<strong>de</strong> un muerto, una mirada «más allá <strong>de</strong> la aurora y <strong>de</strong>l Gajes»: los ojos <strong>de</strong> Alejandro.Yo había leído concienzudamente los cinco espléndidos volúmenes <strong>de</strong> la Historia<strong>de</strong> Egipto <strong>de</strong> James Breasted y los estudios <strong>de</strong> las tumbas <strong>de</strong> Tebas <strong>de</strong> la EgyptExploration Society. Pero un segundo <strong>de</strong> contemplación <strong>de</strong> las pirámi<strong>de</strong>s, bajo aquel sol<strong>de</strong> plomo, ayudaba más a entrever qué somos, y qué somos cuando somos gran<strong>de</strong>s, quemiles <strong>de</strong> páginas <strong>de</strong>s<strong>de</strong> una lejanía que preten<strong>de</strong> ver eso como pasado. Bastaría sólo concontemplar la Esfinge. Miradla fi jamente. Cuántas veces lo hice, tratando <strong>de</strong> ahondaren el sentido <strong>de</strong> su gesto. Ahora sé que era una sonrisa indulgente ante mi <strong>de</strong>stino, antela suerte <strong>de</strong> todos. Abu-el-Hol la llaman los árabes, «el Padre <strong>de</strong>l Miedo».Egipto llevaba <strong>de</strong> la mano a sus hijos a través <strong>de</strong> ese miedo.Recuerdo una noche fascinante. Al otro lado <strong>de</strong>l barrio antiguo se extendían bajola Luna las colinas <strong>de</strong> Moqattam y la Ciudad <strong>de</strong> los Muertos. El olor <strong>de</strong> las floresembalsamaba el aire y a la luz <strong>de</strong> la Luna resplan<strong>de</strong>cían los flamboyants en flor y lasbuganvillas. Allí, en la solemnidad <strong>de</strong> un silencio casi sólido, se extendía la Ciudad <strong>de</strong>los Muertos. Una con la ciudad <strong>de</strong> los vivos.En aquella luz cenital cuajaba el símbolo <strong>de</strong> la única vida posible, la que se<strong>de</strong>sarrolla <strong>de</strong>s<strong>de</strong> una tradición, a la que pertenece y a la que modifica no menos que sufuturo, y hacia un mañana don<strong>de</strong> sus gestos tendrán sentido. Sólo po<strong>de</strong>mos no morir enese hilo conductor, y las socieda<strong>de</strong>s que lo rompen, no sólo tornan en incomprensibles einútiles sus acciones, sino que anulan todo el pasado. Si alguien mañana no pudieracompren<strong>de</strong>r por qué hago hoy esto o aquello, y no solamente compren<strong>de</strong>rlo comocompren<strong>de</strong>mos cualquier movimiento <strong>de</strong> las cosas, sino sentirlo carne suya, estaríamoscon<strong>de</strong>nados a la más absoluta e intolerable soledad en el universo. Ese vacío como lalocura.Pero <strong>de</strong> repente, esa contemplación fue ajena a mí, extraña. Todo eso existía, sí, ysin duda seguía sosteniendo el vivir <strong>de</strong> muchos. Pero sentí que algo -acaso lo que en míhabía <strong>de</strong> «europeo»- me <strong>de</strong>svinculaba <strong>de</strong> ese or<strong>de</strong>n, me «<strong>de</strong>sterraba». Podía escuchar eleco <strong>de</strong>l espíritu que había concebido ese ámbito sagrado, pero como ese sexto sentidoque te alerta <strong>de</strong> los instantes <strong>de</strong> peligro, algo me avisaba, casi físicamente, <strong>de</strong> que yoestaba ya apartado <strong>de</strong> la alianza, <strong>de</strong> ese río don<strong>de</strong> no morir. Sentí un vértigo triste.Mi hermano Frank murió en combate, en Francia, un 9 <strong>de</strong> Mayo. Y Willle siguió,poco <strong>de</strong>spués, achicharrado en su avión. Yo los quería. Pero su muerte no me afectó -aunque fuera mucho el dolor- <strong>de</strong>masiado. Habían caído con valor en una lucha a la quelibremente habían <strong>de</strong>cidido entregarse. Mejor eso que la <strong>de</strong>crepitud o la enfermedad.Continué mis trabajos en el Servicio y poco a poco fui integrándome en elpequeño grupo que con Ronald Storrs estaba concentrando la información sobre <strong>Arabia</strong>.Storrs era secretario <strong>de</strong>l Alto Comisario en Egipto y hombre muy inteligente; él yClayton 23 fueron los responsables <strong>de</strong> que el Alto Mando se preocupara por la Rebelión, ya ellos les <strong>de</strong>bo haber participado, y lo que luego fuí, como también alguna escapada <strong>de</strong>aquel mundo «oficial», cuando