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Lawrence de Arabia - JOSE MARIA ALVAREZ - José María Álvarez

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facilitasen dinero y municiones, aunque la precaución sobre el envío <strong>de</strong> artillería seguíamanteniéndose. Clayton me dijo también que las informaciones recibidas <strong>de</strong> Medina,don<strong>de</strong> estaba <strong>de</strong>stacado Galand, así como las <strong>de</strong> Newcombe, no eran tan optimistascomo las mías, y que no sabía hasta qué punto era bueno un excesivo triunfo <strong>de</strong> Feyssalpor encima <strong>de</strong> lo conseguido por su padre el Jerife.Volví a Aqaba, don<strong>de</strong> fui recibido con entusiasmo. Auda tuvo su oro y me regalóa cambio su gumía.-Ya no eres «el inglés» -me dijo-. Se te cantará por tu nombre. Aurens. Sí, <strong>de</strong>s<strong>de</strong>hoy eres «el Aurens». Uno como yo.Mandé correos para avisar a Feyssal, aunque suponía que ya estaba al corriente <strong>de</strong>todo, pero le pedí que viniera y que entrase victorioso en Aqaba. A los pocos días llegó.Se puso al frente <strong>de</strong>l ejército y <strong>de</strong>sfiló majestuosamente por la ciudad. Aquella noche,<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> cenar, al <strong>de</strong>spedirnos -la Luna bañaba con su luz el palmeral junto al marmedijo:-Tú no preten<strong>de</strong>s darme una victoria. Quieres darme un Mundo. Lo que el <strong>de</strong>stinonos traiga está en las manos <strong>de</strong> Alá. Pero tu nombre ya nunca será olvidado.Y llamó a su esclavo, que trajo un paquete, y me lo ofreció.-Éste <strong>de</strong> quien aquí se habla, también lo arrastraba un viento <strong>de</strong> gloria.Abrí el paquete. Era una edición <strong>de</strong> Virgilio, con la traducción <strong>de</strong> 1512 <strong>de</strong> GawainDouglas. No me impresionó que Feyssal hubiera podido conseguir aquel inapreciabletesoro, sino que precisamente eligiera esa traducción y no la famosa <strong>de</strong> Dry<strong>de</strong>n; quehubiera adivinado que yo prefería ésta, <strong>de</strong> Douglas, mucho mejor, con su alientomedieval y fantástico.Una vez conquistada Aqaba, pensé que nuestro ejército <strong>de</strong>bía abandonar ya Wejhy concentrarse allí. Cada vez se nos hacía más necesario -a Feyssal, a mí- el avancesobre Siria, y Aqaba era el punto <strong>de</strong> partida perfecto, don<strong>de</strong> podía abastecerse alejército. Des<strong>de</strong> Aqaba atacaríamos formando columnas <strong>de</strong> penetración don<strong>de</strong> lucharanjuntos los beduinos y los se<strong>de</strong>ntarios <strong>de</strong> Siria. Pese a las advertencias <strong>de</strong> Clayton, estabaclaro que era Feysasal quien <strong>de</strong>bía encabezar nuestras tropas. Pedí a El Cairo unaumento <strong>de</strong> las provisiones y doscientos mil soberanos <strong>de</strong> oro.Aqaba significó el fin <strong>de</strong> la guerra en El Higaz. Ya podíamos dirigimos haciaSiria. Quweira y Rumm se convirtieron en nuestras bases siguientes. Run era un lugarmuy hermoso, un valle encerrado en montañas que parecían arcos escarzanos, macizos,pétreos. Se alzaban sobre una tierra solitaria y seca en la que apenas brotaba algún árbolperdido. Pero había algo hermoso en la inmovilidad planetaria <strong>de</strong> aquel lugar. El calorera insoportable. Afortunadamente había un diminuto estanque <strong>de</strong> agua fresca don<strong>de</strong>podía refrescarme. En ese estanque me sucedió algo mágico. Estaba yo bañándome. Elagua, qué bendición, me <strong>de</strong>volvía la vida con su frescor. Era muy agradable sentir elcuerpo en aquel líquido mientras el viento tórrido me azotaba la cara. De pronto, vi quese acercaba un anciano. Lucía una barba larga y blanca. Se sentó en la tierra y me miró.-No serás Rey. Ni tronco <strong>de</strong> reyes. Pero oirás crecer la hierba <strong>de</strong> la Historia.Pronunció estas palabras como si recitase unos versos. El sol era plomo <strong>de</strong>rretido.El rostro <strong>de</strong>l anciano se <strong>de</strong>sdibujó como en un espejismo. Cerré los ojos cegados, y alabrirlos, ya no estaba. Salí <strong>de</strong>l estanque y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> aquella altura contemplé la extensión<strong>de</strong>sértica. Un silencio mineral se pegaba al mundo. Era fantástico. Aquel viejo habíarepetido las palabras que también soñó Shakespeare. Sellaban mi <strong>de</strong>rrota. Sí, pero ese«oirás crecer la hierba <strong>de</strong> la Historia» no podía ser en vano. Todo lo que allí estabapasando, y lo que iba a suce<strong>de</strong>r. Todo eso no podía morir. El rostro <strong>de</strong> Auda, Feyssal enWejh, a la cabeza <strong>de</strong> su ejército, aquel día... el sueño que nos había arrastrado a todoscomo un huracán, el Yunque <strong>de</strong>l Sol... Entonces supe que yo estaba <strong>de</strong>stinado a56

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