gritos, amenazas, alianzas ytraiciones... Como si el puño que había unido a las tribus y a los clanes, como si eljuramento sobre el Corán <strong>de</strong> aquella lejana noche, como si el sueño <strong>de</strong> conquista quehabía borrado toda aversión entre ellos, <strong>de</strong> pronto se hubiera abierto <strong>de</strong>rramando laferocidad y el egoísmo <strong>de</strong> cada ban<strong>de</strong>ra; los viejos odios renacían, los enfrentamientosse aceraban. Habían <strong>de</strong>jado <strong>de</strong> ser «árabes»; ahora volvían a ser Ateibash y Rualia yHaritz y Hoveitah y Jujeina y burgueses <strong>de</strong> Siria que casi se lamentaban por el turcovencido, y ninguno pensaba sino en su propio botín <strong>de</strong> guerra. Hubo incluso disparos yvi brillar alguna gumía. Yo mismo tuve que disparar en pie sobre una mesa parahacerme oír. Pero mis promesas <strong>de</strong> soluciones justas y equilibradas en una unidad bajoel nombre <strong>de</strong> Feyssal, les hacía reír. Los beduinos, a<strong>de</strong>más, no entendían la gravedad <strong>de</strong>los problemas con que nos enfrentábamos -no entendían ni siquiera el problema mismo-.El suministro <strong>de</strong> agua había <strong>de</strong>jado <strong>de</strong> funcionar, y los cadáveres <strong>de</strong> hombres yanimales se pudrían en las conducciones y <strong>de</strong>satarían las más espantosas epi<strong>de</strong>mias. Laluz era otro problema. No disponíamos <strong>de</strong> nadie en el servicio <strong>de</strong> bomberos, en unaciudad amenazada con ar<strong>de</strong>r entera. Y había que restablecer telégrafos, teléfonos,radios, policía. Y el alucinante e irresoluble caos <strong>de</strong> los hospitales, don<strong>de</strong> montones <strong>de</strong>heridos agonizaban -turcos casi todos- en las peores condiciones. Y todo era como unhaz que convergiera en mí.75
No logré poner or<strong>de</strong>n. Recuerdo mi segundo día en Damasco. Había caído rendidoy dormí un par <strong>de</strong> horas. Me <strong>de</strong>spertaron unos disparos. Salí y Auda me dijo que losdrusos se habían sublevado comandados por Abd el-Ka<strong>de</strong>r. Or<strong>de</strong>né inmediatamente aNuri Said que acordonase a los drusos y que emplazara las ametralladoras en lasbocacalles. Por fin logramos acabar con ellos y apresar a Mohammed Said, pero se nosescapó Abd el-Ka<strong>de</strong>r; me hubiera gustado pillado y ejecutado. Tuve que matar a otros.Poco <strong>de</strong>spués, el ejército <strong>de</strong> Allenby -aquel río inmenso y abigarrado don<strong>de</strong> tantasnacionalida<strong>de</strong>s se mixturaban, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Australia hasta la India, todos con sus enseñas ysus uniformes- entró en la ciudad y la ocuparon. Fue una ocupación total, a cuyo lado, laentrada <strong>de</strong> mis guerreros parecía disolverse como una huella en el <strong>de</strong>sierto. Sí. Pero esahuella había dado a luz ese caudal.Pero ahora llegaba la hora <strong>de</strong>l reparto. Las potencias adjudicándose su botín. Y enese botín, poco íbamos a contar nosotros. El mundo que por un instante yo había vistorestallar, se hundía ahora en la componenda política. Todo el coraje, la limpieza viril <strong>de</strong>nuestra lucha iba a pudrirse como aquellos moribundos <strong>de</strong>l hospital turco, en aquelhedor. Sobre nuestras heridas <strong>de</strong> hombre, se extendían las vendas sucias <strong>de</strong> la política.Todas las ilusiones se pudrirían, <strong>de</strong>stilando qué líquidos atroces.Mi última or<strong>de</strong>n en Damasco fue la <strong>de</strong> cavar enormes zanjas para enterrar sinnombre a todos los cadáveres. Después entregué el po<strong>de</strong>r a Allenby. Le aconsejé quenombrase gobernador militar a Alí Riza, que bien merecido se lo tenía por su larga tarea,tantas veces al filo <strong>de</strong>l patíbulo, como agente <strong>de</strong> Fyssal.Se anunció la