me mandaron a Grecia 24 -la misión era <strong>de</strong> cinco o seisdías, pero me «permitieron» dos semanas- y al <strong>de</strong>sierto libio, don<strong>de</strong> los revolucionarios<strong>de</strong> Senussis y los nómadas, pagados por Alemania, se preparaban para atacamos por elOeste.Ah, Grecia. Fueron días espléndidos que no han perdido en mi memoria ni unápice <strong>de</strong> su encanto. Primero es, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> una noche tormentosa en un cargueromiserable, el cielo azulísimo, casi negro, <strong>de</strong> Santorini. Luego, Serifos, recortando lablancura <strong>de</strong> sus casas sobre un planeta <strong>de</strong>strozado y volcánico y una mar luminosa,23 Gilbert Clayton (1875-1929). Era director <strong>de</strong>l Military Intelligence en El Cairo. Participaría <strong>de</strong>spués con <strong>Lawrence</strong> en el<strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong> la guerra tanto en <strong>Arabia</strong> como en Oriente Medio.24 Algunos biógrafos sitúan este viaje en Diciembre <strong>de</strong> 1910.19
esplan<strong>de</strong>ciente como lomos <strong>de</strong> sardinas. Atracamos en El Pireo y me instalé en unapensión en la colina <strong>de</strong>l Lycabitos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> don<strong>de</strong> veía toda la ciudad y sobre ella laAcrópolis y el Partenón.Siempre había amado Grecia su arte, su «libertad», la sensación <strong>de</strong> «salud» queirradiaba. Pensé en el arco que iba <strong>de</strong>s<strong>de</strong> aquellas tobas blanquecinas don<strong>de</strong> cincelaronsus primeras estatuas al or<strong>de</strong>n radiante que contemplaba allí, esas ruinas orgullosas. Ladistancia no era tan gran<strong>de</strong>; <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el principio habían fundido el sentido <strong>de</strong> lomaravilloso con su propia existencia diaria. Creo que los griegos miraban el mundocomo nosotros hoy, ante un escenario, Macbeth, Hamlet, no nos preguntamos si sonposibles esas hermanas fatídicas o el fantasma <strong>de</strong>l rey. Ese mármol era carne, lo serápara siempre. Ni aquellos para quienes un día ya sea incomprensible se atreverán aolvidarlo.Una noche, poco <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> Aqaba, conversaba con Auda abu Tayi 25 -habíamosestado escuchando a un recitador <strong>de</strong> mu'allaqat- 26 y le dije:-Es admirable. Palabras que nacieron hace mil cuatrocientos años están frescascomo aquel día. Es el privilegio sagrado <strong>de</strong> la poesía.-¿Modificarías el amanecer? -me contestó-. Alá lo hizo perfecto. Po<strong>de</strong>mostransformar con cuidado nuestras costumbres, y nuestras ropas y nuestros enemigos,pero eso que has oído está inspirado por Alá y como el fresco <strong>de</strong> la noche o el agua <strong>de</strong>los pozos, o lo que sientes gozando <strong>de</strong> una mujer, si Alá quiere que esté bien contado, seaña<strong>de</strong> al mundo como un oasis, sin edad, sin tiempo, para que todos los hombres lodisfruten, tan perfecto que ninguno sentirá la necesidad <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirlo <strong>de</strong> otra manera.Cuando, dos años antes <strong>de</strong> esa noche, yo contemplaba el Partenón, sentí esamisma sensación. Una vez se añadió al mundo ese equilibrio perfecto, esa plenitud <strong>de</strong> laalegría, <strong>de</strong> la inteligencia, <strong>de</strong>l talento artístico, y aun tan <strong>de</strong>struido por el tiempo y losacontecimientos como yo lo contemplaba, ahí estaba, cimero, dispensando or<strong>de</strong>n ycompasión por nuestra suerte. ¿Qué camino habría sido el <strong>de</strong>l Arte en Europa sin esaconstante veta grecizante? Sin esa gran<strong>de</strong>za a la medida <strong>de</strong>l hombre, <strong>de</strong> lo mejor <strong>de</strong> loshombres. Esa gran<strong>de</strong>za me estremeció entonces y aún hoy, cuando ya soy <strong>de</strong>spojos <strong>de</strong> lamuerte, todavía me emociona en su recuerdo. Llevaba razón Auda: el arte conseguidono precisa variaciones. Es eso que sobrevive a su creación, a las significaciones <strong>de</strong>lmundo al que ésta estuvo vinculada. He olvidado páginas <strong>de</strong> la