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Severino-Di-Giovanni.-El-idealista-de-la-violencia%20(1)

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La muertefusi<strong>la</strong>miento <strong>de</strong> <strong>Severino</strong> con el mismo febril interés <strong>de</strong> una final <strong>de</strong>fútbol entre los seleccionados <strong>de</strong> los dos países. Se l<strong>la</strong>ma “<strong>El</strong> asesinoromántico”.*<strong>El</strong> típico lenguaje <strong>de</strong> folletín. La mejor manera <strong>de</strong> confundir, <strong>de</strong>ocultar <strong>la</strong> verda<strong>de</strong>ra personalidad <strong>de</strong> <strong>Di</strong> <strong>Giovanni</strong>. Se obviaba así <strong>la</strong>discusión pública sobre sus i<strong>de</strong>as, sobre su búsqueda, sobre sus errores—porque se podía entrar a discutir los errores <strong>de</strong> <strong>la</strong> propia sociedad—,sobre sus enemigos.Al pueblo se le entregaba un personaje <strong>de</strong> romanceros <strong>de</strong> ciego,el rey ahorcado <strong>de</strong> los perversos. <strong>El</strong> maligno protagonista <strong>de</strong>l teatro <strong>de</strong>circo, función a <strong>la</strong> cual todos pagan su entrada para ir a verlo morir.Pero nada <strong>de</strong> su rebelión.Y <strong>la</strong> sociedad estuvo atenta para que el reo no se convirtiera enmártir. Todos los años, por lo menos durante tres décadas, los diariosrecordaron el fusi<strong>la</strong>miento acentuando cada vez más lo siniestro y lomonstruoso <strong>de</strong>l impío. En <strong>la</strong> década <strong>de</strong>l 30, un film ayudó aún más aconvertir el hombre en <strong>de</strong>monio: Con el <strong>de</strong>do en el gatillo, se l<strong>la</strong>mó. Y luegoque Ernesto Sabato lo vistiera <strong>de</strong> camisas <strong>de</strong> seda o Beatriz Guido leadjudicara una herencia <strong>de</strong> tres <strong>de</strong>partamentos, se llegó en <strong>la</strong> década <strong>de</strong>lsesenta a presentarlo nuevamente como un inescrupuloso gángster enuna nove<strong>la</strong> titu<strong>la</strong>da Carmiña, <strong>de</strong> Abel Santa Cruz.Cuando Paulino Scarfó oyó los disparos que mataron a <strong>Severino</strong>,y todos los presos <strong>de</strong> <strong>la</strong> penitenciaría gritaron a coro su protesta ygolpearon frenéticamente los barrotes, sabía que le quedaban 24 horas<strong>de</strong> vida.La madre <strong>de</strong> Paulino, Catalina Romano <strong>de</strong> Scarfó, <strong>de</strong> 55 años,inició un verda<strong>de</strong>ro vía crucis. A <strong>la</strong> mañana y a <strong>la</strong> tar<strong>de</strong> <strong>de</strong> ese último díaestuvo en <strong>la</strong> Casa <strong>de</strong> Gobierno para pedir clemencia por su hijo. Se le dijoque el presi<strong>de</strong>nte estaba en <strong>la</strong> resi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> Olivos. Allá fue <strong>la</strong> mujer,acompañada por su hijo Antonio, pero tampoco fue recibida. Recorriólos diarios <strong>de</strong>l centro para explicar que su hijo no era culpable, que sóloera una víctima <strong>de</strong> <strong>Severino</strong> <strong>Di</strong> <strong>Giovanni</strong>. “<strong>El</strong> me llevó los tres chicos. Me hallevado los tres chicos”, dirá en “Crítica”, diario que aprovecha para haceruna crónica dramática <strong>de</strong>l dolor <strong>de</strong> una madre que “tiene que pagar con susufrimiento <strong>la</strong>s culpas <strong>de</strong> su hijo cuyas fechorías terminan así”. “Yo no puedocreer que Paulino sea un criminal —dice <strong>la</strong> señora Catalina Romano <strong>de</strong>* Debido a <strong>la</strong> redundancia en los términos y el lenguaje ocupado en este artículo, y suextensión, Sombraysén <strong>de</strong>cidió omitirlo. (N. <strong>de</strong> los E.)

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