canal. No podía soportar su mirada. En cuanto pu<strong>de</strong> montar, lo <strong>de</strong>jé todo en sus manos yfui a Aqaba.Allí me enteré <strong>de</strong> que Allenby estaba a punto <strong>de</strong> tomar Jerusalem, y que <strong>de</strong>seabaque yo entrase junto a él en el <strong>de</strong>sfile <strong>de</strong> la victoria. Me indicó por medio <strong>de</strong> Claytonque «lo hiciera como oficial británico», lo que significaba una or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> abandonar misropas árabes. Algunos oficiales me prestaron las suyas y así -no <strong>de</strong>jaba <strong>de</strong> ser otro«disfraz»- no <strong>de</strong>sentiné en aquella apoteosis imperial en la puerta <strong>de</strong> Jaffa, «supremomonumento <strong>de</strong> la guerra» como se ha escrito. Mientras sonaban las marchas yo pensabaen Tito, cuando fue enviado por su padre para aplastar a los judíos. Ante esas murallasestuvieron la Quinta Legión, y la Décima y la Decimoquinta, toda la vieja solda<strong>de</strong>sca <strong>de</strong>su padre, como dice Tácito. Con ellas y con la Tercera <strong>de</strong> Alejandría y la Duodécima <strong>de</strong>Siria, arrasó al enemigo. En el banquete <strong>de</strong> celebración, Allenby se enfrentóviolentamente al Alto Comisario <strong>de</strong> Francia, Georges Picot, quien cometió el error <strong>de</strong><strong>de</strong>cir que, puesto que Jerusalem caía bajo influencia francesa, iba a establecer allí sugobieno civil. Allenby no parecía estar al día <strong>de</strong>l «reparto» entre Inglaterra y Francia, olo disimulaba con su aire <strong>de</strong> hallarse por encima <strong>de</strong> todo lo que no fuese militar.-¿Y a usted qué le parece? -me preguntó Picot.-Me he limitado a ser el ala <strong>de</strong>recha <strong>de</strong>l avance hacia el Norte -le dije-. Jamás hetenido preocupaciones políticas.-Creo que en algunos momentos ha hecho usted algo más que aplastar a los turcos-dijo Picot con una sonrisa gélida.-Sí -le respondí-. He aplastado a los árabes.Allenby se apresuró a llevar la conversación hacia otros campos. Al finalizar elbanquete, me dijo que le acompañase a su <strong>de</strong>spacho. Allí me informó <strong>de</strong> las medidasadoptadas para el avance hacia Damasco. Creía que «mi ejército» árabe <strong>de</strong>bía irocupando el valle <strong>de</strong>l Jordán, lo que a mí me pareció una i<strong>de</strong>a conveniente para losintereses <strong>de</strong> Feyssal.-Ah... -me dijo Allenby al <strong>de</strong>spedirme-. Le comunico, para su personalenvanecimiento, que los turcos acaban <strong>de</strong> subir su cabeza a treinta mil libras.Volví lo antes posible a Aqaba para entrevistarme con Feyssal. Le puse alcorriente <strong>de</strong> los planes <strong>de</strong> Allenby y le sugerí que llevase la penetración árabe más alláincluso <strong>de</strong> las líneas establecidas.-Es vuestra ban<strong>de</strong>ra la que <strong>de</strong>be tomar Damasco. Y <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rla a cualquier precio.-Se acerca una hora que no es hermosa me dijo-. La hora <strong>de</strong> los políticos.-Sois como aquel que cantaba Mutanabbi, señor <strong>de</strong> los caballeros, <strong>de</strong> la noche y<strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto. Y en ninguno <strong>de</strong> los tres espacios hay lugar para la política.-Amigo mío -me dijo Feyssal-, mucho te <strong>de</strong>bo, y nunca podré recompensarte conlo único verda<strong>de</strong>ramente gran<strong>de</strong>: la paz <strong>de</strong>l alma.-Yo he luchado -le dije- por esa ban<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> seda roja, por verla dominar sobre lasarenas.Feyssal me miró. Creo que había piedad en sus ojos.