Severino-Di-Giovanni.-El-idealista-de-la-violencia%20(1)

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12.07.2015 Views

Faccia a faccia col nemicoDe pronto, la banda municipal inicia la ejecución del HimnoNacional. Hay unción y circunspección. Todo el mundo de pie. La músicaviene a obrar como un bálsamo que calma la nerviosidad propia de losgrandes acontecimientos. Termina la canción patria. Aplausosrespetuosos. Pero ya arranca la marcha real italiana. Ahora sí, todo eltemperamento meridional se desborda. Hay lágrimas en los ojos. Lasangre arde en las venas de todos esos hombres reunidos a tantadistancia de la Patria. ¡Esos sones! La orquesta está más afinada quenunca. Se oyen las voces roncas. Todo el mundo canta. Es que Italia viveuna época nueva. Ha renacido. Italia vuelve a Roma.Pero parece que hay alguien que quiere hacer amargar la nochea esa gente tan entusiasta. Desde la platea se comienza a percibir comoun murmullo que va bajando desde el paraíso. El embajador siguecantando. No, no puede ser. Pero sí. El embajador despierta como de unsacudón cuando en medio de las voces cree oír claramente:— ¡Assassini! ¡Ladri! ¡Matteotti!Todavía el embajador no está enteramente convencido. No, nopuede ser. Sí, desgraciadamente, sí. Por delante de las narices de LuigiAldrovandi Marescotti, conde de Viano, pasan centenares de volantescomo una lluvia de papel picado. Ahora sí se oyen claramente los gritos:— ¡Ladri! ¡Assassini! ¡Viva Matteotti!Toda la sala se ha levantado y mira hacia arriba. Siguen cayendovolantes. La orquesta continúa tocando pero ya nadie le presta atención.Ahora los gritos de ¡Assassini! ¡Viva Matteotti! dominan. En el paraíso seestá luchando.El desorden ha surgido de la primera fila del paraíso. Sonapenas ocho o diez que iniciada la marcha real italiana, han comenzadocon los gritos y a tirar volantes hacia la platea. Los muchachos camisasnegras no reaccionan con la prontitud prevista, precisamente porque noesperaban un ataque así. Apenas despiertan de su sorpresa, se lanzancon santa indignación contra los revoltosos.Pero estos tipos se defienden bien. Hay un desparramo general;las filas próximas del paraíso quedan vacías, las mujeres gritan y loshombres huyen. Puñetazo viene y puñetazo va. Ya entran a tallarcachiporras traídas desde un rincón por los muchachos del Fascio. Perolos indóciles parecen tener la cabeza muy dura. Particularmente hay unrubio que se defiende como un león. Ha tomado un volante y con unvozarrón que debe llegar a la platea grita:

—¡Santificatori della monarchia Sabauda, avete dimenticato che propriosotto il regno di Vittorio Emanuele Terzo, per grazia di e volontá... di pochi...!En ese momento un camisa negra lo toma del cuello y lo arrastrapor sobre las butacas. Pero ese muchacho rubio con abrigo negro tiene lafuerza de una bestia. De unas cuantas brazadas tira abajo a los que le tratande dar puñetazos, cachiporrazos y patadas, se para en la primera fila ysigue:—¡Re d’Italia, sorse, si alimentó nel sangue que l’accozaglia di briganteche si chiamano i Fascisti... con tutti suoi Dumini, i Filipelli, i Rossi, i De Vecchi, iRegazzi, i Farinacci... e che trova in Benito Musssolini...!La lucha sigue sin cuartel. Hay un grupo de hombres que segolpean y se muerden en el suelo. Los revoltosos se defienden con uñas ydientes pero cada vez van llegando más refuerzos para los camisas negras.Los hombres de la tertulia y la cazuela se sienten en el deber de subir yponer orden en el paraíso. Jóvenes y viejos —éstos con bastones— subenlas escaleras a tranco largo para dar su merecido a los perturbadores.También los bomberos y la policía intervienen. La orquesta trata decontinuar pero sus sones son un poco menos marciales que al comienzo.Algunos de los revoltosos van siendo reducidos. Entre diez o docebrazos, puños y bastones caen sobre las cabezas de los rebeldes. Pero eljoven rubio vestido de negro sigue de pie en una butaca y continúa con susvarias veces interrumpido discurso:— ... in Benito Mussolini le piú precisa e perfetta raffigurazzione di tuttele infamie. Glorificatori della monarchia appuntellata dal pugnale dei Duminiscriviti nella storia della Casa Saboya questo nome glorioso: ¡Matteotti!El asunto ya no da para más. Unos brazos férreos toman almuchacho rebelde por el cuello mientras un camisa negra le da una y otravez puñetazos en el ojo izquierdo. Cuando se lo llevan arrastrando por elpasillo, todavía puede gritar:—¡Ricordate 700 assassinati nel 1898 dai cannoni di Umberto il Buono!Todos querían pegarle, señores elegantes con rostros descompuestosde rabia y muchachos con expresiones de campo de batalla.Finalmente, los diez atrevidos son reducidos y entregados abomberos y policías. Los concentran en el hall de entrada y allí los esposan.Cuando llega el celular los hacen poner en fila india. Tienen que avanzarrodeados por una multitud indignada. Antes de subir, el rubio jovenrevoltoso le lanza un certero salivazo en el rostro a un tieso militar italianocon sombrero de bersaglieri, mientras grita:— ¡Evviva l’anarchia! 1 Severino Di Giovanni. El idealista de la violencia

