Severino-Di-Giovanni.-El-idealista-de-la-violencia%20(1)
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La muerteespectáculo de su situación: ‘Se moriría... ¡Si pudiera verla sin que se dieracuenta! Le darás un beso de mi parte’. Después me dijo que se puso muy tristecuando mamá fue a pedir la clemencia del tirano. Cuando mi hermano Antonio yun primo le presentaron un pedido de gracia, lo rechazó con altivez y no lo quisofirmar: ‘Un anarquista no pide gracia jamás’. Y siguió manteniendo esa actituddictada por su consecuencia inquebrantable. Murió como había vivido: fiel a su187ideal, contento de ofrecerse a la muerte como se había dado a la vida”.Pero antes de morir, Paulino Scarfó quería humillar a esasociedad hipócrita que lo condenaba. Lo hizo en la persona de unhombre del ejército, el teniente Lavori que había actuado como sudefensor y lo único que había hecho era traicionar la sagrada instituciónde defensa en juicio para quedar bien con sus superiores y asegurarse así188un porvenir con ascensos. “Critica” describe así la escena: “PaulinoScarfó vive en su celda los últimos momentos. Las agujas del reloj vanguillotinando su existencia. Cada minuto tiene para el reo el peso de un siglo.Sentado, con las manos esposadas entre las rodillas, la cabeza gacha y sobre lafrente, en alero, la negra crin revuelta, el condenado a muerte piensa. Sus ojospequeños, negros, iluminados por un brillo extraño, filtran una mirada quetraduce la voluntad firme de no doblarse en última instancia. No quiere lalástima de nadie. Desprecia la compasión del prójimo. Va a cumplir su deuda conla sociedad y como buen jugador está dispuesto a mostrarse entero y caer en suley.Entre la multitud de ideas que desmenuza rápidamente hay una que esuna obsesión. Hay una que lo mortifica y él quiere hallarse tranquilo en lospostreros instantes. Por fin se decide: ‘quiero hablar dos palabras con midefensor’, dice acentuando irónicamente la última palabra.Poco después aparece el teniente Lavori a cuyo cargo estuvo la defensadel reo. Paulino Scarfó lleva su mano a la frente y despeja su melena. Sus ojospequeños se clavan en el rostro del teniente Lavori. Sonríe. ‘Vea —le advierte envoz alta— quiero aclararle una cosa. Usted me ha llamado niño y loco y me hacolgado otros elogios que le agradezco. Pero usted está equivocado, ¿entiende?¿Con qué derecho me juzga así? Bueno, quiero que sepa que yo soy un hombre deideas...’El teniente Lavori se retira. Paulino Scarfó vuelve a bajar la cabeza y sucrin revuelta oculta su mirada”.“El Día” de Montevideo titulará: “Murió haciendo gala de
Severino Di Giovanni. El idealista de la violenciavalentía y serenidad”. “Crítica”: “El reo murió serenamente, sin venda”.“Sereno fue hacia el banquillo.” “Ni una lágrima rodó por su rostro.”Con Paulino se cumple el mismo ritual de la noche anterior. Elmuchacho dirá como últimas palabras las mismas que eligió sucompañero de ideas Bartolomeo Vanzetti, al morir en la silla eléctrica, enCharlestown: “Señores, buenas noches, viva la anarquía”. “El grito era yaesperado por todos. El jefe del pelotón hubiera querido impedirlo, pero cuandofue dicho ya era tarde para alistar a los tiradores. Inmediatamente, cuando aúnno se habían apagado los ecos de su grito, sonó la descarga, rubricando en elcuerpo de Scarfó la firma de la muerte. Como un eco a la descarga, de todas lasceldas del penal se levantó un aullido escalofriante. Eran los presos, que en esaforma demostraban su dolor ante la muerte de un compañero de presidio. Losaullidos de esta noche fueron más intensos que los de la noche anterior. De lacalle se oyeron perfectamente habiéndose prolongado por un largo rato.Igual que Di Giovanni, Scarfó rechazó indignado los auxilios religiososque se le ofrecieron en varias oportunidades.Luego de gritar sus últimas palabras —agrega “Crítica”— cruzónuevamente los brazos sobre el pecho, en la medida que se lo permitían lasesposas. Se quedó firme en el banquillo. Sacando pecho. Como haciendo guardiaa las balas. La orden de fuego fue dada casi de inmediato después del grito deScarfó. Al recibir la descarga, el cuerpo dio un salto pequeño hacia arriba yluego, un vigoroso encogimiento hacia adelante y hacia abajo. Tras el salto, sucuerpo quedó inclinado un poco hacia la derecha, pero sentado siempre en elbanquillo. La cabeza había caído sobre el pecho, en la postura de un hombredormido. En esa posición se encontraba, cuando se acercó a él el sargento quemandaba el pelotón y le disparó el tiro de gracia, que le penetró en el temporalizquierdo. Y, como si la fuerza del balazo hubiese empujado el cuerpo, éste cayóhacia la derecha quedando boca abajo en el césped”. Así murió ese joven, quesegún su hermana América “tuvo dos ilusiones: ‘arreglar el mundo y el amorde su amiga Susana Virginia’”Esta vez no fueron muchos los que pudieron presenciar elespectáculo. El escándalo del día anterior había provocado ciertareacción de pudibundez en las altas esferas. Esta vez, el espectáculoestaba afuera: “A la una de la mañana se corta el tráfico en la calle Las Heras.Únicamente los automóviles policiales y aquellos que vienen con oficiales delejército pueden cruzar la arteria. A las 2 de la mañana, junto a la puerta centralno menos de 40 oficiales del ejército están esperando pasar al interior de la cárcel.Como Las Heras a esta altura no tiene cafés ni restaurantes, la gente se vaamontonando en la acera de enfrente, pero no tardan en llegar los del Escuadrónde Seguridad, pero sin sables, con wínchester en lugar de rebenques, y los
