mi vida... ¡Ojalá ésta hubiera sucedido en otro pueblo diferente, <strong>de</strong> los ya extinguidos!En esos pueblos que latían con la juventud <strong>de</strong>l tiempo.¿Por qué se ha cansado tanto Europa? ¿Por qué está tan vieja? ¿Dón<strong>de</strong> está elvigor que nos llevó a dominar y civilizar el mundo? La <strong>de</strong>cisión <strong>de</strong> Cortés, esa espadaque si era muerte también era Aristóteles, y la catedral <strong>de</strong> Chartres, y la Ley. El huracán<strong>de</strong> Shakespeare, la entereza <strong>de</strong>l sueño <strong>de</strong> Marco Polo, <strong>de</strong> Napoleón, <strong>de</strong> Rembrandt, laimperece<strong>de</strong>ra alegría <strong>de</strong> Mozart... Todo ha <strong>de</strong>sembocado en una sociedad estrecha, conuna sumisión a las reglamentaciones que terminará por asfixiarla, intimidados losmejores y <strong>de</strong>saforados los mediocres, seguros no sólo <strong>de</strong> su victoria sino <strong>de</strong> que elmundo miserable y rastrero al que tan bien se acomodan, es el único mundo posible.No. Si vivir es eso, ya no <strong>de</strong>seo vivir.«Es difícil reflejarte», me <strong>de</strong>cía Eric Kennington 6 cuando estaba posando para elbusto. No sé ya quién soy, ni para qué he hecho cuanto he hecho.Qué no daría... No, no daría nada. Iba a <strong>de</strong>cir por sentir, aunque fuera un instante,el latir <strong>de</strong> la vida como me estremecía en mis años <strong>de</strong> Oxford, aquella capacidad <strong>de</strong>emocionarme, <strong>de</strong> notar mis sentidos tensos como el olfato <strong>de</strong> un lobo. Creo que sólo hevuelto a gozar esa «libertad inocente» cuando me alisté en la RAF y volé en aquellosBristol <strong>de</strong> Cranwell. Sí, los años <strong>de</strong> mi adolescencia, cuando recorría Francia enbicicleta 7 ; el placer <strong>de</strong> aquellas largas jornadas, el cansancio mismo que era como unacomunión <strong>de</strong> mi carne con los paisajes que iba <strong>de</strong>scubriendo. Eran quemaduras en losojos: Ruán en la lejanía, el castillo <strong>de</strong> Gaillard <strong>de</strong>stacándose sobre Les An<strong>de</strong>lys, lastorres orgullosas <strong>de</strong> la catedral <strong>de</strong> Beauvois. Mi cuerpo respondía nervudo, elástico,feliz <strong>de</strong> obe<strong>de</strong>cerme, lleno <strong>de</strong> energía que crecía con cada esfuerzo. Ah, aquel primerviaje, con mi amigo Beeson, entre Saint-Maló y Fougeres, retándonos con las bicicletas,y luego, por la noche, leyendo juntos en voz alta a Ruskin. Soñando con escribir asíalgún día.¿Habría sido igual mi vida sin el asombro que <strong>de</strong>spertó en mi imaginación lavisión <strong>de</strong> aquellas fortalezas medievales, el espíritu en carne viva <strong>de</strong> las Cruzadas?Todos aquellos viajes, también en bicicleta, con mi padre, y alguno en solitario... Gisorsy Anjou, la Bretaña hasta el monte Saint-Michel, esa modélica fortaleza <strong>de</strong>Carcassonne, las esculturas <strong>de</strong> la catedral <strong>de</strong> Vézélay; sí, yo toqué esas piedras, allídon<strong>de</strong> san Bernardo había predicado la Segunda Cruzada. Aquel Verano en ArIes,mientras recorro <strong>de</strong>slumbrado el claustro románico <strong>de</strong> Saint Trophime. ¡Y aquelmomento, en Le Baux, aquella niebla que al disiparse puso ante mis ojos, por primeravez, el Mediterráneo; ese Mediterráneo con el que tanto había soñado en Oxford, esa luzalumbrando las cuevas <strong>de</strong> la muerte, por don<strong>de</strong> todo lo que yo amaba había venido!Avancé hacia las aguas y entré en ellas. Fue mi verda<strong>de</strong>ro bautismo. Estaba tocando,hundiendo mi carne en su <strong>de</strong>stino.