Lowell Thomas escribió <strong>de</strong>smesurados reportajes y Chase tomó las fotografíasque quiso. Procuré ofrecerles todo el exotismo que buscaban para felicidad <strong>de</strong> suslectores.Después <strong>de</strong> Tafileh le pedí a Allenby que me trasladara <strong>de</strong>stinándome a algúnpuesto lejos <strong>de</strong> todo aquello, don<strong>de</strong> no tuviera responsabilida<strong>de</strong>s con nadie, don<strong>de</strong> notuviera que unir mi nombre a ninguna mentira. Allenby me dijo que mi tarea había sidomuy importante, que pronto acce<strong>de</strong>ría a mis <strong>de</strong>seos, y me regaló -creo que lo hizo <strong>de</strong> supropio peculio- un volumen con los poemas <strong>de</strong> Ropert Brooke, quien por cierto habíamuerto a poco <strong>de</strong> empezar la guerra, en Sciros. Allenby me dijo que estaba a punto <strong>de</strong>comenzar una gran ofensiva, acaso la última, que con el general Smuts había planeadopara primeros <strong>de</strong> Mayo -ya era 1918- y que yo <strong>de</strong>bía seguir <strong>de</strong> enlace con Feyssal hastasu terminación.Fui a Aqaba y me puse <strong>de</strong> nuevo a las ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> Feyssal. Vi que se había dotado-aunque con mo<strong>de</strong>ración- <strong>de</strong> más artillería, blindados y aviación, al ejército árabe. Losblindados llevaban ametralladoras Vickers, muy prácticas en el <strong>de</strong>sierto, y los avioneseran unos Bristol, un DH 9 y un Handley-Page. Mi puesto <strong>de</strong> mando se transfirió aShobek, unas ruinas <strong>de</strong> una antigua fortaleza <strong>de</strong> los cruzados. Y mi misión, por elmomento, <strong>de</strong>bía consistir en volar trenes en el área <strong>de</strong> Minifar.Estábamos cerca <strong>de</strong> Faraifra cuando tuvimos un encontronazo con una patrullaturca. Nos sorprendieron y obligaron a dispersarnos. Cuando por fin logramos acabarcon ellos, tratamos <strong>de</strong> reagruparnos, pero algunos <strong>de</strong> los nuestros no vinieron, y entreellos, mi fiel y querido Othman. Salí a buscado y pronto lo encontré. Estaba tendidojunto a un turco muerto, y lo vi muy malherido. No podíamos trasladarlo y me parecióevi<strong>de</strong>nte que no viviría mucho, y si caía aún vivo en po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> los turcos, su final seríaespeluznante. Othman lo sabía. No dijo nada. Tomé su cabeza entre mis manos y lobesé en la frente. Él sonrió y sus bellos ojos me miraron con dulzura.-Voy a ver a Alí -me dijo.-Salúdalo <strong>de</strong> mi parte -le dije. Y le disparé un tiro en la cabeza.Quizá yo tampoco <strong>de</strong>bería <strong>de</strong>jar que me rematasen los tiempos. Es un segundo.Un movimiento <strong>de</strong>l <strong>de</strong>do sobre el gatillo. Tengo cuarenta y un años. Cuanto pue<strong>de</strong> venirno es sino masticar mierda.No sé por qué estoy escribiendo todo esto. Más carne para el perro. Recordaraquel tiro -¿pero lo he <strong>de</strong>jado <strong>de</strong> oír retumbando en mi cabeza un solo día <strong>de</strong> mi vida<strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces?- me ha producido una extraña convulsión. He visto cara a cara el horror<strong>de</strong> mí mismo. Me encuentro <strong>de</strong>masiado mal para seguir. En mi interior estalla tantaviolencia que siento como si fuera a reventar mi cuerpo. No es violencia: es odio. Sí,odio. Os odio. Os <strong>de</strong>sprecio. Os maldigo.Pero a nadie <strong>de</strong>sprecio tanto como a mí mismo. En el fondo he aceptado ladomesticación. Si no, no estaría aquí, hozando en mis propias babas. Tomaría esterevólver y me abriría paso hasta el puerto. Pero no. Voy a <strong>de</strong>jar -mientras aúllo,mientras me lamo las úlceras- que hagan conmigo lo que quieran. Que me lleven aInglaterra, que me exhiban. Puedo inventarme cualquier excusa -es como pasar la manopor el lomo <strong>de</strong> la abyección-; oh, <strong>Lawrence</strong>, querido, Aurens, sí, Aurens, querido, ohadmirado Aurens, oh rey sin corona <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto, ya convertido en una piedra, por finsin sentir nada, casi transparente, pue<strong>de</strong>n hacer contigo lo que quieran, estás más allá, loque imaginas que es la superioridad máxima, sí, más allá, don<strong>de</strong> ya nada te toca. Pero esmentira. Sí que te tocan esas manos. No estás más allá, estás aquí, en esta pocilgacaliente, pudriéndote con tus recuerdos. Y lo único que eres es un cobar<strong>de</strong> que no seatreve a abrirse paso a tiros. ¿Una mentira más? Engañaste a Auda, a Feyssal, a todos;ahora intentas engañarte a ti mismo.69