laboriosidad <strong>de</strong>l bueno<strong>de</strong> Robinson, pero no el instante en que ve -no ese <strong>de</strong>slumbramiento- sobre la arena <strong>de</strong>su playa, aquella huella <strong>de</strong> un pie.Las formas <strong>de</strong> producir la emoción artística cambian según el acontecer <strong>de</strong> loshombres, su sensibilidad, sus costumbres, las metas <strong>de</strong> su sociedad. Pero la permanencia<strong>de</strong> su frescura avivando nuestra emoción se <strong>de</strong>be siempre a razones que sólo al artepertenecen. No es que el Arte no tenga que ver con la vida. Es un pedazo <strong>de</strong> vida, yprecisamente por ello tiene todo el <strong>de</strong>recho a su vida propia como cualquier otro serbajo el sol o la Luna. Lo que suce<strong>de</strong> es que el Arte elabora su discurso a partir <strong>de</strong> unterritorio que no es la vida, sino lo que ella es ya en un ámbito don<strong>de</strong> su memoria estámixturada con una sabiduría, una luz que sólo al Arte correspon<strong>de</strong>, don<strong>de</strong> todareferencia está bañada por un encantamiento que no es lo que suele llamarse «larealidad», sino el Arte, que transfigura toda evocación revistiéndola <strong>de</strong> significacionesestéticas. No es a la vida, sino a ese dominio <strong>de</strong>l Arte al que habían invocado los seresexcelententes que habían construido el Partenón. Y a él también me acogía yo en micontemplación.25 Jefe hoveitah. Legendario guerrero que tuvo un papel importantísimo tanto en la guerra contra los turcos como en la amistad <strong>de</strong><strong>Lawrence</strong>.26 Poemas árabes preislámicos20
- Page 2 and 3: LAWRENCE DE ARABIALA CORONA DE AREN
- Page 4 and 5: En recuerdo de mi madre, María del
- Page 6: O THOU, ARABIAN BIRD!-WILLIAN SHAKE
- Page 9 and 10: noche casi podía tocar las estrell
- Page 11 and 12: enormes pórticos cavernosos sobre
- Page 13 and 14: miraba extasiado ese rostro, suave
- Page 15 and 16: tumba de Hanza, en las afueras de M
- Page 17 and 18: comprender que es un instrumento m
- Page 19: Bombay 9 de EneroBueno sigo con Egi
- Page 23 and 24: Las quebradas de olivares hacia Anf
- Page 25 and 26: ese ataque hacia el ala izquierda d
- Page 27 and 28: corazón ardían en ese sueño magn
- Page 29 and 30: vigilaba sus campamentos del desier
- Page 31 and 32: Mando de El Cairo por su retraso y
- Page 33 and 34: Alejandro: Y la tierra temblaba ant
- Page 35 and 36: su arte más sutil en atraerse a to
- Page 37 and 38: como había pensado, apartar la mir
- Page 39 and 40: sus ojos. Los gritos del marroquí
- Page 41 and 42: Llegué a Alepo para Año Nuevo. Me
- Page 43 and 44: continuidad. En uno de los viajes a
- Page 45 and 46: que quisiera y me ofreció al Jerif
- Page 47 and 48: artista en untar con manteca a los
- Page 49 and 50: Establecimos un campamento para alg
- Page 51 and 52: derramarme en esa carne.Abracé a A
- Page 53 and 54: 12 de Enero. Mar Arabigo.Lo que cad
- Page 55 and 56: ultratumba la formación de muertos
- Page 57 and 58: facilitasen dinero y municiones, au
- Page 59 and 60: ¿Y era ésta la esposa de Héctor,
- Page 61 and 62: Le ordené a Alí ibn Hussein que a
- Page 63 and 64: -Sí. Es un espectáculo hermosísi
- Page 65 and 66: presencia del gobernador, Hajim Bey
- Page 67 and 68: sentirse Dios. En aquel mundo de so
- Page 69 and 70: Auda y yo. Thomas, henchido de demo
- Page 71 and 72:
He intentado dormir. Pero no puedo.
- Page 73 and 74:
moverse una cabra o un perro. Algun
- Page 75 and 76:
Y subí al Rolls y nos pusimos en m
- Page 77 and 78:
No logré poner orden. Recuerdo mi
- Page 79 and 80:
También me acompañaron mucho la A
- Page 81 and 82:
Qué imbécil.Pero esos casi cinco
- Page 83 and 84:
en un desastre. Tuve que huir, me e
- Page 85 and 86:
Antología de Spoon River, de un no
- Page 87 and 88:
Guy era una imagen amorosa que me e
- Page 89 and 90:
está detrás de las Secciones de A
- Page 91 and 92:
emocionado y que la altura literari
- Page 93 and 94:
En el mar Rojo, frente a Wejh, 19 d
- Page 95 and 96:
NOTA FINAL DE LOS EDITORESEl corone
- Page 97 and 98:
Pero sé que de todos los reyes, s
- Page 99 and 100:
explican estas memorias quien dio l
- Page 101 and 102:
Página 64Más interesante que lo q
- Page 103 and 104:
BIBLIOGRAFÍASobre la rebelión ár