(---)Respiraba libertad. La libertad para mí no es la posibilidad <strong>de</strong> hacer lo que quiera,ni siquiera las liberta<strong>de</strong>s políticas, sino no tener que mostrar otra cosa que mi <strong>de</strong>spreciopor la mediocridad.Cuando vi la catedral <strong>de</strong> Chartres sentí una emoción comparable a la que sentíante el mar. Era la misma fuerza que el mar, pero erigida, <strong>de</strong>cidida por nosotros.Recuerdo que la vi envuelta en lluvia. Había subido la cuesta y <strong>de</strong> pronto apareció. Esos6 Eric Kennington. Pintor y escultor y hombre muy relacionado con <strong>Lawrence</strong> durante la segunda mitad <strong>de</strong> su vida. Se le <strong>de</strong>be elbronce <strong>de</strong>l Memorial <strong>de</strong> la catedral <strong>de</strong> San Pablo <strong>de</strong>dicado a <strong>Lawrence</strong>, así como la efigie yacente que hay en la iglesia <strong>de</strong> SanMartín en Wareham, diversos bustos y la medalla memorial que la Sociedad <strong>Lawrence</strong> <strong>de</strong> <strong>Arabia</strong> conce<strong>de</strong> regularmente (la última,en 1987, a Sandy Gall por su labor en Afganistán). Hizo también retratos -óleos, acuarelas y lápiz- <strong>de</strong> Alí Ibn Hussein, Auda abuTayi, Ronald Storrs, un miembro <strong>de</strong> la guardia <strong>de</strong> «<strong>de</strong>golladores» <strong>de</strong> <strong>Lawrence</strong>, y <strong>de</strong>l propio <strong>Lawrence</strong>.7 Véase el Apéndice.9
enormes pórticos cavernosos sobre los que se alzaba la perfección <strong>de</strong> una belleza viril,in<strong>de</strong>clinable. Lloré <strong>de</strong> alegría. Besé su pórtico. Como había besado en Cluny las ruinas<strong>de</strong>l crucero sur, y la torre <strong>de</strong> César en Provins. La dimensión <strong>de</strong> la gran<strong>de</strong>za <strong>de</strong>l hombreestá en los símbolos con que somos capaces <strong>de</strong> expresar, <strong>de</strong> representar nuestraadoración <strong>de</strong>l Misterio. Chartres era la cima <strong>de</strong> esa adoración medieval, esa Edad Mediaque nunca he podido <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> venerar.El placer y la fantasía que fecundaban esos viajes eran como el gozo musculoso<strong>de</strong> mis lecturas. Nunca he vuelto a leer como entonces. Las palabras no eran sólo elconsuelo y la sugestión <strong>de</strong> hoy, sino trallazos <strong>de</strong> dicha, fuerza vital, asombro y locura.Tumbado boca abajo en mi cama o bajo un árbol <strong>de</strong> nuestra casa <strong>de</strong> Polstead Road,cómo me hechizaban los mundos fabulosos <strong>de</strong> Verne, <strong>de</strong> Salgari, <strong>de</strong> Ri<strong>de</strong>r Haggard,Lord Jim, Stendhal, la vida <strong>de</strong> Schlieman -¡ésa era la vida que yo soñaba!