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esta idea colisiona frontalmente con la concepción que alimenta el modelo en sí.En efecto, si una persona ha sido designada por disponer de unas competenciasprofesionales acreditadas en un proceso competitivo, si se le han marcado unosobjetivos y se la dota de instrumentos para alcanzarlos, si obtiene unos resultadosbuenos o extraordinarios en su gestión y recibe las compensaciones oportunas alefecto, ¿qué sentido tendría cesarla en el desempeño de su puesto <strong>directivo</strong> porpérdida de confianza? Insistimos: en el modelo profesional de dirección pública laconfianza política no tiene campo de juego, es un elemento extraño al modelo y,por tanto, inaplicable al mismo. Esta afirmación no debe impedir, como ya hemosvisto, un cierto margen de libertad (o de discrecionalidad) en el proceso de designación,siempre y cuando se haya acreditado por parte de diferentes candidatosque se disponen de las competencias y de la experiencia necesarias para el desempeñodel puesto <strong>directivo</strong> en cuestión.Estos son, en consecuencia, los elementos o notas que caracterizan a la direcciónpública profesional como «tipo o modelo ideal». En verdad, para que podamoshablar en sentido pleno de que una determinada organización pública ha incorporadola dirección pública profesional a su esquema de funcionamiento, deberíamoscontrastar si dispone de todos los elementos que se han citado en estas páginas.En defecto de uno o varios de estos elementos, podremos hablar de un modeloincompleto de dirección pública profesional o, en algunos casos, de un modelo detransición, siempre que quede claro que el objetivo final a conseguir es el citado.Las dificultades del proceso de implantación de una direcciónpública profesional en el sistema político español. Especialatención a los poderes públicos localesSi partimos del presupuesto de que una dirección pública profesional sólo es aquellaque dispone de los elementos enunciados, fácil será concluir que nos encontramosmuy lejos de ese modelo. En efecto, nuestras administraciones públicas siguensiendo cautivas en su mayor parte de un sistema de dirección pública muy atado alciclo de la política y a las veleidades del mundo de la política. Con las excepcionesexpuestas del modelo LOFAGE y de la LBRL (municipios de gran población), asícomo de otras que se examinarán a continuación, la confianza política sigue siendoel motor principal del funcionamiento de la dirección pública.Con este punto de partida, causa, en principio, una relativa sorpresa la decisiónadoptada por el legislador básico, que en el subtítulo I del Título II del EBEPcalifica a la dirección pública de profesional. Esta caracterización no debería serneutra y más adelante examinaremos su exacto alcance. Baste por ahora con subrayarque si realmente se quiere implantar una dirección pública profesional en20

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