interior <strong>de</strong> un caballo al que había <strong>de</strong>stripado para escon<strong>de</strong>rse y tener calor.Aquella colaboración con el Ejército, aun como civil, fue el comienzo <strong>de</strong> misactivida<strong>de</strong>s en la Inteligencia militar. Cuánto suce<strong>de</strong>ría <strong>de</strong>s<strong>de</strong> ese día, sobre esas tierras<strong>de</strong>soladas, cuánta sangre. La guerra se llevaría mi pasado, como me apartó <strong>de</strong> Dahum, ycomo el viento <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto borra las huellas, el viento <strong>de</strong> esos años se ha llevado todo,hasta la más recóndita gana <strong>de</strong> vivir.Todo ese vertiginoso pasar <strong>de</strong> imágenes <strong>de</strong> mi vida confluía aquella tar<strong>de</strong> en UadiAis, bajo la inmensa soledad <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto. La vida, siguiendo qué obscuro plan, mehabía conducido hasta ese instante en que cabalgaría a la cabeza <strong>de</strong> una rebelióninconcebible en estos tiempos, pero que era la culminación <strong>de</strong> todos mis sueños.Misteriosamente, algo me había señalado para avivar junto a Feyssal esas tribusindomables y conducirlas a la victoria. ¿Pero qué victoria? ¿Es preciso que el <strong>de</strong>stinonos ciegue para que podamos cumplirlo en gestas <strong>de</strong> esa naturaleza? ¿O todo es muchomás sencillo? Alguien que no tenía sitio en ningún lugar, que <strong>de</strong>spreciaba lamediocridad <strong>de</strong> su tiempo, las formas <strong>de</strong> vida que la <strong>de</strong>mocracia había <strong>de</strong>sarrollado ensu sociedad, y que a<strong>de</strong>más amaba <strong>de</strong>sesperadamente aquellas tierras y el sentido <strong>de</strong> lavida <strong>de</strong> sus gentes, se encontró por casualidad en medio <strong>de</strong> la tormenta <strong>de</strong> la Rebeliónárabe, con posibilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> participar en ella, y con la amistad <strong>de</strong> alguien tan gran<strong>de</strong>como Feyssal, a quien servían las cualida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> ese hombre. Acaso eso fue todo. HastaAqaba yo todavía confiaba en que esa lucha crearía un nuevo mundo Árabe sobre el queFeyssal reinaría <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Siria. Y yo junto a él. Después <strong>de</strong> Aqaba comprendí que no lolograría. Pero seguí luchando, y aún más encarnizadamente. Lo que sucedió es quetodos mis actos eran saltos sin red sobre la nada. Su sentido había <strong>de</strong>saparecido. Sóloquedaba «el ruido y la furia» que tonificaban mi alma, saber que allí, en aquel mundo ydurante aquella guerra, se me concedía un <strong>de</strong>stino, una posibilidad <strong>de</strong> gran<strong>de</strong>za, <strong>de</strong> tocarla carne <strong>de</strong> la leyenda, que mi tiempo ya había clausurado. En vez <strong>de</strong> suicidarme, luché;aquellos momentos <strong>de</strong> valor, <strong>de</strong> miedo, <strong>de</strong> exaltación, <strong>de</strong> gloria, <strong>de</strong> sangre y amistad,eran como el Arte, que cuando suce<strong>de</strong> nos hace olvidar el absurdo y la pobreza <strong>de</strong> lavida.Desgraciadamente -o afortunadamente, si la luci<strong>de</strong>z sirve para algo- ya ni esos«relámpagos» tan artísticos me sirven. Ya no me los «creo». Y a veces no puedo <strong>de</strong>jar<strong>de</strong> recordar con cierta conmiseración a ese disfrazado <strong>de</strong> árabe que se estremecía <strong>de</strong>placer cada vez que aquel ejército <strong>de</strong> suicidas clamaba a su paso «¡Aurens!» «¡Aurens!»«¡Aurens!»Qué redonda habría quedado la historia si una bala perdida <strong>de</strong> un turco, hubieraencontrado entonces mi cabeza.Aqaba. Aqaba fue mi hora, hoy lo veo, más acaso que Damasco. Fue el punto <strong>de</strong>intersección <strong>de</strong>l pasado y <strong>de</strong>l futuro.Hablé con el Emir Abdullah <strong>de</strong> mi plan para tomar Aqaba por el este. Abdullahparecía poco interesado. En realidad sus mayores preocupaciones eran el ajedrez y -¡Dios sabe para qué!- analizar sobre complicados planos el <strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong> la batalla <strong>de</strong>lSomme. Me dijo:-No <strong>de</strong>bemos meter las tropas en el Yunque <strong>de</strong>l Sol. Po<strong>de</strong>mos per<strong>de</strong>r muchoshombres. Está escrito que tomaremos Aqaba. La conquistaremos como es militarmentecorrecto. A<strong>de</strong>más, son tus ingleses quienes <strong>de</strong>ben tomarla. Nosotros <strong>de</strong>bemos esperar aque nos la entreguen. Fruta madura.-No tendréis sino lo que cojáis -le dije.Pero no atendía a razones. Vi que en su campamento tenía poco que hacer. Asíque en cuanto mi salud mejoró, le pedí permiso para organizar un pequeño grupo <strong>de</strong>guerreros y volar algunos puntos <strong>de</strong>l tendido <strong>de</strong>l ferrocarril turco. Me dijo que hiciera lo43
