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Lawrence de Arabia - JOSE MARIA ALVAREZ - José María Álvarez

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-Ah... Damasco... -dijo, y me miró con un brillo <strong>de</strong> melancolía en sus ojoshermosísimos-. Muy lejos, sí... muy lejos.Después me presentó a algunos jeques que se habían unido a la rebelión, como elbeduino Fayz el Ghasseyn, Jabbar, Sami, Hassan Sharaf, un sirio que mantenía losenlaces con Damasco, Nesib el Bekri, y a su secretario, el periodista Shefik el Eyr; juntoa ellos se encontraban otros jefes <strong>de</strong> tribus. Todos escuchaban las palabras <strong>de</strong> Feyssalcon inmenso respeto y me di cuenta <strong>de</strong> que, por encima <strong>de</strong> sus rencillas personales yhasta <strong>de</strong> sus intereses, estaban dispuestos a seguirlo en esa lucha porque Feyssal habíaprendido en ellos un fuego <strong>de</strong> victoria. Era un espectáculo fantástico contemplar aquellareunión <strong>de</strong> jefes <strong>de</strong> hombres, aquellos rostros curtidos por las heridas <strong>de</strong> mil combates,muchos <strong>de</strong> ellos bandidos, gentes con el mismo espíritu que habían tenido nuestrospiratas y corsarios, rindiendo sus armas y sus volunta<strong>de</strong>s ante aquel ser bello yexcelentísimo que irradiaba po<strong>de</strong>r con la misma fuerza que los mares o el viento.De pronto sentí un vértigo embriagador, una plenitud que parecía reventar misvenas. Sentí erizarse mi pelo. Se me heló el sudor. Todo lo que mi vida había sido hastaese momento se convirtió en algo irreconocible, tan «otra cosa» como si la caída <strong>de</strong> unacuchilla <strong>de</strong> guillotina hubiera amputado sus significaciones. Y eso que ardía en misangre, que aceleraba mi corazón hasta el <strong>de</strong>lirio, era una furia majestuosa, la<strong>de</strong>terminación <strong>de</strong> un <strong>de</strong>safío orgulloso a las entrañas <strong>de</strong> la muerte. Sí, allí, sobre aquel<strong>de</strong>sierto y junto a Feyssal, yo levantaría mi nombre y mi suerte con tal fulgor que cegaselos ojos <strong>de</strong> esa vida exangüe en que sé hundía nuestro mundo. Si el azar me habíaalumbrado en una sociedad sin posibilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> gran<strong>de</strong>za, yo haría restallar ante sumediocridad una gesta que no olvidaría. Esa emoción, hoy me resulta inconcebible.Prefiero hacerme una paja, o que este camarote maldito no apestase, o que no hicieraeste calor insoportable, a que mi nombre luzca en qué sé yo qué libros o en la memoria<strong>de</strong> quien sea, que a<strong>de</strong>más jamás enten<strong>de</strong>rá qué hice, qué sucedió allí. Pero aquella tar<strong>de</strong>en Uadi Safra sí sentí el paso exultante <strong>de</strong>l cortejo <strong>de</strong> ese Dios <strong>de</strong> la plenitud, que alcontrario que para Marco Antonio, venía a mí y me ofrecía su música hechicera ysalvaje.En la batalla junto a esos guerreros «homéricos» clavaría mi Yo contra laatrocidad <strong>de</strong> la soledad <strong>de</strong>l Universo; el <strong>de</strong>sierto y su ley me librarían para siempre <strong>de</strong>un mundo que había abominado <strong>de</strong> la libertad y la gloria. Durante el tiempo que fuese,sobre aquellas arenas, un hombre tomaría en sus manos su vida para construir con todossus pedazos una leyenda que los tiempos repetirían con envidia. Yo convertiría lamuerte <strong>de</strong> mi Civilización, mi vida, que era hija suya, en Arte. Perfecto. Indiscutible.Para siempre. Mi vida sería como la página <strong>de</strong> un libro -sí, «eso» que hay en Stevenson,el huracán <strong>de</strong> Shakespeare-, como un cuadro, como una catedral. Me vi <strong>de</strong> pronto comoyo había contemplado aquel día lluvioso <strong>de</strong> mi adolescencia la catedral <strong>de</strong> Chartres, ahí,más allá siquiera <strong>de</strong> la comprensión, sola y magnífica, asombrando, maravillando. Yoescribiría una vida así, que pudiera permanecer así.Supongo que no lo he conseguido. Había algo que no tuve en cuenta aquel día enUadi Safra. Por mucho que cui<strong>de</strong>s esa página, siempre hay algunas frases que escribenotros. Ahora ya no me importa y hasta acaso siento asco por aquella actitud que, aunquepretendiera situarse <strong>de</strong>l otro lado <strong>de</strong> la <strong>de</strong>solación, todavía se agarraba a emociones quehoy me parecen indignas. Todavía amaba el mundo. Ahora ya he llegado a la placi<strong>de</strong>z<strong>de</strong> las bestias. Me importan el calor o la falta <strong>de</strong> agua para beber, me molestan lospiojos, me relamo <strong>de</strong> gusto cuando me tumbo en la cama y <strong>de</strong>jo que mis sentidos y micerebro se aniquilen en la muerte <strong>de</strong>l sueño. Dormir como un perro.Durante varios días conversé mucho con Feyssal. Me fascinaba su po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>encantamiento, su luci<strong>de</strong>z, su melancolía, su <strong>de</strong>cisión. Estaba disgustado con el Alto29

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