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Lawrence de Arabia - JOSE MARIA ALVAREZ - José María Álvarez

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Bombay 10 <strong>de</strong> EneroEsta tar<strong>de</strong> hace mucho más calor. Algunos periodistas han intentado subir albarco, pero la guardia se lo ha impedido con violencia. Esta mañana vino a verme elcónsul y por sus palabras me ha parecido enten<strong>de</strong>r que estaba convencido <strong>de</strong> mi«culpabilidad», <strong>de</strong> que había actuado como espía en la frontera. ¡Cuánto imbécil!Bien... Continúo.Des<strong>de</strong> Jiddah zarpamos en una patrullera para ir a Rabigh, don<strong>de</strong> <strong>de</strong>bíamosentrevistarnos con Alí y el coronel Parker. Alí me pareció aún menos dotado que suhermano Abdullah; era timorato y pa<strong>de</strong>cía tuberculosis. De escasa estatura, flaco,excesivamente envejecido para su edad, su piel era muy pálida y sus ojos, inmensos,profundos, <strong>de</strong> enfermo, con un rictus amarguísimo en su boca. Me fijé en sus manos,<strong>de</strong>licadísimas. Le gustaba leer y era hombre cultivado. Amaba apasionadamente laópera -como yo (ah, aquel día, yo tenía trece años, cuando escuché el Adiós a la vida <strong>de</strong>Tosca por Caruso)-, y escuchaba una y otra vez en su gramófono a Nellie Melba en unasarias <strong>de</strong> La bohême, a la Tetrazzini en Addio <strong>de</strong>l passato y Regnava nel silenzio, y elVisi d'arte <strong>de</strong> Geraldine Farrar. Pasé con él horas agradables -él me hizo conocer elCaro nome <strong>de</strong> Selma Kurz- pero sin relación con la guerra. Pensé que tampoco era lafigura <strong>de</strong>l «jefe» que yo imaginaba para acaudillar aquella rebelión. Su otro hermano,Zaid, un jovencito altanero, me convenció menos todavía.Las conversaciones que sostuvimos en Rabigh no dieron fruto alguno. Incluso enalgunos momentos fueron muy tensas, pues los árabes se encastillaban en una excesiva -excesiva, no para mí, sino para Inglaterra- petición <strong>de</strong> armamento mo<strong>de</strong>rno y <strong>de</strong>artillería pesada, y amenazaban, muy poco diplomáticamente, con frenar el alzamiento yhasta con acordar una paz por separado con Turquía. Fueron tres días <strong>de</strong> imposiblesnegociaciones, bajo un calor terrible, que sólo durante las noches permitía el <strong>de</strong>scanso.Yo me consolaba con una antología <strong>de</strong> poesía isabelina que llevaba en mi mochila y,una vez más, con La tempestad, 30 ese brillante en la noche. Pero pu<strong>de</strong> lograr que LaMeca me concediese un salvoconducto -Parker pensó que yo era la persona a<strong>de</strong>cuadaparair a Jebel Subh a entrevistarme con Feyssal.La posibilidad <strong>de</strong> estar con el Emir Feyssal en su campamento llenó mi corazón<strong>de</strong> alegría; había oído hablar <strong>de</strong> él y todo lo que se <strong>de</strong>cía lo señalaba como hombreextraordinario. Había recibido una educación eminente -<strong>de</strong> los tres hermanos, conAbdullah y Alí, pues Zeid era hijo <strong>de</strong> otra mujer, una esclava, y estaba <strong>de</strong>scartado parala sucesión, Feyssal era el preferido <strong>de</strong>l Jerife-, que abarcaba las armas y las letras, eldominio <strong>de</strong> lenguas, y notables conocimientos no sólo sobre su mundo sino sobre lacultura Occi<strong>de</strong>ntal. Los años pasados en Constantinopla habían refinado su espíritu -siempre veneró la ilustración turca, lo que por cierto, según fui <strong>de</strong>scubriendo, es algomuy común a todos los árabes cultivados, sobre todo en Mesopotamia-, dotándolo almismo tiempo <strong>de</strong> una sutilísima sabiduría política. Pero eso se había <strong>de</strong>sarrollado en unalma absolutamente árabe. Y con la misma soltura, contaban, y pronto yo lo <strong>de</strong>scubriría,30 De William Shakespeare27

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