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Lawrence de Arabia - JOSE MARIA ALVAREZ - José María Álvarez

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Mando <strong>de</strong> El Cairo por su retraso y mezquindad en los suministros. Me dijo que estabapensando retirarse hacia Yanbu para unir sus tropas a la tribu <strong>de</strong> los jujeina, y preparar<strong>de</strong> nuevo el ataque a Medina. Mientras él hablaba, yo lo miraba y en mi interior unamezcla <strong>de</strong> respeto, admiración y atracción iba apo<strong>de</strong>rándose <strong>de</strong> mi alma. Lo imaginabacomo un antiguo califa, como aquel Abd al-Rahman fabuloso que levantó en lapenínsula Ibérica un sueño <strong>de</strong> esplendor e inteligencia. Feyssal tenía ese mismo sueño<strong>de</strong> gloria. Aunque <strong>de</strong>spués muchas veces me he preguntado si, siendo obviamente más«realista» que yo, era consciente <strong>de</strong> que la Rebelión no podría ir más allá; si ya <strong>de</strong>s<strong>de</strong> elprincipio sabía que no seríamos sino «el ala árabe» <strong>de</strong> los aliados, que como premio asus servicios recibiría reinos más o menos hipotecados. Él conocía mejor que yo el alma<strong>de</strong> las tribus, su atomización secular, sus formas <strong>de</strong> vida in<strong>de</strong>pendientes. Lo que a míme atraía era precisamente lo mismo que hacía imposible el sueño que anidaba en elfondo <strong>de</strong> esa atracción. Pero todo eso da igual. Feyssal era un gran jefe y al menosdurante dos años, ese sueño fue realidad.Una tar<strong>de</strong>, sentados al fresco <strong>de</strong> un palmeral, conversábamos mientras susesclavos nos servían té y tortas dulces; se quedó mirando melancólicamente la lejanía, yme dijo:-Un reino <strong>de</strong> arena.Y tomando en su mano un puñado, lanzó al viento la tierra.-Se va con el viento.-Pero no vuestro sueño -le dije.Me miró con sus ojos que abrasaban.-Tendréis ese reino. Inglaterra será vuestra aliada.-Alá lo quiera -dijo. Y añadió con una sutilísima ironía-: Aunque es un aliado<strong>de</strong>sproporcionadamente importante.Comprendí sus temores.-Inglaterra no quiere <strong>Arabia</strong> -le dije.-Tampoco quería el Sudán.Trazamos muchos planes durante aquella estancia en Uadi Safra. Feyssal queríatomar Medina. Era consciente <strong>de</strong> que mientras no la tuviera en sus manos y recibierarefuerzos, estaba aún a merced <strong>de</strong> los turcos. Quería retirarse hasta Uadi Yanbu y <strong>de</strong>s<strong>de</strong>allí, con guerreros jujeinas, avanzar hacia el Este, en dirección al ferrocarril <strong>de</strong> El Higaz.Esperaba po<strong>de</strong>r caer, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> allí, sobre Medina, mientras Abdullah la atacaba <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el<strong>de</strong>sierto <strong>de</strong> lava y Zaid entretenía a los turcos en Bir Abbas. Este plan era en parte obra<strong>de</strong> un formidable guerrero tekrit que aconsejaba a Feyssal y cuyo valor era legendario;se llamaba Maulud el Muklus, y más <strong>de</strong> una vez lo vi cargar a la cabeza <strong>de</strong> sus fieles enestampas que achican el recuerdo <strong>de</strong> Murat. Yo aconsejé a Feyssal que consolidara elfrente en las montañas al Oeste <strong>de</strong> Medina con el fin <strong>de</strong> salvaguardar lo mejor posibleYanbu y Rabigh. y sobre todo había que unificar el esfuerzo <strong>de</strong> guerra, unir a todas lastribus. Y atacar. Atacar.Una noche, al terminar la reunión, me acompañó -<strong>de</strong>ferencia insólita- hasta unatienda que había hecho acondicionar especialmente.-Es para ti. Que Alá o tu Dios vele tus sueños.Incliné ante él mi cabeza y me cuadré.-Acéptala -me dijo- como regalo <strong>de</strong> un rey a alguien que <strong>de</strong>ci<strong>de</strong> su propio <strong>de</strong>stino.Des<strong>de</strong> que te he visto, sé que Damasco ya no está lejos.-Yo os daré Damasco -le contesté.El ejército <strong>de</strong> Feyssal se componía en su mayoría <strong>de</strong> beduinos bastante incapaces<strong>de</strong> someterse a or<strong>de</strong>n alguno <strong>de</strong> combate, quizá con la excepción <strong>de</strong> algunos bishawi;casi todos eran hijos <strong>de</strong> tribus <strong>de</strong> las montañas. Sentían pavor <strong>de</strong>l fuego artillero y <strong>de</strong> los30

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