¿Cómo me enfrentaría a la muerte, si me tocaba?Pero también había algo más. Y eso era lo importante. Cómo me comportaría eraalgo que, hasta cierto punto, podía pre<strong>de</strong>cir. Estaba preparado. He pasado mi vidapreparando el gesto que <strong>de</strong>bería adoptar ante cada circunstancia. No <strong>de</strong>jar sino el rostroque quiero, el que he perfilado, el que «<strong>de</strong>be» quedar. Des<strong>de</strong> niño me he esforzado entener el suficiente dominio <strong>de</strong> mí mismo para que las emociones no perturbasen esegesto. Si sentía miedo, sabía que lo dominaría. Sabía que yo no fallaría, ni a mi nombreni al resto <strong>de</strong> los soldados. ¿Pero cómo sería la sequedad <strong>de</strong> la boca? ¿La fiebre en lapiel? Y sobre todo, ¿qué es lo que ahí vería? Porque en el momento en que los hombresse mi<strong>de</strong>n con su propio valor, en el relámpago último <strong>de</strong> la vida o la muerte, en elmomento <strong>de</strong> segar la vida <strong>de</strong> otro hombre o sufrir la mutilación propia, <strong>de</strong> a<strong>de</strong>ntrarseexaltado en las simas <strong>de</strong> la violencia más atroz, en carne viva, se toca un punto quelinda con la locura, que toca una lava más allá <strong>de</strong> la razón y hasta <strong>de</strong>l instinto. El reino<strong>de</strong> fuerzas misteriosas y salvajes, la belleza <strong>de</strong>l salto <strong>de</strong> un leopardo al atrapar su presa.Eso era lo que yo quería ver: esa Belleza. El regusto <strong>de</strong> Macbeth, cuando más allá <strong>de</strong>lhorror, más allá <strong>de</strong> su propia <strong>de</strong>strucción, pala<strong>de</strong>a con placer ese «Me he saciado».Lo que se ve, lo que sólo pue<strong>de</strong> verse como lo vio Ahab en la cima <strong>de</strong> su<strong>de</strong>mencia o <strong>de</strong> su gran<strong>de</strong>za.La política me importaba un bledo. En nuestra época sólo es o <strong>de</strong>sperdicios parala gamella social o asesinatos en masa, y siempre mira corta <strong>de</strong> chamarilero. Yo sabíaque ni los árabes tendrían la fuerza y la voluntad <strong>de</strong> unirse –sólo en algún momento y ala luz <strong>de</strong>l botín o <strong>de</strong>l beneficio <strong>de</strong> una vindicación concreta-- ni las potencias iban a<strong>de</strong>jar fuera <strong>de</strong> su control aquellas extensiones llenas <strong>de</strong> riqueza y <strong>de</strong> gran valorestratégico. Vencer a todas esas fuerzas hubiera requerido un milagro. Y hubo algúninstante en que la pasión que nos arrastraba me hizo pensar que ese milagro podríaproducirse. Pero si políticamente no había nada que hacer, sí había mucho, comohombre, que hacer. Sentir el viento <strong>de</strong> la vida en la cara, luchar junto a guerreros cuyaamistad era suficiente para dignificar una existencia, vivir como habían vivido esosgran<strong>de</strong>s que me emocionaban al leer sus hazañas en los libros. El gran filo. La «estrellapolar» que dice Shakespeare. Verla.Hay dos imágenes que siempre me han acompañado. Leí una vez que un viajerofue a visitar una Reserva india <strong>de</strong> los Estados Unidos. Allí los encargados <strong>de</strong> laconcentración le informaron <strong>de</strong> las ventajas <strong>de</strong> la misma: comida segura para los«protegidos», cuidados médicos, etc., frente al azar inhumano <strong>de</strong> la antigua vida <strong>de</strong> losindios. El viajero empezó a recorrer la reserva y se encontró con un anciano muy triste,y le preguntó por qué todas aquellas ventajas que acababan <strong>de</strong> comunicarle no leagradaban. Y el anciano -<strong>de</strong>spués le dijeron que era un viejo guerrero- le respondió:«Pero no hay gloria. »Todo consiste en saber cuánto pue<strong>de</strong> vivir una sociedad sin posibilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>gloria.La otra imagen está en una página <strong>de</strong>l inolvidable Stevenson, en La isla <strong>de</strong>ltesoro. Cuando el fantástico capitán muere en la posada «Almirant Benwod», JimHawkins abre su cofre y <strong>de</strong> él sale una bocanada <strong>de</strong> olor a brea, tabaco... y unascaracolas. Esas caracolas habían cruzado todos los mares en aquel cofre y ahora leinoculaban al jovencito Hawkins todo el esplendor <strong>de</strong>l sueño.La gloria <strong>de</strong>l viejo guerrero indio y el tacto <strong>de</strong> esas caracolas y el olor <strong>de</strong>l cofreresumen el anhelo <strong>de</strong> todo hombre libre, <strong>de</strong> quienes, como <strong>de</strong>cía Montaigne, tienen losojos más gran<strong>de</strong>s que el vientre y más curiosidad que po<strong>de</strong>r.Hacía poco que yo había regresado <strong>de</strong> Kut el Amarna, cuando, en el amanecer aúnfrío (cuántos <strong>de</strong> esos amaneceres conocería <strong>de</strong>spués) <strong>de</strong>I 5 <strong>de</strong> Junio <strong>de</strong> 1916, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la13
