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sin riesgo a equivocarse que no puede haber management sin mánagers, por loque el traslado de todos esos instrumentos y técnicas se hizo manteniendo incólumela estructura directiva de nuestras administraciones públicas y no retocandoninguno de los postulados básicos en la que aquélla se asentaba (confianza políticay libertad absoluta de nombramiento y cese).En suma, los primeros veinte años desde la reimplantación del sistema democráticotranscurrieron en este campo sin pena ni gloria. Nada se avanzó, por tanto,en el proceso de institucionalización de una función directiva local, lo cual tampocohabía de extrañar en exceso, puesto que en el ámbito de la Administración delEstado o en el de las comunidades autónomas tampoco la situación era muy distinta.<strong>El</strong> modelo que se implantó en todo el sistema político-administrativo duranteesos veinte años era el modelo de politización intensiva de la alta administracióno de la función directiva, un sistema que bebía de las viejas fuentes del spoil systempero esta vez aplicado únicamente a la zona alta de estas administraciones.En todo caso, si algo hay que retener de este período es que las secuelas oefectos del mismo han sido sencillamente letales para la articulación de cualquiermodelo de dirección pública profesional. De hecho, se sentaron unas prácticas yse configuraron unas instituciones de la dirección pública que estaban manchadaspor nuestros males tradicionales: ocupación por la política de la dirección pública,clientelismo en la provisión de esos puestos <strong>directivo</strong>s, confianza política comoelemento determinante del modelo, desviaciones patológicas (nepotismo, arbitrariedad,etc.), que no fueron objeto de control ni reproche alguno (salvo aisladasinformaciones en algunos medios de comunicación), y, en fin, una ausencia generalizada(salvo excepciones) de la exigencia de competencias (conocimientos, habilidades,aptitudes, etc.) para el desempeño de tales puestos <strong>directivo</strong>s.<strong>El</strong> mérito y la capacidad no formaban parte, por tanto, de los principios que inspiraban(e inspiran) ese modelo de dirección pública local. Esta es la pesada herenciaque hemos recibido. Veremos en qué medida se han adoptado solucionespara cambiar ese lamentable estado de cosas.¿Dónde estamos? Las primeras reformas de la dirección públicaen las grandes ciudadesIntroducción<strong>El</strong> momento actual de la función directiva local, ciertamente, no ha sufrido grandescambios frente a la situación descrita en las páginas precedentes. Sí que escierto que, a pesar de las rémoras «culturales» que se arrastran, se han producidouna serie de reformas legislativas que han terminado configurando una suerte deinstitucionalización débil de la función directiva en el ámbito de los municipios con36

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