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esta economía, y cuando ella tiene que responsabilizarsetambién de obtener ingresos, se recarga enormemente.En estos as<strong>pe</strong>ctos también hay significativasdiferencias entre las familias urbanas y rurales, que vamosa resaltar, aunque es cierto que las diferenciacionesson mucho más amplias según la diversidad culturalen el país, estableciéndose una gran variedad en lospatrones de relación.Las familias urbanas enfrentan dificultades particulares.“Las deficiencias de abastecimiento de agua, la distribuciónde paraditas y mercados, la ausencia de mediosde transporte y el costo de los pasajes: todos estos factoresse traducen en tiempo y energías que las familiasdeben cubrir de alguna manera. Las tareas asociadas ala economía del cuidado son asignadas principalmentea las mujeres: la madre de familia, en primer lugar y,como asistentas las hijas mayores, una tía o la abuelaque pueden compartir el hogar”. 20 Las demandas de laeconomía del cuidado son tan fuertes que, aun entrefamilias pobres, se requiere contratar apoyos fuera de lafamilia. Anderson señala que, en las familias urbanas, sibien se observan manifestaciones del ideal de la “parejafuerte” de la sierra andina, no se cuenta con el soportede la costumbre que establece equivalencias entre loque aporta la mujer y lo que aporta el hombre. Por lotanto, la forma de evaluar y valorar la contribución decada parte queda en el limbo, sujeta a interminablesdiscusiones. Con cierta frecuencia —Anderson calculaque aproximadamente en la quinta o cuarta parte de lasfamilias—, la infidelidad de los maridos lleva a que estosmantengan dos hogares, lo que re<strong>pe</strong>rcute fuertementeen la situación económica de todos los relacionados.En la familia rural, dentro de una división del trabajo porgénero asociada a altos grados de interde<strong>pe</strong>ndencia ycoo<strong>pe</strong>ración, la mujer, madre de familia, asume la mayorparte de las labores vinculadas a la economía delcuidado. Sus ayudantes son las mujeres, más que loshombres. Los hombres aprenden a realizar las tareasdomésticas, pues habrá épocas en las que no cuentencon los servicios de una mujer, dada la alta movilidad delos miembros de las familias rurales. El <strong>pe</strong>so de las obligacionesdomésticas en las mujeres hace que las niñasrurales no tengan la misma oportunidad que sus hermanosvarones de terminar el colegio y, asimismo, dehacer sus tareas escolares o de jugar. Estos factores,aunados a la temprana concepción de los hijos, hacenque, por un lado, se exija una capacidad muy grandede autonomía y gerencia en mujeres muy jóvenes, y, porotro, que muchas de ellas se vean atrapadas en situacionesde carencia, jefas de hogar con hijos y otros de<strong>pe</strong>ndientesa su cargo, y con grandes frustraciones conrelación a su educación y proyecto de vida. Finalmente,si bien las normas sociales que sustentan el matrimonioson fuertes, suelen presentarse situaciones de violenciafamiliar. Según un reciente informe de la OrganizaciónMundial de la Salud, 21 el Perú rural es uno de los lugaresdonde las agresiones de los cónyuges varones contrasus esposas son más frecuentes y graves.Anderson advierte sobre la importancia de tomar encuenta esta economía del cuidado en el desarrollo delas políticas públicas. Antes se tenía alrededor de 40 porciento de asalariados; cuando esto disminuyó, el costodel sobrecargo recayó sobre la familia, y una menorparte sobre el Estado. De allí se ha venido asumiendoque las familias pueden absorber nuevas tareas y costoscasi indefinidamente, y se han diseñado sistemasde participación que recargan esta área de trabajo y queafectan sobre todo a la mujer. La energía de los actoreses limitada, y pueden generarse rupturas dramáticas.20 Anderson, J. “Familias, Estado y mercado”, ob. cit., p. 7.21 OMS. Estudio Multipaís de la OMS sobre salud de la mujer y violencia doméstica contra la mujer. Cap. II. OMS, 2005.52Sección 1: Balance de la lucha contra la pobreza 2001–2006

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