-Enfrentarse rígidamente al viento <strong>de</strong>rriba el árbol. Pero el junco sobrevive alhuracán.Sí, esa ban<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> seda roja sobre las arenas... Qué hermosa causa perdida. ¿Y quéiba a hacer yo ahora? Había apostado todos mis sueños a esa rebelión. Lo único que meinteresaba en el mundo eran gestos, acciones, instantes como los que allí habían<strong>de</strong>vorado mi alma, como los que allí se me había dado contemplar: la gloria y lamajestad <strong>de</strong> Feyssal, el sueño <strong>de</strong> oro <strong>de</strong> Auda, el coraje y la lealtad <strong>de</strong> Alí ibn Hussein,la amistad <strong>de</strong> tantos guerreros, y Dahum. Y sentir en las manos el latido, la crepitación<strong>de</strong> la Historia aunque fuese un instante, que sólo durante un instante fuese posible65
sentirse Dios. En aquel mundo <strong>de</strong> sol y <strong>de</strong> arenas, lo que verda<strong>de</strong>ramente somos, «eso»don<strong>de</strong> tocamos la plenitud <strong>de</strong> estar vivos: el valor, la resistencia física, la admiraciónpor las gran<strong>de</strong>s obras artísticas, la limpieza <strong>de</strong> la conducta, la jerarquía <strong>de</strong> cualida<strong>de</strong>s,eran la única medida. Y sobre ella, flotando como aquella ban<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> seda roja, elanhelo <strong>de</strong> fama que incendia el alma, como dice Virgilio, esa fama don<strong>de</strong> no morir.Y ahora per<strong>de</strong>ría esa mi única tierra habitable.¿Qué haría <strong>de</strong>spués? ¿Volver a Oxford? ¿Enrolarme como mercenario... dón<strong>de</strong>?Yo había pisado un temblor terrenal vasto como la Creación. Lo único equivalente erala nada. ¿Por qué no Brasil? Alli, <strong>de</strong>cían, un hombre <strong>de</strong>cidido podía levantar su propioimperio. También sería un mundo limpio. Inmenso. Libre.De todas formas, ¿qué más da?Feyssal <strong>de</strong>cía que había llegado la hora <strong>de</strong> la política. Y acaso llevara razón. Peroyo no servía para eso; ese «cubileteo» me repugnaba. Sobre todo porque no era ellimpio discutir <strong>de</strong> intereses enfrentados y la busca <strong>de</strong> un acuerdo equilibrado entrehombres honorables, sino la rapiña sobre montones <strong>de</strong> cadáveres <strong>de</strong> una riqueza ajena.Imaginar a mi señor Feyssal sentado a la mesa con un montón <strong>de</strong> fulleros que jamáshabían pisado un campo <strong>de</strong> batalla, me revolvía las tripas. Porque yo era cómplice <strong>de</strong>esa vileza.Mi alma era una úlcera. El odio crecía en mi carne, podía sentido como sentía elcalor <strong>de</strong>l sol. Me hice <strong>de</strong> una guardia <strong>de</strong> corps que garantizara mi protección, y algo másque mi protección: que me revistiera <strong>de</strong> ferocidad, que alejara <strong>de</strong> mí incluso a misamigos. Conseguí noventa ageylish <strong>de</strong> la peor catadura, la mayoría <strong>de</strong> ellos conocidosen las tribus por su carácter sanguinario. Puse al frente al peor <strong>de</strong> ellos, Abdullah elRahabi, asesino y salteador; su rostro picado <strong>de</strong> viruela y la frialdad <strong>de</strong> sus ojos eran mimejor ban<strong>de</strong>ra. Abdullah me trajo a otro <strong>de</strong>salmado, un tal Zaagy. El conjunto resultótan vistoso y la ralea tan evi<strong>de</strong>nte, que pronto fueron conocidos como «los<strong>de</strong>golladores». Eran obedientes -me obe<strong>de</strong>cían a mí- mientras les pagara bien, y nohabía problemas <strong>de</strong> dinero. Me servirían hasta la muerte.El abastecimiento <strong>de</strong> nuestro ejército había mejorado. Aqaba se convirtió en uncentro <strong>de</strong> suministros e instrucción. Allenby nos envió varios Rolls blindados y unosTalbot con cañones <strong>de</strong> montaña, y or<strong>de</strong>nó que la base <strong>de</strong> Quweira nos apoyara con susaviones. Las tropas jerifianas se pusieron bajo el mando <strong>de</strong> Nuri Said y se