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estructuras directivas de los diferentes gobiernos y, lo que es más grave, se desangrael conocimiento y la continuidad de las diferentes políticas públicas. En unescenario en el que buena parte de las políticas públicas (en materias tales comoinfraestructuras, enseñanza, sanidad, medio ambiente, etc.) son políticas de largociclo o, mejor dicho, que sobrepasan con mucho el alcance de una legislatura, resultamuy poco conveniente (por no decir completamente inoportuno) apostar porcambios de «equipo» cada vez que el responsable político cambia o cada vez quehay un cambio de color político. <strong>El</strong> coste que todos estos cambios tienen sobre elfuncionamiento del sector público (dicho de forma más directa, sobre la sociedady el sistema económico) nadie los ha evaluado todavía, pero intuitivamente puedoindicar que son altísimos.<strong>El</strong> argumento de «formar equipos» esconde, sin embargo, algo más turbio. Sinduda es un buen argumento para fomentar la «cohesión ideológica» del cuadrode mandos de una determinada organización, pero también sirve para generarlealtades inquebrantables, ausencia de cualquier atisbo, por mínimo que sea, decrítica o censura de una determinada decisión política y, en el peor de los casos,un medio espurio para «colocar» a fieles, amigos o, incluso, parientes más o menospróximos. Pero tiene todavía unos efectos más letales para el sistema político,puesto que sirve para diluir o, en su caso, desviar las responsabilidades políticasen las que pueden incurrir los responsables políticos máximos de un determinadogobierno o de un concreto departamento. En no pocas ocasiones nuestros políticos(ministros, consejeros, alcaldes) han huido de asumir responsabilidades políticasdirectas en asuntos de notable envergadura cesando a «mandos intermedios»(esto es, cargos <strong>directivo</strong>s) de su respectiva entidad o departamento. En la mentede todos estarán varios de estos casos.Pero hay, afortunadamente, otro tipo de reacción de los políticos frente a estapropuesta de implantar un modelo de dirección pública profesional. Se trata de loque podemos denominar la respuesta positiva o «constructiva» frente a esa implantación.No son todavía muchos los políticos que afrontan estos temas con visiónestratégica y que huyen, como del demonio, de esa concepción patrimonial yatada al ciclo político inmediato (una perspectiva que me atrevo a calificar de vuelogallináceo) de la dirección pública. Pero comienza a haber una nueva generaciónde políticos que confía plenamente en la gestión y la racionalidad de la gestión, yque busca resultados óptimos que mejoren la calidad de vida de los ciudadanos,habiendo encontrado en la importación de algunos elementos del modelo de direcciónpública profesional una ayuda para alcanzar esos objetivos.Ciertamente, estos políticos con visión estratégica, que son conscientes de queinvertir en una dirección pública profesional es introducir factores de racionalizacióny modernidad en los aparatos públicos, se encuentran en la actualidad principalmenteen el mundo local. Son normalmente alcaldes que tienen la percepciónde que introduciendo mejoras en esos ámbitos el resultado de la gestión municipal23

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