tumba <strong>de</strong> Hanza, en las afueras <strong>de</strong> Medina, Feyssal y Alí, hijos <strong>de</strong>l Jerife <strong>de</strong> La Meca,Hussein, convocaron a las tribus a rebelión contra los turcos. El siguiente amanecervería el ataque, <strong>de</strong>scontrolado pero espléndido, a las fortificaciones turcas que <strong>de</strong>fendíanla Ciudad Santa. Hussein en persona capitaneó a los suyos en La Meca. Muchoscadáveres cubrirían sus calles. El fuego <strong>de</strong> la artillería turca arrasó hasta el palacio <strong>de</strong>lJerife y el paño sagrado que cubre la Kaaba, y tampoco Feyssal y Alí tuvieron más éxitoen Medina. Pero fue la señal <strong>de</strong>l alzamiento <strong>de</strong> las tribus. Y tres meses más tar<strong>de</strong>,Hussein ya era señor <strong>de</strong> todo el territorio <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Jiddah y Taif hasta Yanbu.El ansia -como respirar, como el legendario remembrar <strong>de</strong> los placenteros jardines<strong>de</strong> Córdoba- <strong>de</strong> los árabes contra la Sublime Puerta, había empezado, lógicamente, en lazona menos beduina, en Siria, a finales <strong>de</strong> los años veinte, cuando algunos ilustradoseducados en Occi<strong>de</strong>nte formaron en París el Comité Nacional Árabe. No creo que alprincipio se plantearan la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> «una nación», pero sí una unidad <strong>de</strong> pueblos que<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ría <strong>de</strong> una especie <strong>de</strong> califato que ellos ubicaban en Damasco. El movimientohabía tenido su alma en la publicación en 1905 <strong>de</strong>l manifiesto <strong>de</strong> Negib Azury, El<strong>de</strong>spertar <strong>de</strong> la nación árabe; rápidamente aquellos ilustrados lo tomaron como ban<strong>de</strong>ray prepararon un programa que hicieron llegar a los gobiemos <strong>de</strong> Inglaterra y Francia.Des<strong>de</strong> luego, tanto a Gran Bretaña como a Francia, y sin duda a Rusia, les interesabaesa corriente nacionalista para oponerla a Turquía, liquidar su vasto y resquebrajadoimperio y ocupar ellos su lugar; el petróleo <strong>de</strong> Mossul era un faro que iluminaba anuestros financieros. La revuelta <strong>de</strong> 1908 <strong>de</strong> los «jóvenes turcos» contra AbdulHammid, intentando mo<strong>de</strong>nizar Turquía, aquel Hombre Enfermo <strong>de</strong> Europa, habíarepresentado para todas las naciones sometidas una centralización aún mayor, yresultaron más intransigentes que el sultán para las pretensiones árabes, hasta para lasmás mo<strong>de</strong>radas. Hubo algunas sublevaciones en Palestina, en Siria y en el Yemen, quepronto fueron abatidas con dureza, y sobre todo a partir <strong>de</strong> que Turquía entrara en laguerra, la represión <strong>de</strong> las minorías étnicas fue en aumento; más <strong>de</strong> dos millones <strong>de</strong>armenios fueron asesinados, y la misma suerte corrieron kurdos, maronitas y hastaalgunos árabes.Kitchener 16 vio pronto con toda claridad que ese ansia <strong>de</strong> libertad era una fuerzaque se podía usar a favor <strong>de</strong> Inglaterra, ya que ofrecía la posibilidad <strong>de</strong> atacar aAlemania por todos los flancos. Kitchener estaba informado sobre <strong>Arabia</strong> yMesopotamia y era consciente <strong>de</strong>l inmenso po<strong>de</strong>r y prestigio <strong>de</strong>l Jerife Hussein sobre elatomizado universo <strong>de</strong> las tribus. Hussein, por su parte, conocía muy bien a los turcos;no en vano había pasado veinte años en Constantinopla sometido al Sultán, y sólo se lehabía consentido regresar a La Meca cuando en 1911 creyeron que así podía contentarsea los árabes, si bien tuvieron buen cuidado en mantener como rehenes a sus hijos,Feyssal, Alí y Abdullah.Debieron ser años muy amargos para estos príncipes. Alguna vez Feyssal mecontó cómo durante su estancia en Damasco, adon<strong>de</strong> lo habían mandado bajo la «tutela»<strong>de</strong>l sanguinario Yemal Bajá éste lo humillaba obligándole a presenciar las ejecuciones<strong>de</strong> los sirios comprometidos con la ya palpable rebelión. No podían tocarlo, puesto quehasta en la pirámi<strong>de</strong> <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r turco, Feyssal era un miembro <strong>de</strong>stacadísimo; pero sívejado con aquellos sacrificios, pensando que su presencia mermaría la autoridad quepudiera tener entre los insurrectos.16 Horacio Herbert Kitchener (1850-1916). Después <strong>de</strong> una brillante carrera <strong>de</strong> armas --entre otros empleos, como GobernadorGeneral (Sirdar) <strong>de</strong> Sudán occi<strong>de</strong>ntal- en 1892 tomó la jefatura <strong>de</strong>l ejército <strong>de</strong> Egipto. Aplastó la sublevación <strong>de</strong>l Mahdis por lo quese le elevó a barón Kitchener <strong>de</strong> Kharthum; más tar<strong>de</strong> participó victoriosamente en la guerra contra los bóers y <strong>de</strong>spués fuenombrado Comandante en Jefe <strong>de</strong> la India. En 1909 fue nombrado Mariscal, Comandante en Jefe y Alto Comisario <strong>de</strong>lMediterráneo. En 1914 volvió a Inglaterra para ocuparse en tareas <strong>de</strong> Estado14
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