He intentado dormir. Pero no puedo. Sigo. Aquel Invierno <strong>de</strong> 1918 fue el másterrible que recuerdo. El frío era insoportable. Los árabes, sin ropas <strong>de</strong> abrigo, secongelaban. Yo los veía aprovechar el más pequeño hueco, ni siquiera una cueva, en lasrocas, y allí se agazapaban junto a una pequeña hoguera <strong>de</strong> ajenjo. Pero muchos <strong>de</strong>dosse helaron y las amputaciones se multiplicaban. Los turcos parecían, a<strong>de</strong>más,reanimarse, no sólo aumentaban sus efectivos sino que luchaban con más fiereza.Trasladamos nuestro campamento –si es que aquel <strong>de</strong>sperdigado hormiguero <strong>de</strong>guerreros ateridos era un campamento- a Uadi Jinz, y <strong>de</strong>spués a Uheddia, don<strong>de</strong> seencontraba Feyssal. Feyssal estaba muy preocupado, me dijo que <strong>de</strong>tectaba un gran<strong>de</strong>sánimo entre los suyos y que necesitábamos una victoria. Pero la resistencia turca laconvertía en algo muy difícil. Levantó un poco nuestras ilusiones que unos mensajerosnos comunicaran la toma <strong>de</strong> Amman, por Allenby. Pero teníamos la sensación <strong>de</strong>encontrarnos atrapados por aquel Invierno ante unas líneas <strong>de</strong> <strong>de</strong>fensa infranqueables.Fui a El Cairo y le pedí a Allenby refuerzos, dinero y «estímulos militares. Medijo que la situación era <strong>de</strong>licada, pero en Otoño se lanzaría una ofensiva <strong>de</strong>finitiva. Queera conveniente engañar a los turcos y a los alemanes haciéndoles creer que nosconcentraríamos en el valle <strong>de</strong>l Jordán, mientras él llevaba sus tropas hacia los olivaresy naranjales <strong>de</strong> Ramleh. Quería concentrar allí todos los efectivos para mediados <strong>de</strong>Septiembre, y me encomendó el apoyo a la ofensiva, dividido en dos líneas <strong>de</strong>penetración: Joyce y los blindados <strong>de</strong>berían atacar Muddouwarah, y yo con mis árabes,Ma'an. Prometió una coordinación con la RAF y el suficiente soporte artillero.Entonces sucedió algo que por unos días puso en peligro toda la estrategia<strong>de</strong>cidida para aquella campaña. Los bolcheviques se habían hecho con Rusia e hicieronpúblicos los acuerdos Sykes-Picot. El Jerife Hussein se enfureció y amenazó con retirarsu apoyo a la guerra, aprovechando <strong>de</strong> paso para amenazar a su hijo Feyssal por elnombramiento <strong>de</strong> Jaafar Bajá como comandante <strong>de</strong> sus tropas. Jaafar presentó sudimisión a Feyssal para evitar enfrentamientos, pero Feyssal no la aceptó. Allenby dijoque apoyaría a Feyssal si <strong>de</strong>sobe<strong>de</strong>cía a su padre en el caso <strong>de</strong> una <strong>de</strong>fección <strong>de</strong> éste.Por fin, La Meca rectificó y la situación pudo recomponerse. Allenby envió al tenientecoronel Alan Dawnay como enlace entre los ejércitos árabe y británico, lo que sí fueconsi<strong>de</strong>rable ayuda, porque Dawnay entendía muy bien las características <strong>de</strong> laRebelión. Yo regresé a El Cairo; Allenby me dio las últimas instrucciones sobre lasoperaciones <strong>de</strong> Otoño, pero me aseguró que los acuerdos Sykes-Picot iban a serindiscutibles.-Es un error, señor -le dije-. Los árabes no se conformarán.-Los árabes no tienen artillería -me respondió.-Los acuerdos son una infamia.-Yo no sé <strong>de</strong> infamias -exclamó, malhumorado-. Sólo sé hacer mi trabajo Comousted <strong>de</strong>bería saber hacer el suyo. La política no es asunto nuestro. Somos militares.Nuestra misión es combatir y ganar, no discutir lo que los gobiernos acuerdan.-Pero les hemos prometido a los árabes... -intenté argumentar.-Yo no. Usted lo ha prometido.No pu<strong>de</strong> respon<strong>de</strong>rle. Me dijo que fuese a Jefer a explicarles <strong>de</strong> la mejor manera alos árabes lo que iba a pasar, y que disfrazase en lo posible el alcance <strong>de</strong> los tratados.Volé <strong>de</strong>s<strong>de</strong> allí a Quweira y luego a Jefer, don<strong>de</strong> me esperaban Nuri Shalaam y Feyssal.Deseé que el avión se estrellase.Feyssal y Nuri eran conscientes <strong>de</strong> esos tratados, pero mantenían una últimaesperanza <strong>de</strong> que no se pudieran llevar a la práctica en su totalidad si ellos ocupaban elterritorio con la fuerza suficiente. Yo apoyé esa teoría.-Debéis entrar el primero en Damasco -le dije a Feissal-. Y crear <strong>de</strong> inmediato un70
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comprender que es un instrumento m
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