que quisiera y me ofreció al Jerife Shakir como segundo, comandando una tropa <strong>de</strong>trescientos beduinos. En la madrugada <strong>de</strong>l 2 <strong>de</strong> Marzo <strong>de</strong> 1917 puse mi primera mina enla línea <strong>de</strong> El Higaz, cerca <strong>de</strong> Aba el Naam. No conseguimos mucho, porque nocontábamos sino con gelatina explosiva, y no era suficiente para volar una locomotora,pero al menos <strong>de</strong>strozamos el tendido e hicimos algunos prisioneros. Tuve la malasuerte <strong>de</strong> que me picara un escorpión; el dolor era muy fuerte y me produjo un malestarque me impedía continuar la misión. Volé otro tren -mal que bien- y volvimos alcampamento. Abdullah seguía sin enten<strong>de</strong>r mis planes. Así que regresé <strong>de</strong> inmediato aWejh, junto a Feyssal.Feyssal sí comprendió perfectamente mis i<strong>de</strong>as. Se entusiasmó con ellas. Dijo quemientras yo emprendía la campaña <strong>de</strong> Aqaba, él cortaría la línea <strong>de</strong> El Higaz y atacaríaMedina. Con los turcos incomunicados, Aqaba sería el punto <strong>de</strong> partida <strong>de</strong> la marchahacia el Norte.-Des<strong>de</strong> la primera vez que te vi -me dijo- sabía que tú me darías Damasco.Una vez aprobado el plan <strong>de</strong> Aqaba, me dijo que en esa expedición meacompañaría un guerrero excepcional. Yo había oído hablar <strong>de</strong> él, pero nunca lo habíavisto. Durante mi ausencia había llegado al campamento <strong>de</strong> Feyssal. Era Auda abu Tayi,jefe <strong>de</strong> los hoveitah. Feyssal lo mandó llamar y poco <strong>de</strong>spués entraba en la tienda. Fuela única vez que vi a Feyssal levantarse para recibir a alguien. Era su homenaje al valor<strong>de</strong> un guerrero. Auda abu Tayi era un hombre <strong>de</strong> cincuenta años, aunque igual hubierapodido adjudicarle cuarenta que sesenta, <strong>de</strong> estatura normal, muy <strong>de</strong>lgado, nervudo, conojos penetrantes y hermosos y una barba cortada al estilo hoveitah. Vestía el trajeblanco <strong>de</strong> algodón <strong>de</strong> las tribus norteñas y se cubría con una quffiya color rojo, <strong>de</strong>lMosul. A su lado, algo <strong>de</strong>trás, estaba su hijo <strong>de</strong> once años, que ya acompañaba a supadre en las correrías. Auda era una figura legendaria <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto. Casado veintiochoveces tenía muchísimos hijos. Había sido herido trece veces en combate y había matadopor mano a setenta y cinco hombres... «sin contar turcos», solía <strong>de</strong>cir riendo. Robaba alos se<strong>de</strong>ntarios <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto <strong>de</strong> Siria y su vida era la guerra y el botín. Desprendíaenergía, <strong>de</strong>cisión. Brillaba como el sudor <strong>de</strong> su caballo. Parecía encarnar como nadie lafuria <strong>de</strong> aquellos versos <strong>de</strong> Mutanabbi: «Guerreros <strong>de</strong> pelo crespo que afrontan lamuerte sonriendo como si el perecer fuese su único fin. Árabe como linaje era suban<strong>de</strong>ra.»Me di cuenta <strong>de</strong> que Auda era lo que nos faltaba Porque nadie como él encarnabaesa décima parte <strong>de</strong> irracionalidad, pero <strong>de</strong> instinto, que es el misterio <strong>de</strong> las victorias.Él era esa figura salvaje y triunfal que yo había soñado leyendo sobre los cruzados<strong>de</strong>spedazándose sobre aquella tierra <strong>de</strong> violencia por un afán <strong>de</strong> victoria y oro. Auda sesabía <strong>de</strong> memoria una gran cantidad <strong>de</strong> viejos poemas guerreros que cantaban esasgestas <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto, y los recitaba junto al fuego <strong>de</strong> las hogueras muy consciente <strong>de</strong> queél sería cantado algún día, <strong>de</strong> que él formaba parte <strong>de</strong> esa épica. Cuando le expuse misplanes para tomar Aqaba, me dijo:-Seremos como el rayo.Y puso a todos sus hombres a disposición <strong>de</strong> su señor Feyssal.Auda abu Tayi es el hombre más extraordinario que he conocido. Sé que siestuviera ahora junto mí, en esta ratonera, me llamaría cobar<strong>de</strong>. Auda no entendía que lacabeza <strong>de</strong> un hombre pueda apagar todos sus fuegos y entregarse atado <strong>de</strong> pies y manosa la <strong>de</strong>strucción. No sabía <strong>de</strong> sueños <strong>de</strong>vastados, al menos <strong>de</strong> ninguno que no sanara consu espada. Tenía mucho más claro que ninguno que yo haya conocido, para qué estamosaquí: para vivir. Y vivir era para él la libertad <strong>de</strong> no estar sujeto a más ley que la queaceptase por respetarla -pero no leyes escritas, sino la palabra <strong>de</strong> otro hombre al queacatase-. Sé que me diría: «Levántate <strong>de</strong> esa silla, maldito cobar<strong>de</strong>. Si no soportas la44
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