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Lawrence de Arabia - JOSE MARIA ALVAREZ - José María Álvarez

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artista en untar con manteca a los camellos para aliviarlos <strong>de</strong> la sarna <strong>de</strong> la cara.A partir <strong>de</strong> Uadi Jizil, Auda fue el guía <strong>de</strong> la expedición. Cabalgaba a la cabeza,siempre mirando fijo hacia el horizonte, enhiesto sobre su camello, con los codos haciafuera y las manos oscilando en el aire a la altura <strong>de</strong> los hombros. Pasamos la llanura <strong>de</strong>arena <strong>de</strong>l Shegg y alcanzamos el tendido <strong>de</strong>l ferrocarril. La cruzamos y nos internamosen el <strong>de</strong>sierto.Esa zona <strong>de</strong>l Este don<strong>de</strong> pronto nos a<strong>de</strong>ntramos es el peor territorio que heconocido jamás. Aunque resultaba fascinante. Los beduinos lo llamaban el Houl, elYunque <strong>de</strong>l Sol. 42 Un espacio inmenso sin vida alguna. No se veía ni un pájaro. Eracomo si hasta el polvo estuviera <strong>de</strong>tenido en el aire, como un velo ante un fondo azultenue. Se nos agrietaban los labios y la piel por el aire ardiente y los párpados seencogían. De vez en cuando pasábamos sobre zonas <strong>de</strong> barro pulido, el terrible ghiaan,blanco y liso como un espejo, que reflejaba la luz <strong>de</strong>l sol tan intensamente que cegaba almirarlo fijamente. Había que caminar sin mirarlo. Yo ya había aprendido las artimañasbeduinas <strong>de</strong> untarme los párpados con khol, y eso me ayudaba a soportarlo. Pero lasjornadas eran muy fatigosas. No se escuchaba ni una canción ni una palabra.Cabalgábamos en silencio absoluto, muchas horas con los ojos cerrados, enteramenteenvueltos por la quffiya. El sudor me empapaba y notaba cómo los piojos se <strong>de</strong>slizabanpor la carne húmeda. La garganta se secaba tanto que no podía ni tragar saliva Elsilencio era atroz; sólo se escuchaba el resonar <strong>de</strong> las pisadas <strong>de</strong> los camellos. Si abríalos ojos, era como si metiera la cara en un flexo encendido. El Yunque <strong>de</strong>l Sol era elcentro <strong>de</strong> la <strong>de</strong>solación. Una roca <strong>de</strong> fuego. Sólo las noches eran bellísimas, serenas,frescas y cuajadas <strong>de</strong> estrellas.Alcanzamos afortunadamente el único pozo que había, ya casi al final <strong>de</strong> aquelInfierno. Aunque el agua tenía mal sabor, nos pareció gloria pura, pero no pudimosllenar nuestros odres, porque se corrompía a poco <strong>de</strong> sacarla. Los camellos serecobraron y nosotros bebimos cuanto pudimos, dispuesto a encarar el último tramo.-¿Sabías que esto estaba en el mundo, inglés? -me dijo Auda, sonriendo con sorna.-Cuando lleguemos a Uadi Shirham irás mirando mi espalda -le contesté.Auda se echó a reír:-Estás loco, inglés. Pero Alá quiere a los locosCuando estábamos ya cerca <strong>de</strong> salir <strong>de</strong>l Yunque <strong>de</strong>l Sol, nos dimos cuenta <strong>de</strong> quefaltaba un guerrero, un tal Gassim. Se había quedado atrás y perdido Nadie queríavolver a buscado, con ese fatalismo árabe que tomaba por sino aquella con<strong>de</strong>na a muerte.Pero yo no. Recobrar a Gassim, sacarlo <strong>de</strong> las garras infernales <strong>de</strong>l Yunque, volvercon él, era algo que se me impuso; arrebatárselo a la muerte, como si esa victoria fuerauna garantía <strong>de</strong>l triunfo <strong>de</strong> nuestra voluntad, <strong>de</strong> mi voluntad, en aquella guerra. Mea<strong>de</strong>ntré, contra los ruegos <strong>de</strong> todos, que me daban ya también por perdido, en aquelYunque <strong>de</strong> fuego. Fue espantoso. Pero lo encontré, lo salvé, y volví con él a nuestrocampamento. Cuando ya estaba cerca tuve la alegría <strong>de</strong> ver una figura que se meacercaba sobre las arenas. Era Auda, que, imagino que no por Gassim, sino por mí,también había <strong>de</strong>safiado a la muerte y venía a buscarme.Después <strong>de</strong>l Yunque nos a<strong>de</strong>ntramos en el extremo Oeste <strong>de</strong>l Nefud. Primero fueuna raya roja en el horizonte, como un espejismo. Luego eran olas rojizas, ese <strong>de</strong>siertorojo <strong>de</strong> la <strong>Arabia</strong> central que se extendía hasta allí. Matorrales <strong>de</strong> yerta, parecidos a lasviñas, bor<strong>de</strong>aban agujeros como pisadas <strong>de</strong> caballos en el barro, pero enormes: los fuljs,que pue<strong>de</strong>n llegar a medir trescientos metros y hondonadas <strong>de</strong> casi ochenta. De prontovi cruzar unos avestruces y pensé que era un espejismo. El sol reflejado en la arena42 Se a<strong>de</strong>ntraron en el Yunque <strong>de</strong>l Sol el 20 <strong>de</strong> mayo. El 2 <strong>de</strong> junio ya estaban en Uadi Shirham46

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