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Lawrence de Arabia - JOSE MARIA ALVAREZ - José María Álvarez

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fue espantoso. El sol calcinaba las piedras <strong>de</strong>l Sinaí y era como avanzar en una inasibletelaraña espesa <strong>de</strong> calor. A<strong>de</strong>más, aquel samm siempre abrasando, ese vientoemponzoñado. La luz era cegadora. Como las dunas <strong>de</strong>l Sinaí se mueven muyvisiblemente, era como si un animal reptara bajo esa piel. Una <strong>de</strong>solación fantástica.Cuando por fin, muy agotado, llegué a Shatt, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> allí pu<strong>de</strong> hablar por teléfonocon Suez, y el comandante Lyttleton me envió una lancha a recogerme. Des<strong>de</strong> Sueztomé el tren a El Cairo.La noticia <strong>de</strong> la toma <strong>de</strong> Aqaba reavivó el «entusiasmo» <strong>de</strong> nuestros mandos. Semostraron favorables a incrementar, aunque siempre <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> unos límites «nopeligrosos», la ayuda para «mis» árabes. Mucho le <strong>de</strong>bo al almirante Wemyss, queapoyó mis peticiones. Conseguí suministros para Aqaba y dinero. En El Cairo me enteré<strong>de</strong>l cambio habido en jefatura. Ahora era el general Allenby 44 , al que yo admiraba nosólo como militar sino por sus notables conocimientos sobre Grecia y las Cruzadas,quien ostentaba el mando supremo.Allenby era un hombre <strong>de</strong> fascinante aspecto. Irradiaba fortaleza y fe en sus<strong>de</strong>cisiones. Había luchado en Bechuanalandia en la expedición <strong>de</strong> 1881 y en Zululandiaen 1888, y también tomó parte <strong>de</strong>stacada en las operaciones <strong>de</strong> caballería <strong>de</strong> la guerra enSudáfrica, en la batalla <strong>de</strong> Paar<strong>de</strong>berg y en el avance hacia Pretoria. Había estado almando <strong>de</strong>l 5º <strong>de</strong> Lanceros. Era hombre que conocía el viento en la cara. Cuando me loencontré en El Cairo, acababa <strong>de</strong> ser nombrado en sustitución <strong>de</strong> sir Archibald Murray,y venía <strong>de</strong> la jefatura <strong>de</strong>l III Ejército, en Francia, don<strong>de</strong> había tomado parte en loshechos <strong>de</strong> Mons, la <strong>de</strong>fensa <strong>de</strong> la línea sur <strong>de</strong> Ypres y sobre todo en Arras había sido unhéroe. Era hombre, a<strong>de</strong>más, que, como yo, aborrecía las maquinaciones <strong>de</strong> los políticos,y jamás se mezcló en ellas ni para bien ni para mal. Me reuní con Allenby y le expliquéla situación <strong>de</strong> El Higaz y las aspiraciones árabes, y lo puse al corriente <strong>de</strong> mis planes.Le dije que él <strong>de</strong>bería hacerse cargo <strong>de</strong> todo el frente al Oeste <strong>de</strong>l Jordán y el marMuerto, y <strong>de</strong>jar que los árabes, con mi mando, se ocuparan <strong>de</strong> <strong>Arabia</strong>, Siria y el este <strong>de</strong>Palestina. Me presenté a él vestido con ropas árabes, lo que, por su gesto, aunque nohizo comentario alguno (ya lo haría al <strong>de</strong>spedirnos), no me pareció que le agradasemucho.-¿No querrá usted -me dijo sonriendo- hacer como Abu Ubaidah ibn al-Jarrah, quese convirtió en una tormenta <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto y <strong>de</strong>rrotó a los bizantinos en Yarmuk? Ustedno es uno <strong>de</strong> los Diez Compañeros <strong>de</strong>l Profeta, como era él.¿Por qué no? -le respondí-. Puedo levantar tal tormenta que la arena ahogue alejército turco.Me miró.-Señor -le dije-. La meta es Damasco.Creo que lo entendió. O pensó que bien podía aprovecharse <strong>de</strong> mi valor y <strong>de</strong>l <strong>de</strong>mis guerreros. Or<strong>de</strong>nó que se me entregaran suministros y oro en monedas y que elEuryalus permaneciera fon<strong>de</strong>ado cerca <strong>de</strong> Aqaba para apoyar, si era preciso, misacciones.-Ah, <strong>Lawrence</strong>... -me dijo al <strong>de</strong>spedimos-. He <strong>de</strong>cidido recomendarle para la CruzVictoria. Supongo... -dijo <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> una pausa, mientras, apartando la vista <strong>de</strong> mí,volvía a los expedientes que tenía sobre su mesa-. Supongo que se cambiará usted <strong>de</strong>ropa si ese honor prospera.Clayton también se entusiasmó con la victoria en Aqaba. Y noté cómo aquello,tan ajeno a sus conductas habituales, galvanizaba a la oficialidad británica. Magnífico.Mi crédito ganaba puntos. Me comunicaron que Allenby había dado ór<strong>de</strong>nes para que se44 Mariscal Edmund Henry Hynman Allenby (1861-1936).55

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