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<strong>Severino</strong> <strong>Di</strong> <strong>Giovanni</strong>. <strong>El</strong> <strong>i<strong>de</strong>alista</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong> violenciavalentía y serenidad”. “Crítica”: “<strong>El</strong> reo murió serenamente, sin venda”.“Sereno fue hacia el banquillo.” “Ni una lágrima rodó por su rostro.”Con Paulino se cumple el mismo ritual <strong>de</strong> <strong>la</strong> noche anterior. <strong>El</strong>muchacho dirá como últimas pa<strong>la</strong>bras <strong>la</strong>s mismas que eligió sucompañero <strong>de</strong> i<strong>de</strong>as Bartolomeo Vanzetti, al morir en <strong>la</strong> sil<strong>la</strong> eléctrica, enCharlestown: “Señores, buenas noches, viva <strong>la</strong> anarquía”. “<strong>El</strong> grito era yaesperado por todos. <strong>El</strong> jefe <strong>de</strong>l pelotón hubiera querido impedirlo, pero cuandofue dicho ya era tar<strong>de</strong> para alistar a los tiradores. Inmediatamente, cuando aúnno se habían apagado los ecos <strong>de</strong> su grito, sonó <strong>la</strong> <strong>de</strong>scarga, rubricando en elcuerpo <strong>de</strong> Scarfó <strong>la</strong> firma <strong>de</strong> <strong>la</strong> muerte. Como un eco a <strong>la</strong> <strong>de</strong>scarga, <strong>de</strong> todas <strong>la</strong>sceldas <strong>de</strong>l penal se levantó un aullido escalofriante. Eran los presos, que en esaforma <strong>de</strong>mostraban su dolor ante <strong>la</strong> muerte <strong>de</strong> un compañero <strong>de</strong> presidio. Losaullidos <strong>de</strong> esta noche fueron más intensos que los <strong>de</strong> <strong>la</strong> noche anterior. De <strong>la</strong>calle se oyeron perfectamente habiéndose prolongado por un <strong>la</strong>rgo rato.Igual que <strong>Di</strong> <strong>Giovanni</strong>, Scarfó rechazó indignado los auxilios religiososque se le ofrecieron en varias oportunida<strong>de</strong>s.Luego <strong>de</strong> gritar sus últimas pa<strong>la</strong>bras —agrega “Crítica”— cruzónuevamente los brazos sobre el pecho, en <strong>la</strong> medida que se lo permitían <strong>la</strong>sesposas. Se quedó firme en el banquillo. Sacando pecho. Como haciendo guardiaa <strong>la</strong>s ba<strong>la</strong>s. La or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> fuego fue dada casi <strong>de</strong> inmediato <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l grito <strong>de</strong>Scarfó. Al recibir <strong>la</strong> <strong>de</strong>scarga, el cuerpo dio un salto pequeño hacia arriba yluego, un vigoroso encogimiento hacia a<strong>de</strong><strong>la</strong>nte y hacia abajo. Tras el salto, sucuerpo quedó inclinado un poco hacia <strong>la</strong> <strong>de</strong>recha, pero sentado siempre en elbanquillo. La cabeza había caído sobre el pecho, en <strong>la</strong> postura <strong>de</strong> un hombredormido. En esa posición se encontraba, cuando se acercó a él el sargento quemandaba el pelotón y le disparó el tiro <strong>de</strong> gracia, que le penetró en el temporalizquierdo. Y, como si <strong>la</strong> fuerza <strong>de</strong>l ba<strong>la</strong>zo hubiese empujado el cuerpo, éste cayóhacia <strong>la</strong> <strong>de</strong>recha quedando boca abajo en el césped”. Así murió ese joven, quesegún su hermana América “tuvo dos ilusiones: ‘arreg<strong>la</strong>r el mundo y el amor<strong>de</strong> su amiga Susana Virginia’”Esta vez no fueron muchos los que pudieron presenciar elespectáculo. <strong>El</strong> escándalo <strong>de</strong>l día anterior había provocado ciertareacción <strong>de</strong> pudibun<strong>de</strong>z en <strong>la</strong>s altas esferas. Esta vez, el espectáculoestaba afuera: “A <strong>la</strong> una <strong>de</strong> <strong>la</strong> mañana se corta el tráfico en <strong>la</strong> calle Las Heras.Únicamente los automóviles policiales y aquellos que vienen con oficiales <strong>de</strong>lejército pue<strong>de</strong>n cruzar <strong>la</strong> arteria. A <strong>la</strong>s 2 <strong>de</strong> <strong>la</strong> mañana, junto a <strong>la</strong> puerta centralno menos <strong>de</strong> 40 oficiales <strong>de</strong>l ejército están esperando pasar al interior <strong>de</strong> <strong>la</strong> cárcel.Como Las Heras a esta altura no tiene cafés ni restaurantes, <strong>la</strong> gente se vaamontonando en <strong>la</strong> acera <strong>de</strong> enfrente, pero no tardan en llegar los <strong>de</strong>l Escuadrón<strong>de</strong> Seguridad, pero sin sables, con wínchester en lugar <strong>de</strong> rebenques, y los