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Lawrence de Arabia - JOSE MARIA ALVAREZ - José María Álvarez

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paisaje. Pero acomodarmos a nuevas costumbres, a nuevas leyes, como a ropasdiferentes, no quiere <strong>de</strong>cir que el que se acomoda no <strong>de</strong>ba establecer la nueva vida<strong>de</strong>s<strong>de</strong> unos principios <strong>de</strong> or<strong>de</strong>n, libertad y moral que son los únicos que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el inicio<strong>de</strong> los tiempos nos han permitido existir. Y esa dirección jamás pue<strong>de</strong> nacer <strong>de</strong> la sumainforme <strong>de</strong>l parecer <strong>de</strong> la multitud. Se encarna o no en alguien <strong>de</strong> cualida<strong>de</strong>s superiores.Des<strong>de</strong> siempre. Una época y el horizonte <strong>de</strong> sus sueños están en la cabeza <strong>de</strong> unhombre. Un hombre al que los <strong>de</strong>más siguen atrapados por la fuerza <strong>de</strong> su <strong>de</strong>stino. Elmundo es lo que soñaron Alejandro y César, Asoka o Moisés, Napoleón, Carlomagno,Hernán Cortés, Justiniano... El mundo es el sueño <strong>de</strong> Grecia y <strong>de</strong> su fecundación <strong>de</strong>lcristianismo. Es lo que soñaron los sabios egipcios, y Aristóteles, y Dante, y Goethe, yShakespeare, y Rembrandt y Velázquez, Stendhal o Melville. Los que levantaronciuda<strong>de</strong>s, imperios, leyes, arte, mundos. Ellos sí representaban la vitalidad <strong>de</strong> unasociedad que sólo así era verda<strong>de</strong>ramente libre -y más <strong>de</strong> un regicidio lo atestigua-,soberana y gloriosa, no como es <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que se <strong>de</strong>jó arrastrar por los indignos espejismos<strong>de</strong> la representación partidista rindiendo en las manos sucias <strong>de</strong> los Estados lo que sóloa ella le pertenecía.Qué inmensa mierda <strong>de</strong> mundo ha sobrevivido <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que la Revolución francesaconsagró el fin <strong>de</strong> la Libertad y la humillación <strong>de</strong> toda gran<strong>de</strong>za ante ese caldo agrio y<strong>de</strong>spreciable <strong>de</strong> la igualación <strong>de</strong>mocrática. Y nunca en la Historia, disi<strong>de</strong>nte alguno hatenido que pagar precios tan altos <strong>de</strong> extrañamiento y venganza, como quienes nohemos aceptado los ucases <strong>de</strong> ese rebaño igualitario.(---)Por eso amaba <strong>Arabia</strong>. No por la fiebre que ha sacudido a veces a alguno <strong>de</strong>nosotros, la locura <strong>de</strong>l Desierto, la obnubilación por lo exótico. Yo amaba aquella tierray a sus gentes por lo que tenían <strong>de</strong> reino no rozado por la mediocridad uniformadora <strong>de</strong>Occi<strong>de</strong>nte. Si había una ley, se respetaba porque se respetaba a quien la dictaba o aquien con ella juzgaba. Si había un jefe, lo era porque su inteligencia y su espada y suhonor eran superiores al tuyo, y lo había probado. No había otra escritura que la palabray se vivía y se moría por cosas que merecen la cabeza <strong>de</strong> un hombre -los suyos y supundonor y su libertad-. Yo he visto matar a un hombre por beber, con sed, <strong>de</strong> un pozo,y al mismo haritz 9 que lo había matado, tirar <strong>de</strong>spués el agua no bebida en la arena <strong>de</strong>l<strong>de</strong>sierto. Porque ese pozo era la garantía <strong>de</strong> supervivencia <strong>de</strong> su tribu, y aceptar quealguien pudiera violar la prohibición <strong>de</strong> su uso por otras tribus habría significado abrirlas puertas <strong>de</strong> un horror mil veces mayor que la muerte <strong>de</strong> aquel pobre beduino. Comohe visto la imperece<strong>de</strong>ra gran<strong>de</strong>za <strong>de</strong> Talhal 10 cargando contra la misma muerte, <strong>de</strong>lante<strong>de</strong> Tafas, para unir su suerte a la <strong>de</strong> los suyos que habían sido exterminados allí por losturcos. En aquella tierra los hombres podían morir por una camella o por unas monedas<strong>de</strong> oro, y nunca habrían entendido la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> morir o matar por palabras, a menos queéstas les hicieran ver un sueño <strong>de</strong> gloria.Yo busqué allí mi parte <strong>de</strong> ese sueño. Y fue como una droga que se fueapo<strong>de</strong>rando, cada vez más, <strong>de</strong> mi alma. Allí me sentía vivir y sentía orgullo <strong>de</strong> ser unhombre. Sabía qué era yo.Pero lo he olvidado.¿Quién es más yo? ¿El arqueólogo entusiasmado por los restos hititas? ¿El que9 Véase el Apéndice10Talhal fue el protagonista <strong>de</strong> un gesto <strong>de</strong> supremo valor, cuya narración <strong>de</strong>tallada se encuentra en la página 152 y siguientes.11

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