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Lawrence de Arabia - JOSE MARIA ALVAREZ - José María Álvarez

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ultratumba la formación <strong>de</strong> muertos sobre la estepa helada.Después <strong>de</strong> Abu el Lissan, liquidamos también una pequeña resistencia en lasfuentes <strong>de</strong> Kethira y las <strong>de</strong>fensas <strong>de</strong> las cañadas <strong>de</strong> Ithm. Y por fin, a primeros <strong>de</strong> Julio,nos dispusimos frente a Aqaba.¿Por qué estoy escribiendo todo esto? ¿Para quién? ¿Qué es lo que quiero contar,o justificar quizá? No, justificar no. Detesto a la gente que intenta <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r sus actos.He hecho lo que he querido, y sin duda fui gran<strong>de</strong>. Sé que muchos ojos en el futuro memirarán con envidia. Acabe como acabe. Es igual.El relato <strong>de</strong> la matanza <strong>de</strong> Abu el Lissan había atemorizado a los <strong>de</strong>fensores <strong>de</strong>Aqaba, casi todos, a<strong>de</strong>más, soldados muy jóvenes y recién llegados. El comandanteturco, pensando que quizá, si evitaba una resistencia, por otra parte inútil, conseguiría<strong>de</strong>spertar nuestra piedad y salvar a su tropa <strong>de</strong> ser pasadas a cuchillo, nos envió unparlamentario. Acordamos que tras un simulacro <strong>de</strong> escaramuza, para «salvar el honor»,se rendiría. Así entramos en Aqaba, sin combate -era el 6 <strong>de</strong> Julio, una tar<strong>de</strong> <strong>de</strong> unabelleza extraordinaria-, y tocamos el mar. Me bañé en esas aguas y or<strong>de</strong>né que selevantara el campamento junto a sus orillas. Mientras tanto, los árabes se habíanentregado a su acostumbrada rapiña. Pero en Aqaba -y yo fui el primer sorprendido- nohabía nada. Lo único que teníamos, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> la gloria <strong>de</strong> su conquista y <strong>de</strong>l inmensovalor estratégico <strong>de</strong> la misma, eran setecientos prisioneros y entre ellos un barbilampiñoy angelical oficial alemán <strong>de</strong> Ingenieros, que no entendía nada <strong>de</strong> lo que estabasucediendo. Pero el valor estratégico y la gloria -si la gloria no era acompañada <strong>de</strong>riquezas- era algo que Auda no terminaba <strong>de</strong> compren<strong>de</strong>r.Me sacó <strong>de</strong> mi plácido baño y me increpó:-¿Para qué nos has traído hasta aquí, inglés? No hay oro.La mirada <strong>de</strong> Auda no era nada tranquilizadora.-Hay algo más importante que el oro -repliqué-. Es vuestro <strong>de</strong>stino.-Mi <strong>de</strong>stino está en manos <strong>de</strong> Alá -me contestó-. En las mías <strong>de</strong>be haber oro. Oropara mi pueblo.-No luchamos sólo por oro. Luchamos para ser libres.-Yo ya soy libre -me dijo.Yo me encontraba como aquellos americanos, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l fracaso <strong>de</strong> laexpedición contra Quebec. No se me ocurrió otra cosa que sustituir ese oro por pagarés.-Te firmaré un pagaré por or<strong>de</strong>n <strong>de</strong>l Rey <strong>de</strong> Inglaterra y te traeré oro <strong>de</strong> Egipto.-Un papel no vale nada, inglés. El viento se lo lleva. El oro pesa. Y es comida, ycamellos, y regalos para nuestras mujeres, y armas.-No creas en ese papel. Cree en mí.-Feyssal tiene oro. Nuri Shalaam ha cobrado en oro. Auda abu Tayi no volverá aUadi Rumm con las manos vacias.-Te doy mi palabra -le dije- <strong>de</strong> que tendrás el doble que Nuri Shalaam.Eso pareció calmarlo.-Bien -dijo-. Pero si tu palabra es como las huellas en la arena, te cortaré la lenguacon mi gumía.Volvimos al campamento. Los soldados habían sacrificado unos camellos y sedisponían a celebrar la victoria con una gran comida. Después <strong>de</strong> cenar los recitadorescelebraron con hermosos versos el combate <strong>de</strong> aquel día. Se recordó la carga <strong>de</strong> Aud enAbu el Lissan y eso pareció complacerle mucho y <strong>de</strong>volverle el buen humor. Despuésnos fuimos dormir.No había forma <strong>de</strong> avisar a El Cairo. No teníamos radio ni existía un tendidotelefónico. Decidí ir yo -pues sabía que nadie en el Alto Mando creería aquella noticia amenos que «un inglés» diera cuenta <strong>de</strong> ella personalmente-. Me dirigí a Shatt. El viaje54

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