12.07.2015 Views

Lawrence de Arabia - JOSE MARIA ALVAREZ - José María Álvarez

Lawrence de Arabia - JOSE MARIA ALVAREZ - José María Álvarez

Lawrence de Arabia - JOSE MARIA ALVAREZ - José María Álvarez

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Establecimos un campamento para algunos días con el fin <strong>de</strong> que fuese centro <strong>de</strong>reagrupamiento <strong>de</strong> las tropas para que pudiéramos someterlas a una mínima instrucción.Le pagamos Nuri Shalaam seis mil libras <strong>de</strong> oro por permitirnos estar en sus tierras ypara que cuidara <strong>de</strong> las familias <strong>de</strong> los guerreros que tomarían parte en la toma <strong>de</strong>Aqaba. Y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego, durante los días que estuvimos allí, la hospitalidad <strong>de</strong> los rualiafue señorial. Todos los miembros significados <strong>de</strong> la tribu se esforzaban por aten<strong>de</strong>rnos acual mejor, nos invitaban a comer dos veces al día, y acabamos hartos <strong>de</strong> aquellosinmensos cal<strong>de</strong>ros <strong>de</strong> estaño llenos a rebosar <strong>de</strong> arroz y carnero y aquellos con<strong>de</strong>nadoshuevos <strong>de</strong> avestruz. Nos festejaron con carreras <strong>de</strong> camelIas y cacerías, y por la nochelos contadores <strong>de</strong> cuentos nos distraían. Lo peor <strong>de</strong> Jobba fue la plaga <strong>de</strong> serpientes quenos afligió. Ya habíamos sufrido en otros momentos la presencia <strong>de</strong> estos reptilesmalditos, pero en Jobba fue terrible, estaban por todas partes, se metían en las tiendas yatacaban a los hombres; no podíamos ir sin un palo para remover los matorrales anuestro paso, pues las víboras y sobre todo las serpientes negras parecían poseídas <strong>de</strong>furor venenoso, y hasta por la noche, cuando dormíamos, se metían entre las tiendas.Matábamos más <strong>de</strong> treinta diarias, pero era inútil.La última noche en Jobba sucedió algo que todavía no sé si adjudicar al terreno <strong>de</strong>la sensualidad o al <strong>de</strong> lo sagrado, o acaso sean lo mismo. No he sido nunca un hombreatraído por los placeres <strong>de</strong> la carne, al menos en lo que casi todo el mundo consi<strong>de</strong>ranormales expansiones <strong>de</strong> su sexualidad. A veces he pensado si sería por timi<strong>de</strong>z, aunqueno lo creo, pero durante toda mi vida -y sobre todo en Oxford había incontablestentaciones- me mantuve apartado <strong>de</strong> cualquier relación física con nadie. Ni siquieracuando alguien me ha atraído <strong>de</strong> forma intensísima, y sólo me ha sucedido en dosocasiones: con la hermosa Janet Laurie, que era hija <strong>de</strong> unos vecinos nuestros enLangley Lodge, cuando yo tenía siete años, y que era <strong>de</strong> mi edad, y a la que continuéviendo en Oxford, chiquilla muy atractiva, <strong>de</strong> boca jugosa y ojos hermosísimos, y con laque en alguna ocasión estuve a punto <strong>de</strong> una mayor intimidad; y con mi amado Dahum,aunque llegamos a dormir juntos y <strong>de</strong>snudos. Ni siquiera en esos dos casos se me pasópor la cabeza -o tuve acaso voluntad- <strong>de</strong> forzar ciertos límites. No me repugnaba -hoysí- la carne; pero creía que esa <strong>de</strong>finitiva verdad <strong>de</strong> los cuerpos <strong>de</strong>snudos y entregados asu satisfacción, modificaba inexorablemente, pervertía el equilibrio perfecto <strong>de</strong> unarelación don<strong>de</strong> «sucedían» cosas para mí más valiosas, más perdurables, más ricas quela fugaz complacencia sensual. He sido siempre alguien que ha reducido la sexualidad asus sueños, y éstos tampoco muy obsesivos. Ni siquiera me he masturbado confrecuencia, y cuando lo hago mis fantasías suce<strong>de</strong>n con mujeres, no con hombres. Lamasturbación me ha bastado, y me ha evitado eso que quizá es lo que me ha resultadoinsoportable siempre: entregar a alguien mi soledad, lo que soy.Pero aquella noche en Jobba sucedió algo que abrasó mis sentidos y mi mente.Habíamos cenado y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tomar ese café tres veces hervido <strong>de</strong> los beduinos y queyo había llegado a apreciar, sobre todo cuando se perfumaba con granos <strong>de</strong> cardamomo,todos se retiraron a <strong>de</strong>scansar. La noche era hermosísima, se sentía esa «influencia» <strong>de</strong>la Luna <strong>de</strong> que habla Shakespeare en Antonio y Cleopatra, como si <strong>de</strong> las espesas vigasque sostuvieran el orbe <strong>de</strong>scendiera sobre aquel lugar el <strong>de</strong>rretirse <strong>de</strong> esa «influencia».Me tumbé boca arriba en una piedra gran<strong>de</strong>, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber inspeccionado bienque no hubiera serpientes, y me puse a contemplar el firmamento. Era hechizante. Depronto, <strong>de</strong>l lado <strong>de</strong>l pozo, escuché unas risas juveniles. Escuché durante un rato, y a lasrisas oí añadirse suspiros. Me acerqué con cuidado, y a la luz <strong>de</strong> la Luna vi a mis dosjovencísimos criados, Alí y Othman, que, recostados y <strong>de</strong>snudos, parecían jugar con suscuerpos con una inefable alegría.Eran tan jóvenes y tan hermosos. Muchas veces, a lo largo <strong>de</strong>l tiempo que me48

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!