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Lawrence de Arabia - JOSE MARIA ALVAREZ - José María Álvarez

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Llegué a Alepo para Año Nuevo. Me instalé unas semanas en Djebail para«soltarme» en el dialecto sirio <strong>de</strong>l Norte, y allí me recogió Hogarth, que había sidonombrado director <strong>de</strong> las excavaciones <strong>de</strong> Karkemish por el Museo Británico. Fuimos aDeraa para tomar el ferrocarril hacia Damasco. Cuando pisé Deraa, sentí un malestarprofundo, pero no era enfermedad alguna, sino como un rechazo visceral <strong>de</strong> aquellascalles. Siempre he pensado que hay fuerzas misteriosas -más, entre cielo y tierra, <strong>de</strong> lasque sueña la filosofía, como dice Hamlet-, que nos alertan, un sentido animal. Lo heexperimentado varias veces, en la guerra y en la paz. Cuando perdí en aquella malditaestación el original <strong>de</strong> Las siete columnas <strong>de</strong> la sabiduría 37 la noche antes no pu<strong>de</strong>dormir, sacudido por un lacereante insomnio que hasta me hizo temblar. Una tar<strong>de</strong>, enEl Cairo, estaba leyendo en mi habitación <strong>de</strong>l Shepheard's cuando <strong>de</strong> repente me sentíhelado. Días más tar<strong>de</strong> supe que en esa fecha -y yo creo que en ese momento- mihermano Will moria en combate. Y aquel día en Deraa, con Hogarth, algo emanaba <strong>de</strong>llugar que me <strong>de</strong>sasosegaba profundamente. Creo que era un aviso <strong>de</strong> lo que allí habría<strong>de</strong> suce<strong>de</strong>rme 38 . De Damasco partimos hacia Alepo y en unas mulas, muy escoltados,fuimos a Karkemish, que está a cien kilómetros al noroeste, sobre una acrópolisdolminando el río. Allí, en 1878 George Smith había <strong>de</strong>scubierto unas extrañasesculturas que resultaron ser hititas. El paisaje era agradable y teníamos una casa muyacogedora, que <strong>de</strong>coramos con alfombras; había una pequeña biblioteca dipuesta enhornacinas a lo largo <strong>de</strong> los muros, don<strong>de</strong> coloqué mi Homero, mi Virgilio, miMontaigne, mi Shakespeare, unos libros <strong>de</strong>l capitán Burton (aunque <strong>de</strong>testaba su estilo,pero no su locura), Burckhardt y Nieburh, mi Tácito y mi Schopenhauer y algunoslibros sobre las Cruzadas. Creo que fui feliz. Tenía la sensación <strong>de</strong> acariciar mi suerte.Pasábamos los días entregados al trabajo en las excavaciones, bajo la dirección <strong>de</strong>Hogarth. El polvo era irrespirable y el sol, asesino; pero <strong>de</strong> vez en cuando <strong>de</strong>scubríamosuna pieza <strong>de</strong> insondable belleza. Misteriosa. En Karkemish había, capa tras capa, <strong>de</strong>s<strong>de</strong>restos árabes a bizantinos, romanos, griegos, asirios. Acostumbré a mis pies a caminar<strong>de</strong>scalzo. Yo miraba aquellas extensiones y pensaba --no, más, «los veía»- que por allíhabían cruzado los Diez Mil va<strong>de</strong>ando el Éufrates camino <strong>de</strong> Cunaxa. El Invierno eramuy duro, crudo, con cierzo <strong>de</strong>l Tauro o <strong>de</strong>l Elbruz, pero las primaveras eranespléndidas, todo parecía renacer con los más hermos colores en una brisa espesa y casifosforescente. En ocasiones nos visitaban otros locos, como Gerl<strong>de</strong> Bell, la granexploradora solitaria, y lady Anne Isabella Noel Blunt, que era nieta <strong>de</strong> lord Byron,casada a<strong>de</strong>más con el poeta Wilfrid Scawen Blunt, quien murió luego en la guerra, yque también era una exploradora <strong>de</strong> renombre. Había algo en su porte que me poníanervioso, aunque su conversación era agradable, sin duda interesante y ella era personamuy educada y cordial; pero un extraño brillo en su mirada me turbaba. Fue mucho másestimulante el encuentro, aunque duró pocos días, con Louis Massignon; todos losarqueólogos estábamos en <strong>de</strong>uda con él por sus investigaciones sobre emplazamientosislámicos. Massignon parecía perpetuamente sumido en una crisis espiritual profunda,con períodos <strong>de</strong> una consi<strong>de</strong>rable <strong>de</strong>presión, pero al mismo tiempo irradiaba energía ytenía una notable capacidad organizadora. Un día me dijo algo asombroso:-Amigo mío, lo siento por usted. No ve a Dios en esas piedras.De cualquier forma, tampoco sé si los hititas eran el mejor testimonio para ver aDios. No eran Egipto. Sólo son memorables, aparte <strong>de</strong> por la técnica <strong>de</strong> los relieves, enel arte <strong>de</strong> las fortificaciones militares como si el único espíritu que sostuvo su extrñopaso por la tierra fuese la pasión conquistadora y vandálica <strong>de</strong> aquel terrible37 Fue en la estación <strong>de</strong> ferrocarril <strong>de</strong> Reading, a finales <strong>de</strong> 1919. Perdió el original -ocho <strong>de</strong> las once partes- y material fotográfico ydocumentación varía.38 La violación que sufriría en 1917. Véase el Apéndice.40

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