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Lawrence de Arabia - JOSE MARIA ALVAREZ - José María Álvarez

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12 <strong>de</strong> Enero. Mar Arabigo.Lo que cada vez me resultaba más insoportable era la sensación <strong>de</strong> mentira en que veíadisolverse mi vida. Llevar a buen fin aquella expedición, me obligaba a silenciar lo queyo ya sabía <strong>de</strong> las intenciones inglesas y francesas, los planes <strong>de</strong> reparto <strong>de</strong>l acuerdoSykes-Picot, y sobre todo lo que bien suponía que preten<strong>de</strong>rían -y conseguirían- :undominio mucho más totalitario que el <strong>de</strong> Turquía. Mentirle a un hombre como Auda, alque tanto respetaba, me hizo a veces consi<strong>de</strong>rar la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> abandonar mi mando. Cuandotodo se hubiera consumado, ni Auda ni ningún guerrero culparían a esas lejanísimasInglaterra y Francia, sino al que les había prometido su libertad y su in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia, aese Aurens que yo era y al que ellos seguían seguros <strong>de</strong> su verdad. Ese pensamiento meatormentaba. Pero no podía hacer nada. Nada, salvo todo lo posible para que eseacuerdo resultara difícil <strong>de</strong> cumplir, todo lo posible para, al menos, no entregarnosatados <strong>de</strong> pies y manos. Mi conciencia me llevaba a traicionar a Inglaterra. Pero no teníaotro camino. Mi cabeza era el Infierno; tanto, que no pu<strong>de</strong> resistir más aquellainactividad que me daba mucho más tiempo para reconcomerme la conciencia, y <strong>de</strong>cidíhacer una salida «<strong>de</strong> inspección», como le dije a Auda. Estaba en ascuas, necesitabasentir ese frío <strong>de</strong> la muerte que hace vivir. Durante dos semanas recorrí el territorio, enocasiones «exhibiéndome» ante las mismas narices <strong>de</strong> los turcos. Era un coqueteo con lamuerte. Ya lo había hecho otras veces, como cuando en Mesopotamia, en 1916, nuestrastropas eran batidas sin cesar. Pero entonces era sólo una manera <strong>de</strong> tonificarme. Ahoraexistía un <strong>de</strong>safío. Supongo que esperaba, que <strong>de</strong>seaba que una bala o un lancero turcome librara <strong>de</strong> mi tormento.Fui hasta Nebk y Tadmor; llegué a contemplar en la lejanía los alminares <strong>de</strong>Damasco; me entrevisté con Alí Riza, un alto funcionario sirio <strong>de</strong> la administraciónturca que trabajaba en secreto para Feyssal. Llegué hasta muy cerca <strong>de</strong> Aqaba. Ya habíaestado allí antes, con Dahum, ah, mi querido Dahum -¿dón<strong>de</strong> estaría entonces?, ¿viviríao habría muerto en aquella guerra?-, <strong>de</strong> paso hacia los <strong>de</strong>sfila<strong>de</strong>ros <strong>de</strong>l Norte. Elconocimiento <strong>de</strong> esa región venía ahora bien para nuestros planes, como también podíaaprovechar mis recuerdos <strong>de</strong> los <strong>de</strong>siertos <strong>de</strong>l Zin, que ocupaban <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Aqaba al marMuerto -la tierra que Israel había recorrido en su éxodo, el Darb el Shur- y que yo habíaestudiado junto a Newcombe y Woolley.Cuando regresé a Jobba, el reclutamiento, afortunadamente, casi había acabado.El Jerife Hussein nos proporcionó a su vez algunas secciones <strong>de</strong>l Cuerpo <strong>de</strong> Camelleros,El Cairo incrementó -muy poco, pues su ayuda siempre fue con cuentagotas- elabastecimiento, pero al menos <strong>de</strong>stinó a nuestra campaña algunos expertos en minas,como el teniente Hornby, que serían <strong>de</strong> mucha utilidad, y también se nos unió unespañol extravagante, un anarquista huido <strong>de</strong> las represiones <strong>de</strong> Barcelona, llamadoJavier Roca, que Dios sabe cómo habría llegado por aquellas tierras; pero era muy hábilcon los explosivos y en seguida se hizo cargo <strong>de</strong> un grupo <strong>de</strong> <strong>de</strong>molición. Nuestroejército había crecido tanto que Jobba resultaba pequeño, por lo que nos trasladamos aBair, pero tampoco reunía condiciones, y Nasir <strong>de</strong>cidió que nos estableciésemos enJefer.Los turcos eran conscientes ya a esas alturas <strong>de</strong> que se preparaba un ataque a52

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