Lawrence de Arabia - JOSE MARIA ALVAREZ - José MarÃa Ãlvarez
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Las quebradas <strong>de</strong> olivares hacia Anfisa.Las sagradas aguas <strong>de</strong> Itea. .Mira.Ahí se alzó el templo.Pudo no haberse alzado. Pudono existirGrecia. No es menos extrañaque tú; no más que esa piedraque toca tu mano.Pero existió. Y tú ahora. Y tus ojos contemplanlo que la más alta sabiduría imaginópara que vivir fuera posible.Un instante <strong>de</strong> gloriaen el discurso <strong>de</strong> la humanidad.Y como todo hecho grandioso,como todo gran hombre,inexplicable, sin que jamás podamos compren<strong>de</strong>rpor qué sucedió ni hacia dón<strong>de</strong> miraba.Regresé a Atenas, y <strong>de</strong>cidí viajar durante la semana larga que me quedaba, haciael Norte. Pero se presentó la oportunidad <strong>de</strong> hacer una escapada a Siracusa. Siciliasiempre me había atraído y especialmente esa viejísima ciudad. Me instalé en un hotelque me recomendaron en un bar <strong>de</strong>l puerto, un lugar muy curioso llamado Villa Politi,que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> una pequeña altura dominaba Ortigia y el mar, casi don<strong>de</strong> se había<strong>de</strong>sarrollado la batalla que costó la vida <strong>de</strong>l gran Lámaco. Lucía un aire muy <strong>de</strong>ca<strong>de</strong>ntey, <strong>de</strong>cían, era <strong>de</strong> una dama nórdica que se había enamorado <strong>de</strong> un siciliano. Estaba muycerca <strong>de</strong>l mar y podía bajar a bañarme entre unos farallones. Allí sucedió algo que, yaún así lo siento a veces, no parece sino una alucinación. Pero sucedió.El segundo día <strong>de</strong> mi estancia, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber dado por la mañana un paseo porla ciudad vieja, las murallas y la fuente <strong>de</strong> Aretusa, bajé a bañarme Luego me tumbé unrato al sol. Estaba meditando bajo esa lumbre, cuando <strong>de</strong> pronto escuché un chapoteo enla orilla. Abrí los ojos, y ante mí, emergiendo <strong>de</strong> aquellas aguas azulísimas, había unacriatura <strong>de</strong> extraordinaria belleza, <strong>de</strong>snuda, <strong>de</strong>slumbrante <strong>de</strong> sol y mar. Me sonreía.Entre sus labios brillaban dientecillos. La mirada era honda, animal y al mismo tiempodulcísima. La contemplé durante largo rato y ella parecía complacerse en esacontemplación. El cielo incan<strong>de</strong>scente la nimbaba <strong>de</strong> un aura sobrenatural. Después, selanzó <strong>de</strong> nuevo al agua, y <strong>de</strong>sapareció nadando.Al día siguiente, fui a visitar la catedral, que la realidad es, intacto, el templo <strong>de</strong>Minerva al que se ha sobrepuesto una fachada barroca. Y en cuanto regresé al hotel,volví a la orilla <strong>de</strong>l mar. Y otra vez sucedió el milagro. Me había quedado adormecido,cuando unas risas me avivaron. Abrí los ojos y <strong>de</strong> nuevo allí estaba aquella fabulosamuchacha. Pero ahora junto a ella había un adolescente bellísimo. Jugaban en el marcomo <strong>de</strong>lfines. En un momento, vi cómo se abrazaban y permanecían unidos largo rato,acariciándose con una luminosidad salvaje. Estoy seguro <strong>de</strong> que estaban jodiendo. Ellame miraba, y lo hacía con ojos exaltados. Vi su boca abrirse en un ja<strong>de</strong>o fantástico yescuché sus suspiros, <strong>de</strong> placer. Me di cuenta <strong>de</strong> que me estaban ofreciendo, como unsacrificio a qué Dios, aquella alegría, aquella plenitud <strong>de</strong> los sentidos. Quise <strong>de</strong>cirlesalgo, pero ella hizo un gesto <strong>de</strong> contención con su mano, como apartándome. Despuésse alejaron nadando.Al día siguiente, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> una noche sin dormir, excitado por esa experiencia,22