Faccia a faccia col nemicoDe pronto, <strong>la</strong> banda municipal inicia <strong>la</strong> ejecución <strong>de</strong>l HimnoNacional. Hay unción y circunspección. Todo el mundo <strong>de</strong> pie. La músicaviene a obrar como un bálsamo que calma <strong>la</strong> nerviosidad propia <strong>de</strong> losgran<strong>de</strong>s acontecimientos. Termina <strong>la</strong> canción patria. Ap<strong>la</strong>usosrespetuosos. Pero ya arranca <strong>la</strong> marcha real italiana. Ahora sí, todo eltemperamento meridional se <strong>de</strong>sborda. Hay lágrimas en los ojos. Lasangre ar<strong>de</strong> en <strong>la</strong>s venas <strong>de</strong> todos esos hombres reunidos a tantadistancia <strong>de</strong> <strong>la</strong> Patria. ¡Esos sones! La orquesta está más afinada quenunca. Se oyen <strong>la</strong>s voces roncas. Todo el mundo canta. Es que Italia viveuna época nueva. Ha renacido. Italia vuelve a Roma.Pero parece que hay alguien que quiere hacer amargar <strong>la</strong> nochea esa gente tan entusiasta. Des<strong>de</strong> <strong>la</strong> p<strong>la</strong>tea se comienza a percibir comoun murmullo que va bajando <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el paraíso. <strong>El</strong> embajador siguecantando. No, no pue<strong>de</strong> ser. Pero sí. <strong>El</strong> embajador <strong>de</strong>spierta como <strong>de</strong> unsacudón cuando en medio <strong>de</strong> <strong>la</strong>s voces cree oír c<strong>la</strong>ramente:— ¡Assassini! ¡Ladri! ¡Matteotti!Todavía el embajador no está enteramente convencido. No, nopue<strong>de</strong> ser. Sí, <strong>de</strong>sgraciadamente, sí. Por <strong>de</strong><strong>la</strong>nte <strong>de</strong> <strong>la</strong>s narices <strong>de</strong> LuigiAldrovandi Marescotti, con<strong>de</strong> <strong>de</strong> Viano, pasan centenares <strong>de</strong> vo<strong>la</strong>ntescomo una lluvia <strong>de</strong> papel picado. Ahora sí se oyen c<strong>la</strong>ramente los gritos:— ¡Ladri! ¡Assassini! ¡Viva Matteotti!Toda <strong>la</strong> sa<strong>la</strong> se ha levantado y mira hacia arriba. Siguen cayendovo<strong>la</strong>ntes. La orquesta continúa tocando pero ya nadie le presta atención.Ahora los gritos <strong>de</strong> ¡Assassini! ¡Viva Matteotti! dominan. En el paraíso seestá luchando.<strong>El</strong> <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n ha surgido <strong>de</strong> <strong>la</strong> primera fi<strong>la</strong> <strong>de</strong>l paraíso. Sonapenas ocho o diez que iniciada <strong>la</strong> marcha real italiana, han comenzadocon los gritos y a tirar vo<strong>la</strong>ntes hacia <strong>la</strong> p<strong>la</strong>tea. Los muchachos camisasnegras no reaccionan con <strong>la</strong> prontitud prevista, precisamente porque noesperaban un ataque así. Apenas <strong>de</strong>spiertan <strong>de</strong> su sorpresa, se <strong>la</strong>nzancon santa indignación contra los revoltosos.Pero estos tipos se <strong>de</strong>fien<strong>de</strong>n bien. Hay un <strong>de</strong>sparramo general;<strong>la</strong>s fi<strong>la</strong>s próximas <strong>de</strong>l paraíso quedan vacías, <strong>la</strong>s mujeres gritan y loshombres huyen. Puñetazo viene y puñetazo va. Ya entran a tal<strong>la</strong>rcachiporras traídas <strong>de</strong>s<strong>de</strong> un rincón por los muchachos <strong>de</strong>l Fascio. Perolos indóciles parecen tener <strong>la</strong> cabeza muy dura. Particu<strong>la</strong>rmente hay unrubio que se <strong>de</strong>fien<strong>de</strong> como un león. Ha tomado un vo<strong>la</strong>nte y con unvozarrón que <strong>de</strong>be llegar a <strong>la</strong> p<strong>la</strong>tea grita:

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