12.07.2015 Views

Severino-Di-Giovanni.-El-idealista-de-la-violencia%20(1)

Severino-Di-Giovanni.-El-idealista-de-la-violencia%20(1)

Severino-Di-Giovanni.-El-idealista-de-la-violencia%20(1)

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Notaspunzante, jamás experimentada por mí. Me permitieron estar treinta minutosobservando <strong>la</strong> celda. Allí estaba el famoso <strong>Di</strong> <strong>Giovanni</strong> vistiendo traje azul, el saco abiertoen el cuello como una camisa sport, zapatil<strong>la</strong>s y medias rotas en el talón. Aún no le habíancolocado los grillos y esto lo <strong>de</strong>jaba caminar por el ca<strong>la</strong>bozo. De vez en cuando llevaba susmanos esposadas a <strong>la</strong> cabeza. Y peinaba su melena rubia. Lo vi mor<strong>de</strong>rse los <strong>la</strong>bios yacariciarse el mentón. Estaba nervioso pero aparentaba no estarlo y por eso sunerviosidad era contenida. Los minutos se hacían interminables y el hombre enjau<strong>la</strong>doparecía querer apresurarlos caminando <strong>de</strong> un ángulo a otro <strong>de</strong> <strong>la</strong> celda.Yo estaba impresionado, pues nunca en mi vida había presenciado unespectáculo semejante. <strong>El</strong> hombre cuyo solo nombre provocaba terror iba a morir <strong>de</strong>ntro<strong>de</strong> breves instantes. Podía verlo a través <strong>de</strong> los gruesos barrotes, con el rostro encendido,su mirada firme, punzante, terrible. Rebosaba salud y su cuerpo musculoso iba a serabatido por <strong>la</strong>s ba<strong>la</strong>s <strong>de</strong>l pelotón que se hal<strong>la</strong>ba en el patio <strong>de</strong> <strong>la</strong> penitenciaría.<strong>Severino</strong> <strong>Di</strong> <strong>Giovanni</strong> quería permanecer sereno. Esta <strong>de</strong>cisión podía leerse ensu mirada. Pero en sus menores movimientos saltaba a <strong>la</strong> vista su excitación nerviosa. Depronto preguntó:—¿No vamos todavía...? ¿Falta mucho?Y dirigiéndose al cura, agregó con voz pausada:—¿Quiere <strong>de</strong>cirme <strong>la</strong> hora...?<strong>El</strong> cura extrajo su reloj y lo colocó junto a <strong>la</strong> mirada <strong>de</strong>l reo.Las cinco menos veinte —dijo.<strong>Di</strong> <strong>Giovanni</strong> respondió:—Gracias...La escena que acabo <strong>de</strong> re<strong>la</strong>tar me produjo una intensa emoción, <strong>de</strong>sconocidapara mí. He visto a los más gran<strong>de</strong>s trágicos extranjeros en <strong>la</strong>s creaciones másespectacu<strong>la</strong>res. Ni Zaconne, ni Grasso, ni Borrás lograron impresionarme tanto como <strong>la</strong>ceremonia que se <strong>de</strong>sarrol<strong>la</strong>ba ante mis ojos. Y es que yo sabía que me encontraba frente a<strong>la</strong> realidad, a <strong>la</strong> trágica realidad. Asistía al final <strong>de</strong> un <strong>de</strong>stino. Del <strong>de</strong>stino <strong>de</strong> un hombreque <strong>de</strong>bía pagar su <strong>de</strong>uda a <strong>la</strong> sociedad. Como no quería per<strong>de</strong>r <strong>de</strong>talle tuve que hacer unesfuerzo para sobreponerme a <strong>la</strong> emoción.De pronto se acerca un soldado portador <strong>de</strong> una or<strong>de</strong>n. Los guardiacárceles seseparan. La puerta <strong>de</strong> <strong>la</strong> celda se abre y <strong>Di</strong> <strong>Giovanni</strong> dice con un suspiro <strong>de</strong> alivio:¡Ah...! ¿Vamos ya?Comenzamos a caminar por el pasillo <strong>de</strong> 25 metros más o menos. <strong>El</strong> reo,apresurando el paso nos obligaba a andar ligero. Al llegar al final, el sargento le dijo:—Un momento. Párese.<strong>El</strong> reo se sienta. Llega el herrero con <strong>la</strong> barra que coloca a sus pies. <strong>El</strong> ruido <strong>de</strong>lremache sonó fúnebremente. Le colocan un piolín entre <strong>la</strong>s manos esposadas. <strong>Di</strong><strong>Giovanni</strong> inquiere:—¿Para qué es esto?—Para que pueda caminar.Vuelve a interrogar al soldado:—Ya es hora. ¿Vamos ya?

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!