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Lawrence de Arabia - JOSE MARIA ALVAREZ - José María Álvarez

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ese ataque hacia el ala izquierda <strong>de</strong>l inmenso ejército <strong>de</strong> Daría, y la rapi<strong>de</strong>z <strong>de</strong>l cambio<strong>de</strong> dirección cuando hubo <strong>de</strong>sconcertado el centro. En Arbelas, Alejandro no contabacon más <strong>de</strong> siete mil jinetes y cuarenta mil hombres a pie frente a los cerca <strong>de</strong>setecientos mil <strong>de</strong> Darío -un millón, si hacemos caso <strong>de</strong> Arriano- más carros <strong>de</strong> guerra yelefantes. Pero Alejandro venció por la movilidad <strong>de</strong> sus tropas.Supongo que a sir Archibald mis i<strong>de</strong>as le entraban por un oído y le salían por elotro. Ni él ni mucho menos el jefe <strong>de</strong> la Plana Mayor, el general Lyn<strong>de</strong>n Bell, eranpartidarios <strong>de</strong> innovaciones ni creían en las posibilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> unas tropas tan irregularescomo los árabes. Pero era como si el azar -si existe- fuera procurándome ocasiones <strong>de</strong>participar, que me acercaban al meollo <strong>de</strong> la guerra; como si una fuerza misteriosaguiara mis pasos.Aparte <strong>de</strong> mis experiencias personales en Siria, yo había leído mucho sobre todosaquellos territorios. Des<strong>de</strong> los libros <strong>de</strong>l abate Hamilton a Didier, los textos <strong>de</strong>Werthomanus, viajero italiano <strong>de</strong> principios <strong>de</strong>l siglo XVI, y a Joseph Pitts, que en 1678ya estuvo por La Meca, Medina, El Cairo, etc.; lo mismo que el apasionante relato <strong>de</strong>Alí Bey y el texto salvaje <strong>de</strong> Giovanni Finati y los Viajes <strong>de</strong> Buckhardt por <strong>Arabia</strong>.Había realizado operaciones, digamos, <strong>de</strong> espionaje 28 , que aunque no constituyeran unapreparación notable al menos habían sido una forma <strong>de</strong> gimnasia profesional. Y Claytonconocía muy bien esas activida<strong>de</strong>s mías «<strong>de</strong> inteligencia», seguramente porque se lohabía comunicado el capitán Newcombe, a cuyas ór<strong>de</strong>nes yo había explorado, cuandoestaba en Karkemish, el <strong>de</strong>sierto <strong>de</strong>l Sinaí para trazar mapas <strong>de</strong> sus posibles caminos yreservas <strong>de</strong> agua. Quizá por eso, Clayton, cuando formó <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> su servicio elDepartamento Especial Árabe, hizo que me <strong>de</strong>stinaran allí, junto a Hogarth. Ésa fue lacausa y la palanca <strong>de</strong> mi salto hacia la Rebelión, una casualidad tejida por un <strong>de</strong>stino«acariciado». El Departamento lo formábamos Ronald Storrs, George Lloyd, el abogadoMark Sykes, Hogarth, que conocía mejor que nadie el alma beduina y que por ello era elque llevaba más directamente las riendas <strong>de</strong> las negociaciones con Hussein, Cornwallis,Parker, Newcombe, Herber y Graves, y teníamos el apoyo <strong>de</strong> sir Henry McMahon, AltoComisario en Egipto.Y en ese <strong>de</strong>partamento estaba yo cuando el Jerife Hussein proclamó la Rebelión.En el sitio preciso y en el momento justo.La insurrección no empezó <strong>de</strong>masiado bien, aunque Hussein fuera obe<strong>de</strong>cido porlas tribus; los turcos y su artillería eran muy po<strong>de</strong>rosos adversarios. Feyssal tuvo queretirarse y la ayuda inglesa se le facilitaba con cuentagotas. Pero algo me <strong>de</strong>cía que larebelión árabe iba a ser imparable. Yanbu se convirtió en el cuartel general <strong>de</strong> Feyssal ysu ejército <strong>de</strong> unos siete mil guerreros, y en Yanbu <strong>de</strong>cidió el coronel Wilson establecersu «embajada». Los primeros comunicados <strong>de</strong>cían que el relámpago <strong>de</strong> la rebelión seapagaba <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sastre <strong>de</strong> Medina y que tampoco prosperaba mucho en el Nejef yen Kerbela. Los árabes estaban <strong>de</strong>smoralizados. A nuestra oficina llegaban cada díanoticias <strong>de</strong>salentadoras, sobre todo <strong>de</strong>salentadoras para mí, que sí creía en lasposibilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> ese alzamiento.Ah... Tengo ganas <strong>de</strong> cagar. Ahora que estaba empezando a enhebrar las cuentas<strong>de</strong> aquello, y el vientre me avisa <strong>de</strong> que sus intereses son autónomos y poco tienen quever con los míos. Ah, el cuerpo... Es «eso» que amas o aborreces según sea o <strong>de</strong>pen<strong>de</strong><strong>de</strong>l momento, pero ahí, inmodificable en sus comportamientos, en su propia vida, que,aunque sea también la mía, la <strong>de</strong> lo otro que no es cuerpo impone siempre su voluntad.Es lo único que no po<strong>de</strong>mos elegir, su forma y su sino. Sólo po<strong>de</strong>mos elegir algo en loque nuestra <strong>de</strong>cisión lo incluye: el suicidio. Pero qué poco le importa en todo lo <strong>de</strong>másnuestro <strong>de</strong>seo y nuestras ilusiones. Ahora mismo intento dominar la violencia con que28Véase el Apéndice.24

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