-, la <strong>Arabia</strong><strong>de</strong>sierta <strong>de</strong> Doughty, Stevenson, Wil<strong>de</strong>, Shakespeare, y todos aquellos libros sobre lasCruzadas, y los Comentarios <strong>de</strong> César, y Tucídi<strong>de</strong>s, y Macaulay,y la obra -esto fueacaso un poco <strong>de</strong>spués, <strong>de</strong>l mariscal <strong>de</strong> Sajonia, Foch, Clausewitz -una sed misteriosame hacía empaparme <strong>de</strong> estrategia (aunque acaso sea LA TACTICA DE LA CABALLERÍAEN EL SIGLO XIII <strong>de</strong> Delpech, lo que más me ha hecho reflexionar)-, Tennyson, Plutarco,¡ah Plutarco!, el Heptamerón <strong>de</strong> la dulce Margarita <strong>de</strong> Angulema. Leí dos o tres vecesseguidas la traducción que había hecho Budge, <strong>de</strong>l sirio, <strong>de</strong> la Historia <strong>de</strong> AlejandroMagno <strong>de</strong>l pseudo Calístenes, y las Historias <strong>de</strong> los antiguos reyes <strong>de</strong> Inglaterra <strong>de</strong>Geoffrey <strong>de</strong> Monmounth, la Vida <strong>de</strong> Carlomagno <strong>de</strong> Eginardo, la Historia anónima <strong>de</strong>la Primera Cruzada <strong>de</strong> Bernardo <strong>de</strong> Claraval... Yo era como una esponja hinchándome<strong>de</strong> anhelos. 8Quizá cuando llegue la hora <strong>de</strong> mi psicostasia y Anubis me conduzca ante Osiris,el apasionamiento <strong>de</strong> esos años, el fragor en el alma <strong>de</strong> aquellas lecturas y miexultación, pesen más que la diosa Maat, y Toth, el Escriba Divino, salvará esa alegría.¿Pero queda algo en mí <strong>de</strong> esa alegría? ¿Soy capaz siquiera <strong>de</strong> reconocerla? Ahoraes como si pasara la yema <strong>de</strong> mi <strong>de</strong>do por su cicatriz. Cuando estaba en El Cairo,aunque habían pasado algunos años y muchos acontecimientos, aún podía revivir confacilidad ese temblor <strong>de</strong> la dicha, aún estaba fresca y era como si quisiera tomarme <strong>de</strong>nuevo. Ya no. Hace mucho que la alegría no pue<strong>de</strong> vivir en mí. Es como si estuvieraanestesiado.¿Qué me ha convertido en esto? Creo que he estado dotado <strong>de</strong> una sensibilidadmágica, y que sólo mientras a mi alre<strong>de</strong>dor bullía la lumbre <strong>de</strong> la vitalidad, el ruido y lafuria <strong>de</strong> la verdad, feroz como un orgasmo, <strong>de</strong> las conductas recias y limpias, incluso <strong>de</strong>una violencia que no era sino expresión <strong>de</strong> la pura energía vital, podía <strong>de</strong>sarrollar mitalento. Quizá por eso me ha resultado siempre tan difícil acomodarme a vivir entre«europeos», porque la sociedad que hemos logrado es excesivamente lisa, codificada,ruin, anodina, fofa, carente <strong>de</strong> gran<strong>de</strong>s gestos, imposibilitadora <strong>de</strong> esos gran<strong>de</strong>s gestos.Y a mí, sólo los gran<strong>de</strong>s gestos, sólo las hazañas <strong>de</strong> los gran<strong>de</strong>s me conmueven.Porque, <strong>de</strong> hecho, qué es la Historia sino el movimiento informe y acaso sin unsentido último, <strong>de</strong> enormes muchedumbres que como las manadas <strong>de</strong> búfalos quecambian bruscamente la dirección <strong>de</strong> su espantada, sólo aciertan a tomar rumbospropicios si alguien con el suficiente temple, la necesaria inteligencia y las condicionesapropiadas <strong>de</strong> conciencia y luci<strong>de</strong>z, marca los caminos que pue<strong>de</strong>n convertir enmemorable lo que <strong>de</strong> por sí no hubiera sido sino un bestial convivir <strong>de</strong> horda. Losmovimientos históricos son como esos terremotos que modifican salvajemente laestructura <strong>de</strong> la tierra, y todo lo que po<strong>de</strong>mos hacer es acomodarnos <strong>de</strong> nuevo a otro8 Véase el Apéndice10
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He intentado dormir. Pero no puedo.
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