llegada <strong>de</strong> Feyssal, que venía en tren <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Deraa. Fue hermosa suentrada en Damasco. Siempre tras él su viejo servidor abisinio, aquel negro gigantesco.Feyssal entró en Damasco montado en un caballo y seguido <strong>de</strong> su guardia. Fue laprimera vez que Feyssal y Allenby se encontraron frente a frente. Feyssal agra<strong>de</strong>ció aAllenby la victoria. Allenby le respondió -qué terrible momento -que Siria quedabasegún el Tratado Sykes-Pic, como protectorado francés y que todos los territorios alOeste <strong>de</strong>l Jordán y la costa quedarían fuera <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r árabe. Feyssal protestó y dijo quesus tropas habían tomado el día anterior Beirut, pero se le conminó a que arriase suban<strong>de</strong>ra pues el Líbano pasaba a estar totalmente bajo el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> Francia. Después <strong>de</strong>una protesta inútil, Feyssal abandonó el ayuntamiento. Allenby me dijo entonces que yo<strong>de</strong>bería permanecer junto a Feyssal como representante <strong>de</strong> Gran Bretaña. Me negué aaceptar ese cargo.-Es usted un soldado. Debe obe<strong>de</strong>cer -me dijo-Ya no soy nadie, señor -le contesté-. Estoy agotado y no tengo condiciones parael mando. Le ruego que me trasla<strong>de</strong>.76
- Page 2 and 3:
LAWRENCE DE ARABIALA CORONA DE AREN
- Page 4 and 5:
En recuerdo de mi madre, María del
- Page 6:
O THOU, ARABIAN BIRD!-WILLIAN SHAKE
- Page 9 and 10:
noche casi podía tocar las estrell
- Page 11 and 12:
enormes pórticos cavernosos sobre
- Page 13 and 14:
miraba extasiado ese rostro, suave
- Page 15 and 16:
tumba de Hanza, en las afueras de M
- Page 17 and 18:
comprender que es un instrumento m
- Page 19 and 20:
Bombay 9 de EneroBueno sigo con Egi
- Page 21 and 22:
esplandeciente como lomos de sardin
- Page 23 and 24:
Las quebradas de olivares hacia Anf
- Page 25 and 26: ese ataque hacia el ala izquierda d
- Page 27 and 28: corazón ardían en ese sueño magn
- Page 29 and 30: vigilaba sus campamentos del desier
- Page 31 and 32: Mando de El Cairo por su retraso y
- Page 33 and 34: Alejandro: Y la tierra temblaba ant
- Page 35 and 36: su arte más sutil en atraerse a to
- Page 37 and 38: como había pensado, apartar la mir
- Page 39 and 40: sus ojos. Los gritos del marroquí
- Page 41 and 42: Llegué a Alepo para Año Nuevo. Me
- Page 43 and 44: continuidad. En uno de los viajes a
- Page 45 and 46: que quisiera y me ofreció al Jerif
- Page 47 and 48: artista en untar con manteca a los
- Page 49 and 50: Establecimos un campamento para alg
- Page 51 and 52: derramarme en esa carne.Abracé a A
- Page 53 and 54: 12 de Enero. Mar Arabigo.Lo que cad
- Page 55 and 56: ultratumba la formación de muertos
- Page 57 and 58: facilitasen dinero y municiones, au
- Page 59 and 60: ¿Y era ésta la esposa de Héctor,
- Page 61 and 62: Le ordené a Alí ibn Hussein que a
- Page 63 and 64: -Sí. Es un espectáculo hermosísi
- Page 65 and 66: presencia del gobernador, Hajim Bey
- Page 67 and 68: sentirse Dios. En aquel mundo de so
- Page 69 and 70: Auda y yo. Thomas, henchido de demo
- Page 71 and 72: He intentado dormir. Pero no puedo.
- Page 73 and 74: moverse una cabra o un perro. Algun
- Page 75: Y subí al Rolls y nos pusimos en m
- Page 79 and 80: También me acompañaron mucho la A
- Page 81 and 82: Qué imbécil.Pero esos casi cinco
- Page 83 and 84: en un desastre. Tuve que huir, me e
- Page 85 and 86: Antología de Spoon River, de un no
- Page 87 and 88: Guy era una imagen amorosa que me e
- Page 89 and 90: está detrás de las Secciones de A
- Page 91 and 92: emocionado y que la altura literari
- Page 93 and 94: En el mar Rojo, frente a Wejh, 19 d
- Page 95 and 96: NOTA FINAL DE LOS EDITORESEl corone
- Page 97 and 98: Pero sé que de todos los reyes, s
- Page 99 and 100: explican estas memorias quien dio l
- Page 101 and 102: Página 64Más interesante que lo q
- Page 103 and 104: BIBLIOGRAFÍASobre la rebelión ár