armaronsuficientemente, incluso con ametralladoras. Militarmente todo parecía funcionar y sinduda todos sentíamos que la victoria estaba cerca.Pensé volver a Azraq, pero el tiempo empeoraba y allí nevaba y había borrascascontinuas. Decidí entonces ir a Jefer, con Auda. A punto <strong>de</strong> ponerme en camino, mecomunicaron que Alí, mi joven criado, había muerto en Azraq; aquel muchachomaravilloso había muerto <strong>de</strong> frío.Volvió a mi memoria como aquella noche en Jobba, <strong>de</strong>snudo, magnífico, y sussuspiros <strong>de</strong> placer, sus ojos amorosos cuando volvió la cabeza, esa cabeza preciosa,hacia mí, en el instante que yo me corría <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> él. Pobre muchacho...Ese mismo día llegaron a Aqaba, Lowell Thomas y el fotógrafo Harry Chase.Basta por hoy. Es mi hora <strong>de</strong> subir a cubierta.Esta noche es un poco más fresca. Se pue<strong>de</strong> respirar. Las luces <strong>de</strong> Bombayparecen en la lluvia como luciérnagas. No tengo sueño. Voy a seguir escribiendo.Me había quedado en que llegaron a Aqaba Lowell Thomas y su fotógrafo.Lowell habría <strong>de</strong> tener una consi<strong>de</strong>rable influencia, negativa, en mi vida. Pero aquel díaabrasador en el puerto, cuando se acercó y me hizo la primera fotografía, yo no lo sabía.66
- Page 2 and 3:
LAWRENCE DE ARABIALA CORONA DE AREN
- Page 4 and 5:
En recuerdo de mi madre, María del
- Page 6:
O THOU, ARABIAN BIRD!-WILLIAN SHAKE
- Page 9 and 10:
noche casi podía tocar las estrell
- Page 11 and 12:
enormes pórticos cavernosos sobre
- Page 13 and 14:
miraba extasiado ese rostro, suave
- Page 15 and 16: tumba de Hanza, en las afueras de M
- Page 17 and 18: comprender que es un instrumento m
- Page 19 and 20: Bombay 9 de EneroBueno sigo con Egi
- Page 21 and 22: esplandeciente como lomos de sardin
- Page 23 and 24: Las quebradas de olivares hacia Anf
- Page 25 and 26: ese ataque hacia el ala izquierda d
- Page 27 and 28: corazón ardían en ese sueño magn
- Page 29 and 30: vigilaba sus campamentos del desier
- Page 31 and 32: Mando de El Cairo por su retraso y
- Page 33 and 34: Alejandro: Y la tierra temblaba ant
- Page 35 and 36: su arte más sutil en atraerse a to
- Page 37 and 38: como había pensado, apartar la mir
- Page 39 and 40: sus ojos. Los gritos del marroquí
- Page 41 and 42: Llegué a Alepo para Año Nuevo. Me
- Page 43 and 44: continuidad. En uno de los viajes a
- Page 45 and 46: que quisiera y me ofreció al Jerif
- Page 47 and 48: artista en untar con manteca a los
- Page 49 and 50: Establecimos un campamento para alg
- Page 51 and 52: derramarme en esa carne.Abracé a A
- Page 53 and 54: 12 de Enero. Mar Arabigo.Lo que cad
- Page 55 and 56: ultratumba la formación de muertos
- Page 57 and 58: facilitasen dinero y municiones, au
- Page 59 and 60: ¿Y era ésta la esposa de Héctor,
- Page 61 and 62: Le ordené a Alí ibn Hussein que a
- Page 63 and 64: -Sí. Es un espectáculo hermosísi
- Page 65: presencia del gobernador, Hajim Bey
- Page 69 and 70: Auda y yo. Thomas, henchido de demo
- Page 71 and 72: He intentado dormir. Pero no puedo.
- Page 73 and 74: moverse una cabra o un perro. Algun
- Page 75 and 76: Y subí al Rolls y nos pusimos en m
- Page 77 and 78: No logré poner orden. Recuerdo mi
- Page 79 and 80: También me acompañaron mucho la A
- Page 81 and 82: Qué imbécil.Pero esos casi cinco
- Page 83 and 84: en un desastre. Tuve que huir, me e
- Page 85 and 86: Antología de Spoon River, de un no
- Page 87 and 88: Guy era una imagen amorosa que me e
- Page 89 and 90: está detrás de las Secciones de A
- Page 91 and 92: emocionado y que la altura literari
- Page 93 and 94: En el mar Rojo, frente a Wejh, 19 d
- Page 95 and 96: NOTA FINAL DE LOS EDITORESEl corone
- Page 97 and 98: Pero sé que de todos los reyes, s
- Page 99 and 100: explican estas memorias quien dio l
- Page 101 and 102: Página 64Más interesante que lo q
- Page 103 and 104: BIBLIOGRAFÍASobre la rebelión ár